VITORIA - Devota de la Esperanza de Triana, en cuya capilla se casó con José María Moriche, mileurista en una editorial y costalero del Cristo de las Tres Caídas en la madrugá; Susana Díaz (Sevilla, 18-X-1974), trianera de pro, nació para mandar en el Socialato aunque narre esa Andalucía irreal de cuento, como si ella fuera Caperucita, culpando del pasado al menguante presente, soslayando los ERE y los datos de la tierra con más paro del Estado. Orgullosa de ser de la “casta de los fontaneros”, repite sin cesar cómo le cundieron los estudios mediante becas aunque se tirara diez años para sacarse Derecho mientras idolatraba a Felipe tanto como detesta a Sánchez, ante quien hincó la rodilla, para pasmo de su hinchada, en las primarias tras dar todo un golpe de Estado en Ferraz. Pero en San Telmo le basta con el voto del socialismo de las rentas sentimentales.

Su personalismo y su gravidez universal conforman esa religión de diosa madre que es el susanismo, aunque ella misma haya reconocido que le aburre la gestión y gobernanza. “Solo piensa en ella”, dijo uno de los suyos cuando vio cómo dejaba tirados a sus compañeros para entrar en las listas del Ayuntamiento de Sevilla. Aquella muchacha de pelo castaño oscuro que se sentaba en un escaño del Parlamento andaluz luce ahora esa melena ondulada con mechas claras tirando a rubia ataviada de sus chaquetas rojo chillón y sus vaporosas camisas blancas. Católica creyente, bética y de Morante de la Puebla, degusta novelas históricas, como lo fue la primera victoria en las urnas de una mujer en Andalucía el 22 de mayo de 2015, ese día en que ideó el jaque mate a quien hoy es su secretario general y presidente español, que apenas se ha dejado ver en su campaña. Moviéndose siempre entre las bambalinas del juego poco limpio, el socialismo centralista superará los 40 años en el poder porque hay mucho andaluz que aún se revuelve a quien niega estas siglas aunque al PSOE le funcione decir que defiende a los pobres que, cifras en mano, se dedica a fabricar. - I. S. M.