a campaña electoral avanza, los mensajes se aceran y comienza la búsqueda del cuerpo a cuerpo. Se vislumbran movimientos tácticos para despertar sectores del electorado que puedan decantar de qué lado caen esos escaños capaces de complicar o favorecer un resultado. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, advierte sobre un posible tripartito de izquierdas, Idoia Mendia aclara horas después que hoy por hoy esa coalición de Gobierno es imposible y que sus votos no facilitarán la Lehendakaritza a EH Bildu.
¿Acción, reacción? Elkarrekin Podemos insiste, para desconsuelo de sus pretendidos compañeros de Gobierno, en la idea del tripartito de izquierdas. Socialistas y EH Bildu, parecen mucho más centrados en sus propios resultados electorales que en una coalición que solo con mentarla puede movilizar a una parte del electorado en sentido contrario al deseado.
Conscientes que augurar el futuro se presenta harto difícil en el actual presente, EH Bildu ha optado por mirar al pasado como vía para buscar la confrontación con el lehendakari, Iñigo Urkullu. Su candidata, Maddalen Iriarte, más experimentada que hace unos años y con buen manejo de las claves comunicativas, enfiló la proa directamente hacia el candidato jeltzale a la reelección y, queriendo o sin quererlo, a una buena parte de su base social.
Lo hizo hablando de Derechos Humanos, de equidistancia y de fascismo. Lo hizo en Donostia/ San Sebastián y junto a La Paloma de la Paz, obra escultórica a cuyo nombre las donostiarras dieron significado a finales de la década de los noventa. Donostia, la ciudad que tiene el dudoso honor de ser la ciudad donde mayor asesinatos perpetró ETA, la que, hasta los atentados yihadistas del 11-M en Madrid, encabezaba el terrible ranking de ser la ciudad con más personas asesinadas por el terrorismo en el Estado. La misma ciudad en la que gritaban "ETA, mátalos" a cara descubierta y a pleno pulmón, Iriarte habló de Derechos Humanos, pero se olvidó de citar a los principales perpetradores de su vulneración.
Queriéndolo o no, la candidata de EH Bildu pulsó el botón de la memoria histórica reciente de San Sebastián y de paso la de toda Euskadi. Un pasado triste en el que la izquierda abertzale tenía una idea clara de quién y en qué consistía ser seguidor del Fascio: fascistas todos los que secundaban las manifestaciones y gestos en los que con el silencio se solicitó que los terroristas dejaran de asesinar; sin siglas, pues hubo concentraciones contra todo tipo de violaciones de derechos humanos, tortura incluida.
Fascistas las decenas de miles de ciudadanas que participaron en manifestaciones multitudinarias. Facciosos los pequeños grupos de personas que salían a gritar en silencio en todas las localidades de Euskal Herria. Fascistas los del lazo azul.
Maddalen Iriarte en su equidistancia, ante un pasado de violencias en abstracto, sin autorías, sin cronología ni condenas, nos ha retrotraído a aquel tiempo en el que la inmensa mayoría de la sociedad vasca fue declarada fascista por quienes mejor aplicaron la dialéctica de los puños y las pistolas: la izquierda abertzale a la que hoy representa.