Parece que fue Voltaire, personaje lúcido y seguramente escarmentado, el autor de la frase con la que se titula este comentario. Eso de que lo mejor es enemigo de lo bueno viene a plantear el error lógico que supone equiparar lo real con lo irreal, la cruda y áspera realidad con alternativas idealizadas. Este principio volteriano debería figurar como supuesto básico en toda negociación para cada uno de los participantes en cualquier pacto entre diferentes. No es mala estrategia comenzar pidiendo la luna, siempre que se tenga asumido hasta dónde se está dispuesto a renunciar en la convicción de que la otra parte está en idéntica disposición.

Viene esto a cuento del fracaso en la negociación de los Presupuestos de la CAV, retirados por el Gobierno tras ni se sabe cuántas alternativas, ahora sí, ahora no, que acabaron mareando al personal que, en definitiva, viene a ser el pagano de esta zarabanda. Ya de salida, dos de los posibles actores se quedaron pidiendo la luna. Unos, Elkarrekin Podemos, planteando unas demandas que sonaban muy bien, pero que ya sabían que eran absolutamente irreales. Otros, el PP, pidiendo la luna incluso fuera del sistema solar porque de lo que se trataba era de las cuentas, no del nuevo estatus. Quedaban pues, mano a mano, el Gobierno PNV/PSE y EH Bildu.

De salida, ya supone un riesgo adicional un debate de Presupuestos con elecciones a la vista y aquí, quién más quién menos, está mirando a mayo y no da puntada sin hilo.

En este panorama, Elkarrekin Podemos se apunta al maximalismo ya que no tiene nada que perder y mucha imagen que ganar. Quédese EH Bildu negociando con el PNV (al PSE ni lo nombra), el partido de la patronal, del capital y de la derechona. Quédese EH Bildu escarbando las migajas que le vaya a dejar el partido de la burguesía en la mesa de negociación, y quede claro a los electores que nosotros somos la verdadera y única izquierda a la que votar.

El PP, escocida aún la herida de la moción de censura, disfraza su rencor envolviéndose en la bandera de esa España que se rompe y decide no sentarse a negociar con el separatismo. Es el espíritu de Pablo Casado. Ah, y de paso espera salivando el colmillo a que los socialistas salven los Presupuestos gracias a EH Bildu, como otra fusta para atizar a Pedro Sánchez.

Y ahí quedaron, mano a mano, Gobierno y EH Bildu, en una representación bufa en la que faltaron los datos y sobraron los trileros. Sería necesario, e higiénico, que el personal conociera al detalle el contenido de las siete reuniones y cinco propuestas que hizo el Gobierno a EH Bildu, cuál era en realidad la cantidad con la que se podía negociar sin poner el riesgo la estabilidad económica de la Comunidad, en qué y en cuánto sobrepasaban ese margen las demandas de EH Bildu y cuáles fueron las razones por las que durante semanas se vino anunciando que se acercaban las posturas.

Y sobre las intenciones reales de ambas partes, de lo que no cabe dudar es del interés objetivo del Gobierno PNV/PSE en que se aprobasen las cuentas. El hecho de que más adelante puedan parchearse algunos de los objetivos no aprobados no suaviza la sensación de fracaso que supone la retirada de las cuentas para cualquier Gobierno. Habría que analizar, por otra parte, qué movió a EH Bildu a recorrer en solitario un camino de acuerdos presupuestarios en viaje a ninguna parte, sin más bagaje que el oído fino a “lo que la calle demanda”, es decir, “sacar de la pobreza a miles de pensionistas, hacer que miles de mujeres puedan llevar una vida autónoma, y fomentar un empleo de calidad”. Nada menos. Con esa intención entre agitadora y utópica, los representantes de EH Bildu negociaron con el Gobierno ante la estupefacción furibunda de Txiki Muñoz que desde su púlpito de ELA les advirtió que ni se les ocurriera. No debería sorprender la fragilidad de esas negociaciones, cuando en pleno proceso Arnaldo Otegi clamaba contra esos “Presupuestos de Confebask”, cuando un escalofrío recorría el espinazo de amplios sectores de esa sensibilidad política solo de pensar que ese acuerdo iba a dejar todo el espacio de la izquierda parlamentaria a Elkarrekin Podemos, competidor directo. Ello hace pensar que, en el fondo, no había voluntad real de llegar al acuerdo.

Queda también claro que una vez más los políticos han fracasado, y que la argumentación era así de cutre: si sale bien, ha sido gracias a mí; si sale mal, ha sido culpa del otro. No ha habido acuerdo para “sacar de la pobreza a miles de pensionistas, hacer que miles de mujeres puedan llevar una vida autónoma, y fomentar un empleo de calidad”. La caja no daba para más y por pretender lo mejor, nos hemos quedado sin lo bueno. Ya lo dijo Voltaire.