Por más que la afiliación y los y las simpatizantes de Unidas Podemos lo fiaran todo a la vuelta a la política de Pablo Iglesias y su buen papel en los debates electorales, lo cierto es que, al contrario de lo que ha ocurrido en el bloque de la derecha, la llamada de Pedro Sánchez a concentrar el voto de la izquierda ha tenido mucho más éxito del que hubieran querido los morados.

Perder casi un escaño de cada dos, pasar a ser la cuarta fuerza política y sentir el aliento de la ultra derecha en la nuca debe hacer reflexionar muy seriamente a los y las responsables de Podemos y de Izquierda Unida. Primero sobre cómo han abordado sus disputas internas, porque si bien las más conocidas han sido las de Podemos las de IU tampoco se han quedado atrás. Y segundo, sobre qué papel han jugado en un Congreso donde empezaron forzando una repetición electoral y han acabado siendo la muleta de un PSOE que, a la vista está, ha capitalizado la moción de censura mucho más que Podemos, por más que éstos últimos han repetido incesantemente que sin ellos hubiera sido imposible.

Unos malos resultados que trasladados a Euskadi no parecen tan malos pero si tenemos en cuenta que hace cuatro años ganó las elecciones por dos veces, dibuja un futuro muy poco alentador de cara a unas elecciones forales y municipales en las que las fuerzas que ahora mismo tiene por delante han demostrado mucho más arraigo local. Ahora bien, como ya ocurriera con las derechas en Andalucía, los resultados electorales tienen una segunda lectura según su utilidad a la hora de conformar gobiernos y aquí Unidas Podemos puede salvar los muebles si tal y como ha repetido Albert Rivera una y otra vez no está dispuesto a sumar sus escaños a los de Pedro Sánchez que, por otro lado, probablemente ahora tampoco los querría.

Así pues, Podemos se va a ver obligado a tomar decisiones que marcarán su futuro tanto en lo interno como en lo externo y hacerlo además en pleno periodo electoral. En lo interno, deberá afrontar la posible sustitución de quien ha sido líder indiscutible de la coalición y la tentación de que sea Irene Montero quien asuma el liderazgo con la imagen que ello daría; y en lo externo, determinar cuál va a ser su papel en el Congreso si durante la próxima legislatura Sánchez se inclina por gobernar en solitario, como ya hiciera tras el éxito de la moción de censura, pero con cuarenta escaños propios más.