iempre que se celebran unas elecciones los candidatos tienen la obligación de ganar, pero sólo puede ganar uno€ Y quien gana no siempre se convierte en lehendakari o presidente porque posibles arreglos (que no chanchullos) hacen que puedan darse coaliciones o acuerdos que conviertan en lehendakari a quien no haya sido el más votado. Es difícil que ocurra, pero en Euskadi ya ocurrió en una ocasión cuando Ardanza fue lehendakari a pesar de que el PNV obtuviera menos escaños que el PSE. Esto es atípico, además de absurdo, por eso da la impresión de que ahora "el pescado está vendido", si bien habrá que esperar a la noche del recuento de los votos...
Pero el teatrillo electoral está en la calle en estos quince días previos al día de las urnas. Y está en la calle a pesar de que la campaña esté siendo algo anodina, y casi nada ruidosa, porque vivimos un periodo triste y extraño, sometidos a un virus que dificulta nuestras vidas y nuestras relaciones, y puede llegar a matarnos. Los líderes acuden a los mítines con una mascarilla acoplada a la boca como si les diera miedo pronunciar sus slogans. Quienes les escuchan suelen ser incondicionales, porque son los propios partidos los que convocan interna y selectivamente a sus huestes. Con estas premisas no viene a cuento que ningún líder presente un futuro novedoso, únicamente hacen valer sus experiencias y sus currículos. Sin embargo los vascos y las vascas intentan superar las dificultades y riesgos porque desean votar. Por ejemplo, si en laselecciones de 2016 hubo casi 38.000 votos por correo, en esta ocasión de 2020 ya han solicitado ese voto casi 110.000 vascos, y aún no ha finalizado el plazo para poderlo hacer. Los ciudadanos quieren ejercer el derecho más preciado que les facilita la democracia, es decir, el voto.
A esta noble y responsable actitud ciudadana no siempre responden los líderes y partidos con la misma diligencia, pero sería muy conveniente que lo hicieran y, más allá de pedir el voto, deberían educar a los votantes y ofrecer alternativas lógicas. Veamos. No es tiempo para bromas, de modo que la utilización de los Supertrionics por parte de Elkarrekin Podemos para mostrar el tripartito (UP, EH Bildu, PSE) que proponen con tanta ligereza, resulta solo una ocurrencia. Menos mal que, al menos, han acertado en la elección de los colores de las vestimentas, poniendo de rojo al PSE y dejando el color morado (entumecimiento precoz) y el verde tenue para los otros dos. Lo dicho, una ocurrencia. Lo mismo que la osadía de la señora Iriarte cuando pide a la líder socialista Idoia Mendía que admita la violencia del GAL, como si los socialistas no lo hubiéramos hecho, y la hubiéramos repudiado desde el primer asesinato protagonizado por ellos. ¿Por qué ella no copia de Idoia Mendía en ese terreno?
En Euskadi hay tres partidos que han venido mostrando su actitud responsable al respecto desde el principio de la democracia, si bien no dudo de que sean muchas las personas serias y comprometidas que acudirán a las urnas con inmejorables intenciones. No es necesario nombrarlos porque sus actitudes vienen contrastadas por sus trayectorias, democráticas y constructivas. Ahora, como una guinda, ha surgido de las entrañas más profundas, y también más miserables, ese Vox de semblante procaz y autoritario que recuerda a aquella HB vocinglera y violenta que aún permanece, como una reliquia, en las paredes pintadas de nuestros pueblos y ciudades.
Ahora nos deben agobiar dos urgencias: consolidar la paz y la convivencia, y superar la crisis económica provocada por el virus. Al virus de la violencia le redujimos con rigor y constancia. Al coronavirus le reduciremos también. Estas elecciones son trascendentales. Es bueno recordar ese dicho ("los experimentos ni con gaseosa") ahora que algunos quieren abrir sus laboratorios.