sevilla - Juanma Moreno Bonilla, candidato del PP a la Junta de Andalucía, no estaba en la libreta de Pablo Casado tras su apoyo explícito a Soraya Sáenz de Santamaría. Pero el nuevo líder de Génova prefiero no mover las fichas y optar por el decoro. Ahora bien, un batacazo popular mañana en la tierra del socialismo sociológico podría propinar el primer K.O. de quien tomó el relevo de Mariano Rajoy y, quién sabe, si el principio de su esquela política en el partido. Si empezó la campaña con el fantasma del sorpasso de Ciudadanos, la acaba con la amenaza de la irrupción de Vox en la política estatal, que podría coartar el altavoz del PP. “Ésta sigue siendo vuestra casa”, aseveraba estos días Casado a todo quien quisiera oírle, y es que en su propio equipo reconocen que ha introducido ciertos temas ideológicos y de identidad, desde el “golpismo” catalán al pacto de Pedro Sánchez con PNV y EH Bildu que puede “romper la caja única”, porque son asuntos que esperan escuchar los potenciales votantes de la fuerza de Santiago Abascal. Es decir, la unidad de España frente al separatismo, la inmigración o la recentralización de competencias en Educación usando a Catalunya como ariete.

Para ello no ha dudado en emplear un lenguaje más agresivo y polémico, como cuando advirtió de que en el Estado no caben quienes no respeten costumbres occidentales y dijo que aquí “no hay ni ablación de clítoris ni se matan los carneros en casa”. Casado, capaz de pedir el voto a una vaca en su visita a una ganadería, sostiene que no piensa “regañar” al votante decepcionado sino que busca volverlo a “enamorar” para refundar el centroderecha, como demanda el expresidente español José María Aznar, uno de sus escuderos estos meses. Pero en su discurso ha tirado a dar a todo lo que se le ha puesto por el medio: los 40 años de socialismo en Andalucía, la corrupción de los ERE o la “humillación histórica” de España en la negociación del brexit sobre Gibraltar. Si los números no le dan a la derecha para gobernar y el PP se ve superado por la formación de Albert Rivera, el futuro de Casado al frente del partido quedaría seriamente tocado pese a llevar solo cuatro meses en el cargo y ante la avalancha de citas electorales que se avecinan, incluso una repetición de los comicios andaluces. El líder del PP, que ha estado finalmente doce de los quince días de campaña, ha sido con creces el dirigente político que más actos ha hecho en estas dos semanas con un mensaje centralista “sin complejos”.

críticas internas Sus propuestas no están siendo además bien recibidas en todos los sectores del PP, que no entienden que se adopten sin la más mínima discusión. Es el caso, por ejemplo, de la reforma de la ley del Poder Judicial, en lo que se refiere a la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial por los jueces, que Casado tradujo en la vuelta a la ley anterior a 1985, tras la ruptura del acuerdo con el PSOE. Esta medida no se había discutido en el partido. Hasta enero no se celebrará la convención programática del PP, ya que el congreso de julio se limitó a la elección de su líder, pero hay temas que ha llevado adelante para sorpresa de muchos de sus compañeros. Al final de su campaña hizo la propuesta de ampliación de la prisión permanente revisable o devolver al Estado la competencia de prisiones que tiene Catalunya, o la CAV en su Estatuto pero sin transferir. Tampoco han entendido muchos que encargue la preparación de ese debate ideológico a Adolfo Suárez Illana, a quien nombró presidente de la nueva fundación del PP, Concordia.

Los temas que maneja son claros. En cuanto al aborto, quiere volver a la ley de 1985, la de supuestos, y acabar con la de plazos de Zapatero, del 2010. El PP se opuso siempre a esta ley, que llevó al Tribunal Constitucional, con un recurso aún pendiente de resolución. La mayoría del partido cree que, después de ocho años de vigencia de la ley de plazos, la sociedad no la cuestiona. Respecto a Catalunya sí tiene apoyo rotundo, aunque hay voces que aconsejan que no se hable de “golpe de Estado”. Incluso algún exministro de Rajoy, hoy en las filas de Casado, le ha aconsejado que hable de “golpe al Estado” y no “golpe de Estado”. También le censuran desde dentro por certificar que el PP comparte con Vox los mismos valores esenciales. “El PP no está de acuerdo con la supresión de las autonomías, ni puede estarlo. Es una barbaridad”, señalan sus críticos. Asimismo, hay dos sectores que no están cómodos con el discurso de su líder sobre Educación. Hay quienes no entienden que gaste tanto esfuerzo en la defensa de la educación concertada; y presidentes autonómicos, como el gallego Alberto Núñez Feijóo, o el de Castilla y León Juan Vicente Herrera, a quienes les rechina la recentralización.