Bilbao - Y al vigésimo día después de las elecciones alzó la makila como alcalde de su querido Botxo. Lo hizo emocionado -esta vez contuvo las lágrimas- e ilusionado por seguir construyendo un Bilbao más abierto y plural, más internacional, más atractivo, más juvenil, más euskaldun, más sostenible, más cohesionado, más feminista,.... Juan Mari Aburto (PNV) también se propuso ayer para su mandato ser el alcalde de todos los barrios de Bilbao, de ese gigantesco puzzle cuyas realidades son difíciles de encajar muchas veces. “Si nos falta una pieza estará incompleto. Y eso no nos lo podemos permitir. Que el orgullo de ser de Bilbao, sea el orgullo de ser de los barrios de Bilbao”, enfatizó.
La palabra está dada. Comprometida. Y la invitación a todas las fuerzas con representación en el Consistorio para hacerlo realidad, también. El propio Aburto adelantó ayer durante su discurso de toma de posesión que próximamente se reunirá con todas las formaciones para que conozcan de primera mano los pasos dados en esa forma de hacer política de calle y puedan sumarse al Pacto Social y al Pacto por los Barrios. “Entiendo, y así lo hemos venido escuchando en las últimas semanas, que a todos nos mueve la mejora del bienestar de todas las personas y todos los barrios de Bilbao”, refrendó el primer edil.
Diálogo sin ‘líneas rojas’ Aburto se hacía eco de este modo de las opiniones recogidas a pie de pista en los vecindarios de los 8 Distritos durante la pasada campaña: diálogo, comunidad, trabajo, euskera, solidaridad, cultura, igualdad, fiestas y ocio saludable, deporte, comercio, vanguardia,... Y para tranquilidad de muchos, el alcalde reelecto con el mayor respaldo logrado nunca por un primer edil de Bilbao -su candidatura sumó los 14 síes jeltzales y los 5 socialistas y los 4 blancos de EH Bildu, porque PP y Elkarrekin Podemos se autovotaron- desterró cualquier atisbo de rodillo político. De hecho, se confesó fiel creyente del diálogo y de la cooperación. Con todos y entre todos. Sin líneas rojas ni puertas cerradas de antemano por convencionalismos. Menos interés propio y más bien común, vino a decir Aburto, quien ayer mismo tendía la mano “a todos aquellos que quieran dialogar, negociar y acordar para ensanchar los acuerdos de los que ya nos hemos dotado. Quiero ampliar consensos”, insistió.
Esta es, a juicio del jeltzale, la fórmula apropiada para que Bilbao resuelva con éxito su rompecabezas: paro, convivencia, igualdad, demografía, conductas inapropiadas... “Cualquier acuerdo por pequeño que parezca, es un gran tesoro para las bilbaínas y bilbaínos”, insistió el alcalde. “No nos piden discusiones que no van a ningún sitio, denuncias sin propuestas, problemas sin soluciones? Nos piden trabajar por el bien de la sociedad y de la ciudad”, apostilló.
Tanto Jone Goirizelaia (EH Bildu) como Ana Viñals (Elkarrekin Podemos) se reflejaron en las palabras del alcalde. La primera puso en valor la utilidad social de las iniciativas y políticas adoptadas por la Corporación municipal; y la segunda, por su parte, asumió que “no hay excusa para negar la palabra y el diálogo” e instó al nuevo equipo de gobierno “a no silenciar otras formas de entender la vida bilbaína”. Desde las filas del PP, Raquel González se autoproclamó “garante” para que la Alcaldía “sea para todos los bilbaínos y no solo de nacionalistas”.La gestión de Bilbao durante los cuatro próximos años va a guiarse por las mismas directrices del primer mandato de Juan Mari Aburto. A nivel organizativo no hay grandes cambios en la distribución de las áreas. La principal novedad es la creación de una nueva concejalía de Igualdad que estará dirigida por la nacionalista Nekane Alonso y el traspaso del Área de Rehabilitación a los socialistas que recae en la socialista Gloria Múgica. A nivel cualitativo los cambios vendrán de los nuevos concejales de dos de las áreas más potentes de Bilbao como son la Policía Municipal y las Políticas Sociales. Los ediles salientes Tomás del Hierro e Iñigo Pombo pasan el testigo a Amaia Arregi y Juan Ibarretxe.
Juan Mari Aburto y Alfonso Gil apenas han tenido una semana para limar asperezas y sellar un pacto que permita la gobernabilidad de la capital sin sobresaltos. La primera semana tras los comicios la polémica en el Ayuntamiento de Irún eclipsó cualquier otra negociación y tras el acuerdo alcanzado y el posterior pacto a nivel global ente el PNV y el PSE para garantizar la estabilidad han sido a penas seis días de cocina. Ambos dirigentes ya saben que una vez eche andar el gobierno no se pueden permitir abrir polémicas sobre asuntos de la ciudad que distraigan a la ciudadanía del verdadero objetivo político por el que gobiernan.