ace mucho tiempo que las redes sociales dejaron de ser ese lugar de intercambio libre de opiniones y foro de contraste intelectual. De un tiempo a esta parte, sobre todo desde que Twitter duplicó sus caracteres y habilitó los hilos, lo que en origen fue un lugar más que interesante se ha convertido, en ocasiones, en un vertedero donde gente sin vida propia ni la menor empatía se dedica a vomitar las mayores majaderías del mundo.
Sin embargo, hasta en los vertederos, a veces, florecen pequeñas plantas que, entre la suciedad, son capaces de aportar algo que merezca la pena. Algo así ha ocurrido en relación con el coronavirus, el estado de alarma y el consiguiente confinamiento. Y no me refiero a los siempre ocurrentes y divertidos memes o vídeos cortos, que se agradecen por norma general y más en tiempos como los actuales en los que el aburrimiento puede ser uno de nuestros peores enemigos. No, no me refiero a ellos, me refiero a la reciente popularización de un personaje que, sin embargo, lleva entre nosotros desde el principio de los tiempos: el Capitán a posteriori.
El Capitán a posteriori, como cabe imaginarse por su nombre, es aquel que una vez ha sucedido una desgracia sabía perfectamente lo que había que haber hecho para que no ocurriera, pero, por lo que sea, no lo ha dicho hasta después. El refranero está lleno de expresiones para describir al Capitán a posteriori como “después de visto todo el mundo listo”, pero en lo que tiene que ver con el coronavirus, la que mejor se adapta es precisamente esa. Tanto es así, que el Capitán a posteriori sabe perfectamente lo que hay que hacer hoy para evitar que la gente siga infectándose o peor, muriendo, pero nos lo dirá la semana que viene.
Lógicamente, este tipo de personajes no sirven para absolutamente nada en una situación como la actual y solo generan crispación en un contexto en el que, en la medida de lo posible, sería bueno que todos y todas remáramos en la misma dirección.
Ahora bien, una cosa es el Capitán a posteriori amateur, el que pasa su tiempo auto-arrogándose la condición de experto o gurú y que a veces hasta tiene la suerte de saltar de la red a las pantallas de televisión, y otra muy diferente que los gobiernos que están gestionando esta crisis despachen cualquier atisbo de crítica a su gestión con una apelación genérica a la unidad y afirmando que toda la oposición se ha convertido en una suerte de Capitán a posteriori.
Cierto que hay algunos y algunas portavoces de partidos que son peores que cualquiera de esos charlatanes de televisión, pero ojo, también hay críticas a la gestión que hay que saber escuchar, encajar y con la debida humildad aprender de ellas.
Porque cuando un gobierno decreta ya sea el estado de emergencia ya sea el de alarma ha de saber que, al tiempo que adquiere funciones ejecutivas sin límite, adquiere la completa responsabilidad sobre todas las decisiones que adopta.
No es de recibo que los gobiernos hagan lo que en cada momento le parece más oportuno y pretendan que toda la oposición e incluso la sociedad apoye esas medidas con una adhesión inquebrantable, so pena de tacharlos de malos y malas patriotas.
En situaciones de crisis como la actual, donde las reglas del juego democrático se alteran porque desaparece el control al gobierno, y el poder legislativo pierde gran parte de su papel, una cosa es que los gobiernos no tengan la obligación legal de consultar con nadie y otra muy distinta que por ello tengan siempre razón. Puede que sea cierto que solo saldremos de esta si permanecemos unidos y unidas, pero también lo es que la unidad se debe construir y no imponer.