sin duda, el reconocimiento de la libertad de pensamiento es uno de los mayores logros de la humanidad. Y, aunque lo que ordena la Declaración de Derechos Humanos que la consagra sea en algunas ocasiones o lugares poco o muy poco respetada, admitir que otras personas expresen ideas diferentes es conditio sine qua non para pasar la prueba del algodón en eso del reconocimiento democrático.

Evidentemente los derechos tienen sus límites en los derechos de los demás. Por lo tanto, consentir bajo el paraguas de la libertad las diatribas de la extrema derecha defensoras del retroceso democrático y contra los derechos de todo el mundo, no es más que ceguera o buenismo de consecuencias imprevisibles.

En política puede haber, hay de hecho, numerosas formas distintas de pensar. E incluso dentro de un mismo partido, a veces, existen los matices. Pero intentar eliminar los avances democráticos, como pretende ahora la derecha ultraderechizada española no es sino una negación en toda regla de los derechos y del orden constitucional.

La chulería de quienes llevan el pin del aguilucho franquista no se frena mirando para otro lado y, menos aún, entrando a su juego de provocación y generación de confusión y miedo. Es momento ya de tener claro, sin hipocresías ni falsas cortesías, que hoy asistimos a un intento claro de impulsar de facto un regreso al pasado dictatorial.

Tampoco ayudan algunas opiniones que, desde el otro lado, coadyuvan a ese objetivo facha de desprestigiar y debilitar el sistema democrático (o lo que hay). Las comparaciones tremendistas con la situación durante la II República española y con el 36 sirven precisamente para fortalecer y alimentar las provocaciones de quienes se han destapado ahora como viejas camisas azules. Generar miedo social, sensación de desorden, de inutilidad de lo público? es un viejo recurso para agotar el sistema democrático y, como que no quiere la cosa, colocarnos en otro de negación total de las personas y de sus derechos.

Semana tras semana nos ofrecen muestras muy claras de por dónde parece que quieren llevarnos. Precisamente, en ese intento de producir barullo y sensación de inestabilidad (en nuestro caso de pervivencia de la violencia, tan rentable para algunas fuerzas políticas) se pueden enmarcar las detenciones esta semana de cuatro personas en distintos territorios de nuestro país. Ordenadas por el tribunal de excepción que es la Audiencia Nacional española, la disculpa han sido los llamados recibimientos a presos y presas que regresan a casa tras cumplir la pena. La acusación, tan baladí como efímera. Te detienen, pero luego a la calle.

El euskera sigue siendo uno de las obsesiones de esa gente extremosa y beligerante a la que se le han destapado las nostalgias de correajes y del orden con sangre entra. Ya andan de cruzada desde distintos sectores. Ejemplos lamentables son los alcaldes de Iruñea y Lizarra de Navarra Suma prohibiendo actuaciones de payasos (euskaldunes) o contra las escuelas infantiles en euskera. Por otro lado, Vox ya ha puesto en marcha su estrategia de bloqueo de los tribunales y contra el Gobierno vasco. Ahora es el euskera, pero luego serán la igualdad de género, los derechos de las personas LGTBI, educación en valores humanos?

Maiores viderimus? Desearía que no.