En tiempos de guerra, el amor está tan ausente como presente. Sea en Bilbao en 1936 sea en Siria, Irak o Yemen en 2019. Un ejemplo es el enlace matrimonial que protagonizaron Sebastián Ezquerro y Trinidad Fernández en una hoy desaparecida iglesia de Indautxu. Estos dos primos por vía materna se vieron en la tesitura de suspender la ceremonia de la boda en dos ocasiones por el bombardeo que sufrió la villa el 4 de junio de 1937, tal y como recuerda su hijo Mikel Ezkerro, conocido euskaltzale y promotor de la diáspora vasca en Argentina.

“El sacerdote era don Jesús, no recuerdo el apellido. Era monárquico. Cuando sonaban las sirenas de alerta por el bombardeo, el cura, los novios y los padrinos tenían que salir corriendo de la iglesia hasta un refugio cercano”, precisa Ezkerro. La pareja estaba empadronada en la actual calle Pablo de Alzola, cantón con Autonomía, y tras un primer intento fallido, tuvo que regresar al templo en una segunda ocasión.

Sanos y a salvo, salieron del templo casados, como días antes habían lo habían hecho por lo civil. “La ceremonia la hicieron en el Consulado argentino, país del que era natural mi padre a pesar de su ascendencia vasca. De este modo le concedieron el pasaporte argentino a mi madre”, apostilla Ezkerro. Con aquel documento logró llegar al Estado francés, días antes de la ocupación de Bilbao el 19 de junio de 1937 por los franquistas.

Mikel Ezkerro nació 1938 en Rawson, provincia bonaerense. Anunciado el final de la guerra en el Estado español el 1 de abril de 1939, la familia regresó a Bilbao. Su padre, Sebastián Ezquerro nació en Buenos Aires en 1909 pero se crió en Euskadi desde 1915, en Olabeaga. Era técnico industrial. La madre Trinidad Fernández Azpiroz nació en 1910 en Bilbao, estudió mecanografía y dactilografía. Llegó a ser secretaria apoderada de la empresa en la que trabajaba.

Mikel, entretanto, cursó estudios primarios con los Jesuitas de Indautxu. “Cuando iba a cumplir 12 años regresé con mis padres a Argentina donde estudié todo el Bachillerato con los Jesuitas”, rememora. Fue gerente de ventas y estudió Historia Vasca y colaboró con el mensuario Eusko Lurra Tierra Vasca, dirigido por José Antonio Olivares Larrondo, Tellagorri, y, más adelante, por Pello Mari Irujo Ollo, “hermano menor de don Manuel Irujo”. Ezkerro se dedicó a impartir conferencias en las Euskal Etxeak de Argentina.

Sebastián no era partícipe de la política vasca “aunque sí era demócrata, y por ende antifranquista” recuerda Ezkerro, para a renglón seguido ensalzar que su madre “era muy vasquista, nacionalista vasca; de soltera tenía amistades tanto en el PNV como en el Jagi-Jagi que siguió teniendo bajo el franquismo hasta el regreso a Argentina”. No estaba afiliada a Emakume Abertzale Batza, pero sí lo estaba su mejor amiga, María Rosa Aguinaga. “Desde muy pequeño me enseñó un repertorio de canciones cuyo autor era Sabino de Arana y otros hombres del primitivo nacionalismo vasco”. Tenía advertido por sus mayores que solo las cantara en casa y “en ninguna otra, que no fuera la nuestra”. De hecho, ella en la posguerra pasaba octavillas clandestinas impresas en Iparralde a su confesor en la Quinta Parroquia. “Llegaban a su poder por un miembro de la Resistencia que era de Gernika”, apostilla.

Mikel se crió en ese ambiente mientras que en los Jesuitas sus compañeros “eran unos monárquicos: alfonsistas y carlistas que vivían en Neguri”. No obstante, precisa que también había del PNV, aunque mayores que nosotros, e incluso el hijo del tenebroso gobernador civil de Bizkaia, Genaro Riestra”. El pequeño Mikel fue testigo de la huelga del 1 de Mayo de 1947 y vio volado el busto del general golpista Mola en el Arenal. “También vi caer ikurriñas en San Mamés cuando jugó el San Lorenzo de Almagro, de Argentina, en 1947. Mi madre era la sembradora de lo vasco y mi padre de lo argentino”.

Ezkerro recuerda otro episodio trágico del Bilbao franquista. El asalto a las cárceles del 4 de enero de 1937. Como consecuencia de los bombardeos de la aviación franquista sobre la ciudad algunos ciudadanos republicanos dieron muerte a presos afines a los golpistas. “Entre los fusilados, herido gravemente por la metralla se salvó haciéndose el muerto el entonces novio de una hermana de mi madre que profesaba ideas afines a los sublevados”, relata y va más allá: “Al enterarse del hecho y ante el riesgo al ser llevado a un hospital público, mi madre fue a ver al dirigente del PNV, Julio Jauregi, al que conocía. Este logró que fuese trasladado al sanatorio del Doctor Yarza, teniendo incluso un gudari de custodia para guardar su seguridad personal. Mi madre, incluso, logró además que le recibiera el entonces consejero de Justicia, Jesús María de Leizaola para agradecerle el gesto humanitario”.

Lehendakari aguirre El hijo de Trinidad y Sebastián ha conocido a grandes personalidades vascas. En 1955, con 17 años escuchó un discurso del lehendakari Aguirre en el centro vasco Laurac Bat. “Quedé impactado por su carisma y oratoria”, destaca y recuerda cómo también visitó la casa en Donibane Lohizune de Telesforo Monzón. “Me mostró la habitación donde fue velado el cuerpo de Aguirre tras aceptar la viuda del lehendakari que lo hiciese”.

Conoció, además, al lehendakari zarra, Leizaola, también en el Laurac Bat. “Me lo presentó mi mejor amigo aquí, Pedro María Irujo y volví a verlo en París, en la sede del Gobierno vasco. Poseía una erudición notable y una memoria fuera de lo común recitando a bertsolaris...”, Tambien ha podido conocer a los lehendakaris Garaikoetxea e Ibarretxe.

El matrimonio que se casó bajo las bombas perdió al marido en 1978 en Argentina. “Mi madre viuda, volvió a Euskadi. Habia jurado no hacerlo mientras Franco estuviera en el poder y lo hizo en 1980 y en 1981”, evoca. “Yo, mientras mi salud me lo permita quiero regresar a la patria de los vascos, por aquello de que el tronco vuelve al tronco y la raíz a la raíz”.