- En puertas de una semana clave para decidir la nueva fecha de las elecciones vascas, con la cita entre el lehendakari y los partidos prevista para el jueves marcada en rojo en la agenda política, Iñigo Urkullu no dio ayer ninguna señal de flaquear en su planteamiento de que los comicios sean en julio porque se prevé que el coronavirus se encontrará entonces en su momento más bajo, frente al rebrote que se espera para el otoño. En su comparecencia a petición propia en la Diputación Permanente, el lehendakari realizó un anuncio importante: la próxima semana reunirá al comité de protección civil LABI para abordar la declaración de emergencia sanitaria, que es precisamente la declaración a la que debe poner fin antes de convocar formalmente las elecciones. Se pudo leer entre líneas que está sentando las bases para tener todo apunto para esas elecciones, a expensas de que se pueda alcanzar un consenso lo más amplio posible con los grupos en la cita del jueves.
Urkullu, que volvió a enfrentarse a críticas de "electoralismo" por parte de una oposición que lo acusó de distraerse con este asunto y no centrarse en la pandemia, insistió en que "toca hablar de elecciones por pura responsabilidad". Recordó que, mientras no se celebren, solo funciona la Diputación Permanente y no hay Parlamento, de manera que "no podrá aprobarse ninguna ley", y defendió también que la normalización política es "fundamental para afrontar la recuperación social, económica y del empleo", en alusión implícita a la necesidad de elaborar unos Presupuestos y de actuar a pleno rendimiento. Ofreció dos garantías: habrá "mecanismos preventivos" y un "plan de seguridad y protección de la campaña y la jornada electoral", y el PNV ha acordado con el Estado que los servicios que están bajo la competencia de Madrid van a poner todo de su parte para funcionar con intensidad y garantizar la participación política (Correos garantizará el voto por correo, y el INE tendrá a punto el censo). "Las elecciones deberán contar con garantías sanitarias y democráticas. Insisto, nuestra responsabilidad es hablar, tratar de llegar a un acuerdo con el máximo consenso posible", resumió. Las elecciones tendrían que haberse celebrado el 5 de abril pero se aplazaron por el virus.
Teniendo en cuenta que las elecciones se deben convocar 54 días antes de su celebración, el lehendakari ha tenido que poner a rodar ya el procedimiento, en un momento en que la ciudadanía sigue confinada, y es inevitable que la oposición haya criticado este movimiento con el argumento de que la prioridad es afrontar el virus. Pero Urkullu insiste en que los plazos son los que son.
El pleno alumbró algún momento especialmente tenso con EH Bildu, una coalición con la que los puentes están rotos. En cualquier caso, los partidos comenzaron a virar su discurso para tratar de aclarar que no rechazan las elecciones porque no les convengan. Maddalen Iriarte dijo que "viendo como está gestionando la crisis, los menos perjudicados en las elecciones seríamos los partidos en la oposición". Los grupos también le preguntaron en qué criterios se basa su informe para decir que en julio el virus apretará menos, e insinuaron que lo han redactado con un tamiz político. Urkullu se irritó ante esa afirmación y mencionó que hay epidemiólogos y responsables de Osakidetza en su redacción.
El lehendakari, que también respondió que se ha leído el documento de desescalada que le propuso EH Bildu, reprochó a la coalición que "haga un doble juego: tiende la mano, pero siempre muestra una actitud a la contra". "Si el Gobierno propone un día para abrir las aulas, EH Bildu propone otro. Si propone hablar de elecciones, EH Bildu dice que no toca. En el Congreso, EH Bildu muestra su cara más dúctil. Kalean uso, etxean otso", lanzó Urkullu, para avisar de que "es muy difícil colaborar con quien siempre se posiciona a la contra". "Quien realmente puede estar haciendo campaña es su formación señora Iriarte, de forma ostensible", dijo.