Las elecciones en Andalucía han marcado un antes y un después en Podemos, inmerso en una intensa reflexión sobre las causas que le han hecho perder 300.000 votos y cuál debe ser la estrategia para recuperarlos y afrontar el riesgo de perder relevancia nacional. Será ese el objetivo de la próxima reunión del “gobierno en la sombra” de Pablo Iglesias, el consejo de sabios que llaman Rumbo 2020, y que aún no tiene fecha aunque es muy posible que se convoque en unos diez días, según fuentes de la dirección.

De momento, Podemos se ha agarrado estos días a su reivindicación de una república feminista como recambio para una monarquía con “sombras de corrupción”. Pero con ese discurso -tenga más o menos éxito entre los suyos- no afronta el reto de recuperar el terreno perdido y superar el umbral del 18% de los votos que le dan hasta sus encuestas internas. En las últimas generales Unidos Podemos, ya aliado con IU y sus confluencias, logró un 21,1% y 71 diputados, de los que luego perdió los cuatro de Compromìs que decidieron pasar al Grupo Mixto, dejándoles con 67 escaños. Ya eran menos de los 69 que en 2015 logró con el 20,6% de los sufragios en los comicios generales, en los que IU-Unidad Popular se quedó con 2 y un 3,6%.

El último examen ha sido Andalucía, y parece que la gestión del conflicto en Catalunya le ha rentado más a las fuerzas de la derecha y ha sido quizá el principal caldo de cultivo para la irrupción de Vox. A partir de ahora y en puertas del nuevo ciclo electoral para las autonómicas, municipales y europeas de mayo, Podemos y Adelante Andalucía tienen la responsabilidad de decidir cómo se sitúan en las negociaciones para formar gobierno porque esa va a ser una de las claves para determinar si remontan o se quedan fuera de juego, como reconocen algunos de sus diputados. Ya saben por Andalucía que un discurso en tono regional o local no es vacuna suficiente para anular el avance de la extrema derecha y tendrán que repensar mucho cómo explicar su no a cualquiera de las fórmulas de gobierno que serían factibles. Al mismo tiempo, no todos en Podemos comparten los llamamientos a la “alerta antifascista” declarada por Iglesias la misma noche electoral.

Íñigo Errejón decía esta semana que “no hay 400.000 fascistas en Andalucía” y llamaba a la “humildad” y la “autocrítica” a su partido, convencido de que Vox “es un síntoma” del malestar y el hartazgo, pero “no el mal”. Encontrar la fórmula para recuperar el voto de quienes optan por la abstención porque se han quedado “huérfanos de referentes” es una de sus tareas pendientes, y puede que Errejón sea uno de lo que más tengan que perder si en Madrid se replica lo que ha pasado en Andalucía, algo ya nada descartable.

En la cúpula estatal también hay dudas sobre si esa llamada de Iglesias a la “alerta antifascista” fue excesiva y si les conviene rebajar el tono, uno de los dilemas que tienen que resolver antes de que se ponga en marcha otra vez el reloj electoral. La opción del adelanto las generales, ya desinflada por el Gobierno, siguen sin descartarla en Podemos, que quiere estar preparado por si el presidente Pedro Sánchez de pronto quiere poner fin a la legislatura. Así que Podemos ya ha convocado el proceso de primarias para las generales. Entre el 15 y 20 de diciembre los inscritos de la formación morada votarán para elegir las listas al Congreso y al Senado y reconfirmar a Iglesias como su candidato a La Moncloa.

La lista que Iglesias prepara para presentar a las generales es muy distinta de la candidatura que llevaron al Congreso en 2015 y 2016, una lista más pablista que nunca y con pocas disidencias. De ella desaparecen prácticamente los miembros de las dos corrientes críticas del partido: los errejonistas, más concentrados ya en acompañar a Errejón en su batalla madrileña; y los anticapitalistas, que han renunciado a participar en unas primarias -dicen- convocadas con “calzador” y cuando no tocaba.