Sin un claro favorito, y con demasiadas ambiciones personales y colectivas, a falta todavía de ocho meses para la cita con las urnas, Barcelona se erige en un bastión donde la batalla se dirimirá en clave identitaria: independentismo contra unionismo, a modo de una segunda vuelta del 21-D, y con un as a derribar, el bastón de mando de la actual regidora, Ada Colau, asediada por los contrarios y desde algún sector de las propias filas comunes. Para más inri, la confirmación de la entrada en combate de Manuel Valls, ex primer ministro francés, cuestiona en el soberanismo la idoneidad de ir en lista conjunta o, como todo apunta, por separado. Para el secesionismo, instalarse en el otro lado de la plaza de Sant Jaume acrecentaría exponencialmente su pulso con el Estado español, a la espera de si para entonces habrá sentencia a sus líderes encarcelados o una solución pactada. Mientras, la alcaldesa ha sufrido esta legislatura todo tipo de turbulencias: la ruptura de Barcelona en Comú con el PSC, la gestión del turismo o la problemática de la vivienda.

En el universo complejo de la extinta Convergència y alrededor de Carles Puigdemont, pese a su exilio belga, la intención de una plancha unitaria no admite dudas. Y no solo lo asume el president Quim Torra, sino también el presidente del PDeCAT, David Bonvehí, quien animó a Ernest Maragall, el candidato de ERC tras apearse del camino Alfred Bosch, a replantearse la negativa de su formación a que el independentismo vaya de la mano reeditando aquel Junts pel Sí -Crida por Barcelona en versión moderna-, estrategia que apoya incluso el exalcalde Xavier Trias. El partido eligió el pasado mayo, en primarias, a una alcaldable, Neus Munté, que muy pocos creen que acabe encabezando lista alguna, puesto que las papeletas están en las manos del delegado de la Generalitat en Madrid, Ferran Mascarell, buen conocedor de la ciudad, con el exjefe del Govern como valedor desde Waterloo, y con el bagaje de haber sido exconcejal de Cultura de la ciudad condal.

valls, unionismo transversal Probada la incapacidad de tejer alianzas postelectorales, los contendientes tienen presente en sus cálculos que será alcalde quien gane aunque solo sea por un voto de diferencia. Los comunes, después de perder la referencia de su líder a nivel de toda Catalunya y con la diferencias sabidas que existen en su relación con el Podemos más centralista, no ven con desagrado tener enfrente a un rival como Valls, a quien pueden etiquetar como el aspirante de la oligarquía y los poderosos. El exdirigente galo huye de identificarse como el candidato de Ciutadans para promover una lista transversal pero, desde luego, enfrentada al secesionismo y con las plataformas constitucionalistas de su lado, mientras el PP baraja si confiar nuevamente en Alberto Fernández, que se patea la ciudad como concejal en busca de cualquier elemento que pueda censurar a Colau. El PSC escogió en primarias al repetidor Jaume Collboni, pero Valls necesita de los votos socialistas y para ello tiene como principal asesor al que fuera jefe de gabinete de Pasqual Maragall entre 1983 y 1996, Xavier Roig. Con él a su lado, Maragall, el olímpico, ganó los comicios de 1983, 1987, 1991 y 1995. Es decir, fue el cocinero de aquella Barcelona que sufrió una gran transformación con los Juegos de 1992.

El desconocimiento de Valls de Barcelona es obvio, porque no sabe ni el número de barrios que coexisten, pero su sola presencia obligó ya a ERC a prescindir de Bosch, solvente hombre de letras, y entregarse a Ernest, perro viejo de la política y curtido en mil batallas en su reconversión desde el socialismo al independentismo, decisión tomada desde la cárcel de Lledoners, donde aún sigue en prisión preventiva Oriol Junqueras. Hay quien ha definido este escenario como un duelo entre un muñeco roto de la política francesa frente a una antigua gloria a quien se le pide un penúltimo sacrificio.

Cabe recordar que en 2015 las municipales se resolvieron en un clima de falsa previsibilidad, porque pocos daban un euro por Ada Colau, error que cometió la CiU de Trias, y se convirtió en la primera mujer alcaldesa en la historia de la ciudad pese a contar con solo 11 de los 41 concejales. La legislatura ha avanzado sin embargo con acusaciones de desgobierno, desorientación y hasta fatiga, pero su figura continúa teniendo tanto tirón que hasta se habló de ella como posible aspirante a pujar por la Generalitat. Desde el unionismo se le ha tachado de ir de la mano del independentismo reclamando el derecho a decidir en un referéndum pactado, mientras desde el soberanismo se le ha acusado de no terminar de mojarse del todo en un clima donde los extremos no dejan de tocarse, y más en estas semanas donde el primer aniversario del 1-O y la declaración de ruptura y república del día 27 lo copa todo. A Colau le ha salido otro enemigo desde la mismísima calle, de donde ella salió como líder de los grupos que luchaban contra los desahucios: la plataforma ciudadana Barcelona Com Tu del abogado Daniel Vosseler, muy crítico con la regidora y que con cierto apoyo vecinal pretende superar “la parálisis de su gestión y la falta de alternativas con una propuesta abierta y versátil”.

el maragall olímpico Desde luego, la pugna se encarniza en todos los frentes. En el independentista habrá que ver cómo conjugan Maragall y Mascarell sus propósitos después de haber sido estrechos colaboradores de Pasqual y compañeros de Govern en la época del tripartito. Y habrá que comprobar cuánto voto les rascará la CUP, donde lo que no importa tanto es su rostro visible. Por su parte, Ciutadans, que no ha logrado un solo alcalde en sus doce años de recorrido en la política municipal catalana, tiene marcado en naranja las elecciones de 2019. Y el PSC será otro que tire del alma maragallista, desde Pedro Sánchez corriendo con la camiseta vintage de Barcelona’92 por la Moncloa hasta el propio Collboni, que no pierde la ocasión de blandir el “sueño metropolitano” y de cargar contra Colau por “falta de liderazgo”. Una alcaldesa que, para más inri, siempre ha señalado que “Pasqual Maragall ha sido el mejor alcalde que ha tenido nunca Barcelona”.

Las probabilidades de que una fuerza pueda sacar mayoría absoluta son remotas. Está por ver si el debate se centrará en el modelo de ciudad o si el discurso identitario y el procés lo acapararán todo, a expensas de cómo discurrirá en la política estatal la solución al conflicto catalán.