A las 18.09 horas del 25 de julio de 2014, las redacciones de los medios de comunicación recibían en su buzón un escueto correo electrónico del abogado del expresident Jordi Pujol, con un comunicado adjunto de página y media que iba a provocar un terremoto sin precedentes en la política catalana.

“Mi padre Florenci Pujol i Brugat dispuso como última voluntad específica que un dinero ubicado en el extranjero -diferente al comprometido en su testamento-, rendimiento de una actividad económica de la cual ya se ha escrito y comentado, y que no se encontraba regularizado en el momento de su muerte en septiembre de 1980, fuese destinado a mis siete hijos y mi esposa”.

Así arranca la confesión de quien durante 23 años -de 1980 a 2003- presidió la Generalitat de Cataluña y que, tras un goteo de informaciones periodísticas que hablaban de corruptelas y cuentas oscuras de la familia Pujol en el exterior, decidió dar un paso al frente e inmolarse con un anuncio que dinamitaba su biografía.

En su devastador comunicado, el expresidente de la Generalitat e histórico fundador de CDC admitía que “lamentablemente nunca se encontró el momento adecuado para regularizar esta herencia”.

Fue un golpe bajo para su propio partido, Convergència, y para su delfín, Artur Mas, a quien él había ungido como sucesor y que, tras siete años en la oposición, había alcanzado el mando del Govern y en ese momento se disponía a pilotar una de las operaciones políticamente más arriesgadas: la consulta soberanista del 9N.

De hecho, la reputación de los Pujol estaba ya en caída libre, con varios de los hijos del expresident investigados por presuntas prácticas corruptas, como Oriol Pujol Ferrusola, que once días antes había dimitido de todos sus cargos -llegó a ser secretario general de CDC- por su implicación en el caso ITV.

Abrumado por el escándalo generado por la confesión de Pujol y alarmado por el daño que este episodio causaba al soberanismo, Mas cortó amarras con su padre político, que se vio obligado a renunciar a todos sus honores y prerrogativas como expresident.

En la cúpula convergente arraigó la teoría de que Jordi Pujol había decidido sacrificarse con aquel comunicado para hacer de paraguas protector de sus hijos y asumir en primera persona la responsabilidad de aquel dinero sin regularizar.

De respetado icono del catalanismo, Pujol pasó a ser repudiado incluso por sus antiguos correligionarios, a quienes les incomodaba aparecer relacionados con su nombre.

En 2016, CDC buscó dejar atrás la pesada mochila de los casos de corrupción que la erosionaban y se refundó como PDeCAT, partido al que Pujol, condenado al ostracismo, ya no se afilió.

Ahora, el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata mantiene imputados al expresident, a su esposa Marta Ferrusola y a sus siete hijos, entre ellos el primogénito Jordi Pujol, que en 2017 estuvo ocho meses en prisión preventiva y que según el magistrado era el encargado de organizar y distribuir el dinero oculto de la familia.

Cinco años después de aquel dramático punto de inflexión para su reputación, los más fieles defensores de Pujol intentan rehabilitar su imagen con actos de reparación y reivindican su legado político y su obra de gobierno, una tarea que dejó de hacer el Centro de Estudios Jordi Pujol, su fundación, disuelta repentinamente un mes y medio después de la confesión.

Después de haber acompañado desde un segundo plano el giro independentista de Convergència al inicio del proceso soberanista, Pujol ha renunciado en los últimos años a impartir doctrina, como solía hacer ya retirado a través de multitud de artículos.

Solo ha roto su silencio en contadas ocasiones, y en fechas recientes lo ha hecho para aportar un punto de pragmatismo y alertar al soberanismo de que su victoria final no es algo que esté escrito en el destino.

“Cuando se va tan lejos, fácilmente todo se puede desordenar. Se ha ganado terreno pero la línea del frente ha quedado desorganizada, y entonces cabe la posibilidad de la derrota”, advirtió Pujol el pasado 23 de mayo en una mesa redonda organizada por una asociación afín a él, Tagamanent-Construir Catalunya.

Lejos de los tiempos en que era reverenciado como referente máximo del catalanismo, hoy sus esporádicas opiniones pronunciadas en voz alta apenas influyen en el relato político de Cataluña. - DNA