steviernes se pone fin a la primera de las elecciones de la nueva normalidad. Una normalidad que, entre otras muchas incertidumbres, electoralmente hablando conlleva la duda de cuál puede ser el nivel de abstención. A buen seguro, y aunque lo nieguen con todas sus fuerzas, más de uno dormirá con los dedos cruzados y el diente bajo la almohada a ver si el Ratoncito Pérez le trae un alto nivel de abstención. No lo admitirán, pero la campaña que algunos han hecho parecía más dirigida a conseguir que el electorado se quede en casa este domingo que a animar a votar. Si no, es difícil de entender determinados discursos. Pero si aun así se acercan a su colegio electoral sepan, han venido a decir, que la culpa de todo la tiene el PNV y por extensión el lehendakari, Iñigo Urkullu. Con ese mantra, unido al deseo de ocupar el espacio electoral jeltzale, han consumido las dos semanas.
El dúo compuesto por el Partido Popular y Ciudadanos venía de aguar su vino ante el Árbol de Gernika. Si allí las garrafas de cuponazo y la reforma electoral se quedaron en la trastienda, el miércoles su presidente Pablo Casado participó en un acto que no se sabía si se trataba de un mitin o una rueda de prensa sin preguntas. Lo mismo hablaba del presidente Sánchez, de su vicepresidente Pablo Iglesias o de Felipe IV. Todo para acabar sentenciando que el sindiós por el que camina la España unida en lo universal es achacable al PNV, que es quien lo mantiene. El PNV, sostén del Gobierno rojo-chavista.
Elkarrekin Podemos sigue con el desfile de miembros del Gobierno español. Vienen a decirnos que los vascos somos de izquierda, pero nos equivocamos al introducir la papeleta en la urna. Los periféricos somos así, nos tienen que explicar mentes más cosmopolitas cómo hemos de votar. No es que seamos tontos, es que estamos poco viajados. Eso no lo dicen, pero lo piensan. Ellos sí que viajan, pero la pesada maleta de su estructura mental vuelve tan intacta de prejuicios como venía.
Además, olvidan decir que los votos de esa derecha vasca, culpable por defecto de que no haya un tripartito de izquierdas, es la que sustenta la mayoría parlamentaria que les permite ocupar el sillón del Ministerio.
Idoia Mendia se ha presentado en estas dos semanas como el somnífero que mantiene a raya los sueños independentistas jeltzales; la dormidera que mantiene la fiera tranquila. Su principal aval es el de aplacar la querencia al abismo del PNV. Una suerte de Thelma que no permitirá que Louise pise el acelerador.
Justo lo contrario de lo que opina EH Bildu. Si no hay independencia es por el PNV. Según Arnaldo Otegi, si el lehendakari Agirre hubiera seguido jugando, en eterna infancia, en el jardín de la casa familiar con Telesforo Monzón, otro gallo nos hubiera cantado. Buen intento de giro a la Historia. Lástima de las decisiones que tomó el de Bergara junto a Herri Batasuna, por no hablar de la otra sigla. Agua de desmemoria sobre los últimos cuarenta años de la izquierda abertzale y el mismo culpable.