donostia - Como los partidos tensos de cada final de temporada en los que hay tanto en juego como seguir en Primera División, el debate de anoche salió nulo. El undécimo día de campaña congregó a los candidatos del PSOE, del PP, de Unidas Podemos y Ciudadanos en el Estudio 1 de TVE y como en muchas primeras citas, la expectación no se correspondió con lo sucedido. Y en el fondo, era lo más probable que podía suceder.
El primer minuto de presentación, tan estudiado y preparado como el último de oro, bastó para ver por dónde iba a ir el debate. Por sorteo, abrieron fuego las dos segundas fuerzas de ambos bloques. Albert Rivera acusó a Pedro Sánchez de enchufismo, pidió la dimisión de la administradora única del ente público y acusó al candidato socialista de “en la frente la palabra indulto, para indultar a sus amigos separatistas”. Pablo Iglesias agradeció a los trabajadores de RTVE “por la defensa de la independencia de esta casa” y reclamó que el debate se desarrollara “sin insultos ni monólogos”.
Cerraron el turno inicial los popes del bipartidismo. Sánchez entró directo al debate y sin rehuir un tema -el de Catalunya- que de partida no le favorecía. “Van a escuchar dos historias: la que cuenta a diario la derecha, que España iba maravillosamente hasta la moción de censura”, abrió, para añadir varias salvedades en forma de “pequeños detalles” como la corrupción o “dos referéndums ilegales”. Y la segunda historia: “Nosotros explicaremos qué hemos hecho en estos diez meses”. Pablo Casado arrancó su intervención precisamente con la primera historia de la que había hablado Sánchez, a quien dijo que representaba en el debate a “independentistas y batasunos” y copió a Rivera el final de su intervención en tono positivo: llega el cambio.
A partir de ahí, lo esperado repartido en cuatro actos temáticos. La presión apuntaba al presidente español. Sin necesidad de arriesgar en exceso (lidera las encuestas con un 30% de votos), echó mano de su triángulo de campaña: mostrar sus diez meses de gobierno como la mejor carta de presentación -confrontándolos con los siete años de Rajoy, “apostamos por la justicia social y ellos por los políticos corruptos”-, presentarse como el gran freno de la crispación de las derechas (“en lugar de un detector de mentiras, habría que ponerles un detector de verdades, a ver si dicen alguna”) y para conseguir ambas, conseguir una gran movilización.
“Yo creía que Trump no iba a ganar y ganó; y pensaba que la derecha no pactaría con la ultraderecha en Andalucía y pactaron”, dijo Sánchez. Al ataque en algunos momentos (“el PP ha votado 127 iniciativas en el Parlamento Vasco con Eh-Bildu, ¿de qué color tiene usted manchadas las manos?”), repitió el discurso de él o las derechas (“que España continúe avanzando o retroceda”). Más aún, Sánchez recogió el hilo que la popular Cayetana Álvarez de Toledo dejó la semana pasada y emplazó a Casado a que diga “a sus candidatos y candidatas que cuando una mujer no dice sí, es no”, y metió en varias ocasiones a Vox: “Dígale a sus amigos de la ultraderecha que el vientre de una mujer no es un taxi”.
A falta de una, el popular Casado tenía dos peleas. La primera, contra Sánchez por La Moncloa. En esta pugna echó mano de los balances (siempre positivos) de los gobiernos del PP. En la segunda, con Vox ausente, luchó contra Rivera por liderar el voto útil de la derecha. Dos batallas que en algunos puntos no siguen sin coincidir, ya que los ataques al candidato socialista, más agrios en temas como Catalunya, no resultan suficientes para atraer a un porcentaje del electorado de centro y superar la barrera del 20% de los votos.
El minuto final resumió las intervenciones de Casado (“somos alternativa al gobierno de la izquierda, de los independentistas y de los batasunos”), aunque con dos flancos que cerrar y tantos puntos que remontar, dejó escapar la oportunidad de cerrar ese debate por el liderazgo de la derecha que hoy gana.
Las dos grandes novedades de la política española hace cinco años llegaron a la baja y como dos espejos: Unidas Podemos, como aguijón del PSOE más social; Ciudadanos, como gran impulsor del cambio en Andalucía.
“Nos costó dios y ayuda sacárselo a ustedes”, reprochó Iglesias a Sánchez sobre el salario mínimo interprofesional. Lejos de la posibilidad de sorpasso de las anteriores elecciones, la pugna entre el socialista y el morado fue de bajo perfil. Una de las preocupaciones de Iglesias anoche era si el PSOE pactará con Ciudadanos tras el 28 de abril. Fue Rivera quien, antes de que Iglesias terminara la primera de las interpelaciones a Sánchez, quien rechazó de plano esta opción. El mismo Rivera que dio por hecha en varias ocasiones la posibilidad de que Iglesias termine como “vicepresidente de Sánchez”.
En su primera intervención en el primer bloque, ya pidió a sus colegas que por respeto “a la gente” respondieran a lo que se preguntaba, no se echara mano “del monólogo” y él respondió como lo está haciendo en campaña electoral: con la Constitución española literalmente en la mano. El de Unidas Podemos -el único de los cuatro de anoche que no apoyó el 155 en Catalunya- fue el candidato de la Carta Magna. Desarrolló un perfil tan institucional que rechazó la idea de “juicio farsa” en el Supremo y pidió respeto para “la justicia española, a pesar de todo, merece un respeto”.
Como ha hecho desde que se reincorporó a la política tras su baja por paternidad, Iglesias echó mano del caso Villarejo y de las cloacas del Estado para demostrar que “no nos compra nadie. Por eso nos montaron las cloacas”. Y con el trabajo realizado con el PSOE como aval, pidió “una sola oportunidad. Si después de 4 años no hemos conseguido cambiar nada, no nos voten nunca más”.
Ciudadanos era el otro partido que menos tenía que, como Unidas Podemos, defender en su portería propia. Y Rivera pasó al ataque. Empezó contra Sánchez, pero en el final del primer bloque, el de política económica, giró contra Casado, a quien preguntó dónde estaba cuando el PP subió el IVA y el IRPF, y le soltó, como hizo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que “el milagro del PP está en la cárcel”, mientras sostenía en la mano una foto del exministro Rodrigo Rato.
Como hizo Iglesias con la Constitución, Rivera se valió de diverso material para apoyar sus intervenciones, como la foto enmarcada de la reunión del president de la Generalitat, Joaquim Torra, y Sánchez en La Moncloa, que la tuvo en su atril durante el bloque del modelo territorial. Casado y Rivera se lanzaron a por Sánchez, pero este, sin entrar en la cuestión de los indultos (“hay que respetar la separación de poderes”) terminó de zafarse: “El independentismo y las derechas saben que la independencia no se va a producir”. Rivera fue, por cierto, el que más empeño puso en hablar de Euskadi: cuponazo y Errenteria.
Al debate de anoche le sucedió lo que a los partidos del final de temporada, en los que los dos equipos se juegan algo tan crucial como no descender. Su propia vida: se enfrentan dos equipos que más que los puntos se juegan la vida, el partido de anoche salió nulo. Un empate que no vale a nadie. Como mucho, al que tiene su objetivo más cerca. Hoy se juega el partido de vuelta.