madrid - Con la llegada de los testigos de las defensas, el juicio del procés ha protagonizado un giro de 180 grados donde la supuesta violencia y hostilidad del otoño de 2017 se ha convertido en cánticos y pacifismo, pero con “murallas humanas” que intentaban impedir entrelazados el “secuestro de las urnas”. Una afirmación que verbalizó el exdiputado de la CUP David Fernández y que la Abogacía trató de aprovechar en su intento de corroborar que, si bien no hubo violencia, sí que hubo fuerza para impedir cumplir una orden judicial y apuntalar así la sedición contra la cúpula soberanista.

“Si me dice fuerza, hombre, había fortaleza. Nosotros siempre hablamos de fortaleza, es el poder de reunión de la gente lo que impide el secuestro de las urnas”, dijo un Fernández bregado en protestas. Acostumbrados a que decenas de policías escenificasen el escenario del 1-O con la presencia de muros humanos contra las fuerzas de seguridad, llamó la atención que el propio Fernández, el más prolijo en su declaración, describiese la actuación de los votantes con una expresión usada siempre aparentemente en favor de las acusaciones. Lo que hizo Fernández en su testifical fue impartir un curso intensivo ante la sala de cómo fueron esos “centenares de talleres” sobre técnicas de resistencia pasiva de la plataforma En peu de pau (En pie de paz).

Más allá de dibujar el escenario “blando” del procés, los letrados, confiados en que la rebelión no tiene carga probatoria suficiente, afrontarán ahora la sedición, un escalón menos lesivo procesalmente que el anterior pero con largas penas de prisión. Aferrados al pacifismo y la no violencia, aparecerá un nuevo actor, la fuerza, el equivalente en la sedición a la violencia que se exige para la rebelión. Y eso, desde las tesis de las defensas, es lo que está en juego el 20-S y el 1-O. Dejar claro que no se ejerció fuerza alguna, que todo fue producto de una resignación ciudadana espontánea, porque la otra variable a descomponer es el carácter organizativo de esas acciones, que está detrás del alzamiento público y tumultuario de la sedición. Jornadas, las del 20-S y el 1-O, “100% pacíficas”, en las que reinaba un ambiente de festividad, con “comidas populares” y cánticos y, en el caso de que hubiera algún incidente, sería “puntual y metonímico” en un “contexto de excepcionalidad”.

desobediencia civil Ni rastro del “odio” de los votantes, la “rabia descontrolada” o las agresiones de las que dieron cuenta los policías estatales. El juicio se abre paso hacia una etapa mucho más apacible, la de la “desobediencia civil” y la resistencia estoicamente pacífica. Y no solo en el 1-O, también en el 20-S. Frente al relato de “ansiedad y miedo” de la secretaria judicial que tuvo que salir por un teatro colindante a la Conselleria de Economía, la percepción de los testigos de Junqueras fue que las cosas en el interior del edificio “fluían con normalidad”. El relato de paz de las defensas solo acaba de empezar. - Efe