ste año se cumplen 20 años desde tu asesinato y no podremos recordarte como es debido. Estamos inmersos en una pandemia provocada por el coronavirus, y que ha generado una crisis sanitaria enorme. La salud, y sobre todo la vida, están por encima de todo, y este año será diferente al no poder juntarnos como todos los años. Pero no será un impedimento para recordarte. De hecho, siempre te recordamos.
En estos 20 años la situación ha cambiado mucho. ETA terminó su actividad hace nueve años y se han puesto en marcha diversas iniciativas a favor de la convivencia. Algunos ayuntamientos han comenzado a trabajar la memoria, una memoria que incluye las diferentes formas de violencia. También se han organizado numerosos encuentros en los cuales hemos tenido la oportunidad de escuchar el testimonio de personas que han padecido o sufrido distintos tipos de violencia.
En todas estas iniciativas, el respeto y la empatía son los valores que se han impuesto, y la conclusión también ha sido nítida: todas las personas que han sufrido un tipo u otro de violencia merecen un reconocimiento, deben de saber qué ha pasado realmente para poder cerrar heridas, y necesitan también justicia. Cabe destacar que, sea cual sea el tipo de violencia, todas las víctimas han llegado a la misma conclusión. Y es necesario para la convivencia. No tengo la menor duda de que estarías de acuerdo con todo ello, ya que siempre defendiste los derechos humanos. Además, es lo que me enseñaste, y quiero darte las gracias por ello.
Recuerdo el momento en el que te nombraron gobernador civil, y cómo tus primeras palabras fueron en euskera. Situación en la que muchos se sintieron incómodos. Siempre has sido euskalzale, has querido nuestra lengua y nosotras también la queremos. Cuando asumiste el cargo, tenías claro cuál sería uno de tus cometidos: acabar con los abusos policiales y las torturas. Luchaste contra todo tipo de violencia. Tanto contra la violencia de ETA como contra la violencia del Estado. De hecho, siempre has defendido los derechos humanos de todas las personas. Tanto es así que una de tus preocupaciones era cómo trataban a los detenidos, y cuando los familiares de esos detenidos se acercaban a tu oficina y denunciaban torturas, hacías todo lo que estuviera en tus manos para investigar tales hechos. Incluso llegaste a cerrar un calabozo debido a su lamentable estado.
Aprovechándote de tu posición aquellos años, te opusiste firmemente al terrorismo de Estado. Recuerdo a Lasa y Zabala, secuestrados, torturados y asesinados por Galindo y sus colaboradores en los sótanos de La Cumbre. Y la sola idea de que ese lugar fue donde vivisteis tú y ama durante ese tiempo, me produce escalofríos. Es en esa época cuando identificaron los cuerpos de Lasa y Zabala, y cuando participaste activamente en el esclarecimiento del caso. Años más tarde, cuando Galindo y compañía fueron juzgados, tuviste que ir a declarar, a dar tu testimonio, y tu declaración fue valiosísima para esclarecer el caso. Recuerdo que volviste contento del juicio por lo que habías contado, pero sobre todo porque después de declarar se te acercó un familiar de Lasa y Zabala a darte las gracias. Nunca olvidaré lo primero que dijiste al llegar a casa: "No sé quién me va a matar, o ETA o el propio Galindo". Estoy segura de que hoy harías todo lo que estuviese en tus manos para aclarar todo lo relacionado con los GAL y para hacer justicia.
Los derechos humanos deben ser la base de una democracia. Por ello, hay que asumir todo el sufrimiento que hemos padecido en este país, y debe quedar claro que con el uso de la violencia no se pueden conseguir objetivos políticos. Para poder cerrar heridas tenemos que conocer todo lo que ha pasado. Es necesario conocer, sobre todo, para que no vuelva a suceder. Asimismo, los testimonios de aquellas personas que han sufrido diferentes tipos de violencia son imprescindibles. De esta forma, podremos construir entre todos una memoria. Una memoria que sea inclusiva. Y para ello debemos trabajar la empatía, tenemos que ser capaces de ponernos en la piel de la persona que tenemos delante, para así poder entender su sufrimiento. Empatía y respeto. En casa siempre les hemos dado importancia a estos dos valores. Mi aita siempre fue una persona muy cercana, a la que le gustaba mucho hablar, conversar, dialogar. Trataba siempre de buscar puntos de encuentro entre diferentes, para construir puentes, y, en definitiva, construir una sociedad que se respete a sí misma. Como he comentado al principio, ya estamos dando pasos. Vamos poco a poco, y a pesar de las dificultades, cada vez somos más las que estamos en ese camino. Y lo conseguiremos, estoy segura de ello. Es más, la sociedad que estamos construyendo no va a estar lejos de aquélla Euskadi con la que soñabas.
Por medio de estas líneas quiero darte las gracias por todo lo que me enseñaste, y por todo lo que voy aprendiendo al paso de los años. Yo también seguiré por ese mismo camino. Mila esker aita.
Hija de Juan Mari Jáuregui