Barcelona - El exconseller Joaquim Forn, en prisión preventiva en la cárcel de Lledoners por su participación en el referéndum del 1-O, será el alcaldable por Barcelona después de que el PDeCAT y la Crida Nacional per la República, las dos corrientes posconvergentes, hayan concluido que es su mejor baza una vez que la lista unitaria independentista parece una quimera. Esta decisión evita que ambas marcas concurran a las municipales de mayo por separado, ya que su perfil de persona de consenso puede volver a tejer las complicadas relaciones existentes entre la formación que preside David Bonvehí y el movimiento político impulsado por el president en el exilio Carles Puigdemont. Lo que está pendiente es que esta lista pueda integrar también a un posible proyecto en solitario de Ferran Mascarell y a la plancha soberanista promovida por el filósofo Jordi Graupera. Y es que falta por comprobar el paso de los elegidos en la iniciativa Primàries Barcelona, auspiciada por la ANC y que alzó en las primarias a Graupera con un más que notable éxito de participación. Forn podría llevar además como número dos a la portavoz del Govern Elsa Artadi, quien llevaría el liderazgo ante la situación procesal del exconseller y reforzaría el cariz identitario de una papeleta que podría llevar el nombre de Junts per Barcelona.
Aunque hasta la fecha la exconsellera Neus Munté es la única candidata oficialmente proclamada por el PDeCAT después de vencer en las primarias del pasado mayo, siempre se ha manifestado a favor de hacerse a un lado si se encontraba un candidato con un mayor consenso y con posibilidades de obtener un mejor resultado electoral en unos comicios que se prevén muy disputados. La experiencia de Forn resulta innegable ya que fue concejal en la oposición y primer teniente de alcalde durante el mandato de convergente Xavier Trias. Su candidatura ya cuenta con presencia en Internet, donde desde hace semanas existen dominios preparados para ser activados como el de joaquimforn.barcelona. Si asumiera la condición de alcaldable, dada su situación de privación de libertad y pendiente de juicio, tendría un papel referencial pero, en definitiva, simbólico.
el favoritismo de erc Paralelamente, ERC invalidó unas primarias para sustituir a Alfred Bosch por Ernest Maragall, seguros los republicanos de que por primera vez desde la restauración de los ayuntamientos democráticos tienen ocasión de convertirse en la fuerza más votada en la ciudad condal, lograr un voto más que los comunes y luego pactar con ellos para frenar la ola naranja. En una pugna tan apretada como la del 26 de mayo la alcaldesa Ada Colau (Barcelona en Comú) ya ha decidido que su adversario es Manuel Valls, y viceversa. El ex primer ministro francés, otro aspirante que ha comprado billete hacia la centralidad política, podría anunciar una plancha constitucionalista que dice ser lo más plural posible para quitarse de encima el cliché de presentarse como una candidatura de Ciudadanos con estrella invitada. De ahí la incomodidad que le producen las relaciones andaluzas del partido de Albert Rivera con la ultraderecha emergente de Vox, munición que sus oponentes van a tratar de explotar, incluidos los socialistas, que ven ante sí la oportunidad de reconstruirse en Barcelona, en principio bajo el paraguas de Jaume Collboni. Los comunes quieren llevar el debate electoral al ámbito del funcionamiento de ciudad, que éste se ponga por delante de la cuestión identitaria, aun sabiendo que la gestión de este mandato admite la crítica en aspectos clave, como la seguridad ciudadana, el control del espacio público o las políticas de vivienda. Por su parte, la CUP se sentirá cómoda en el extremo independentista con el objetivo de ser llave decisiva del soberanismo. Al PP no se le auguran buenos datos pese a haberse renovado con Josep Bou.
Barcelona es una ciudad de centroizquierda donde el unionismo de Ciudadanos ha cobrado pujanza en las últimas citas electorales ante la hecatombe socialista. Durante más de tres décadas el PSC, sobre todo con Pasqual Maragall, supo interpretar este sentimiento mayoritario para construir una hegemonía que en e2011 pasó brevemente a manos de una CiU centrada. La enorme fragmentación del voto en 2015 propició el triunfo de Barcelona en Comú, a quien bastaron 176.000 votos -la base electoral de siempre de Iniciativa más la caída de los socialistas- para otorgar a Colau el bastón de alcaldesa.