MADRID - “Esta noche -por la de ayer- abriremos una nueva etapa política para mirar al futuro”. Así de optimista se mostró el candidato a presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, por la mañana, unos minutos después de depositar su voto. Su predicción no quedó tan alejada de la realidad finalmente dibujada por las urnas, aunque C’s no consiguiera protagonizar el ansiado sorpasso a un PP de Casado en caída libre, ni pueda encabezar un triunvirato de derechas que lleve a Rivera a Moncloa, que era el objetivo del partido. La marca naranja, por el contrario, sí que experimentó un crecimiento exponencial que prácticamente le coloca como fuerza tractora de la oposición, en la que Rivera se situó con la defensa de la Constitución como estilete. Los 57 escaños obtenidos en el Congreso frente a los 32 de hace tres años escenifican eso sí un salto cualitativo.

A pesar de que durante la campaña negara por activa y por pasiva que fuera a dar su apoyo a Sánchez, Rivera tiene en su mano una de las dos llaves de la gobernabilidad del PSOE tras unos resultados electorales calificados como “excelentes” por su propio líder. Éste, sin embargo, se situó rápidamente “en oposición”. No en vano, los poco más de cuatro millones de votos permiten a Ciudadanos alzarse a una posición privilegiada en los movimientos postelectorales y en el juego de la oposición. En ningún caso C’s entrara en una ecuación con Unidas Podemos o PNV de por medio, pero existe un precedente de pacto “de progreso y reformista” entre socialistas y naranjas para que Sánchez fuera investido presidente. Fue suscrito en 2016, aunque finalmente no lograra salir adelante. Ambas formaciones cuentan ahora con una mayoría absoluta de 179 diputados. No obstante, los gritos de ayer en la sede del PSOE en Ferraz -”¡Con Rivera, no!”, clamó la muchedumbre- dejaron claro que los socialistas no quieren a Ciudadanos como compañeros de viaje.

Los rostros eran ayer de alegría entre los principales responsables del partido en el cuartel general de C’s, instalado en la sede del partido en la calle Alcalá de Madrid. Así, no extrañó que el mensaje lanzado por Albert Rivera fuera de corte optimista y, en ocasiones, de tono triunfalista. Sea como fuera, se situó como principal fuerza de la oposición ante un PP en plena descomposición. “La mala noticia es que Sánchez e Iglesias van a formar Gobierno con los nacionalistas”, arrancó. “Pero hay una buena noticia”, indicó a renglón seguido. “Y es que Ciudadanos ha sacado un 80% más de escaños” que en la anterior cita con las urnas y “que hay un proyecto que es la casa común del proyecto constitucionalista”, sostuvo. “Esperanza e ilusión”, aseveró junto a constantes llamamientos en defensa de la Carta Magna. “Vamos a ser la oposición leal a la Constitución, leal a la economía de mercado, a Europa, a la sociedad de bienestar, a los valores constitucionales, a España”, profundizó Rivera, que avanzó que la formación que comanda será “el refugio de la libertad y la igualdad” en contraprestación a un PSOE y Unidas Podemos que C’s ve en gobierno y a los que “controlaremos de cerca. Los líderes de la oposición van a ser los diputados de C’s”, concluyó.

Esquivada la fragmentación de voto mejor que unos populares de los que quedan cerca en escaños, a apenas nueve representantes, la formación sustentó su crecimiento electoral en sus tradicionales caladeros de votos, como Madrid -incluso pasando por encima del PP-, la Comunitat Valenciana o las ciudades de mediado tamaño dispersas por la meseta, pero también logró imponerse a los de Casado en Andalucía, Aragón y Baleares. Y es que Ciudadanos pudo obtener papeletas tanto de votantes más a la derecha de los populares como de los más moderados de las filas de Vox, cuya irrupción no afectó a los de Rivera. La campaña, que fue una sucesión de llamamientos a la igualdad entre todos los españoles, una recentralización de las competencias autonómicas, una clara tendencia a la confrontación con los nacionalismos catalán y vasco y las constantes proclamas para poner fin al bipartidismo, parece haber surtido efecto. Los debates electorales de la última semana, asimismo, tampoco lastraron al presidente de C‘s, que se mostró hiperactivo y, en ocasiones, acelerado. No obstante, los resultados le han salido de cara.

Residuales en la CAV Lo que Ciudadanos no pudo revertir ayer fue la posición de cola en la CAV, donde no logró tener representación y quedó en un puesto residual con 39.963 sufragios, unas cifras peores aún que la logradas en 2016. Eso de que Euskadi vota diferente se hizo patente nuevamente, sobre todo con la desaparición de la derecha constitucionalista del mapa político; si bien las visitas de Rivera a Errenteria durante la campaña electoral -o anteriormente a Altsasu- no ayudaron en nada a hacer despegar el proyecto naranja en suelo vasco. Todo lo contrario, fue un mensaje lanzado allende a las mugas de Euskadi para consolidar la imagen de los naranjas en el resto del Estado como garantes de la Constitución y enemigos de los nacionalismos, incluso siendo contrario a uno de los pilares del autogobierno vasco, como es el Cupo. Ese posicionamiento no caló en una CAV y Nafarroa que, otra vez más, dieron la espalda a Rivera y los suyos.