El nombramiento de Begoña Gómez, mujer del presidente español Pedro Sánchez, como directora de un centro de innovación para África dependiente del Instituto de Empresa, siguió provocando reacciones ayer en el ámbito político. Ciudadanos lo calificó de “nombramiento a dedo” y exigió explicaciones. La ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, defendió que es “una profesional que lleva muchísimos años trabajando en ese sector y sigue en el mundo privado”. Tras el chaparrón de críticas que el PP vertió la víspera, Pablo Casado se limitó a decir que es “muy respetuoso con los temas personales y privados” de sus “adversarios políticos”. Quizás por la gran relevancia pública de otras consortes de inquilinos de La Moncloa, tanto del PSOE como del PP.

Efectivamente, Carmen Romero (Sevilla, 1946), exmujer de Felipe González, y Ana Botella (Madrid, 1954), esposa de José María Aznar, saltaron a la política al terminar el mandato de sus respectivos maridos. La primera fue diputada y europarlamentaria, pero antes, cuando irrumpió en Moncloa en 1982 junto a González, fue la primera mujer con trabajo propio e independiente que asumía el papel de primera dama.

Licenciada en Derecho, Ana Botella renunció a su trabajo en la administración con el nombramiento de Aznar como presidente del Gobierno español en 1996. Durante su estancia en La Moncloa se implicó activamente en la actividad institucional, acompañando a su marido en los viajes de Estado, participando en actos públicos y gestionando su propia agenda. Finalmente, la anunciada despedida de Aznar, al rehusar presentarse a una segunda reelección, coincidió con la entrada de Botella en política: elegida concejal del Ayuntamiento de Madrid en 2003 y reelegida cuatro años después, accedió a la Alcaldía el 27 de diciembre de 2011, sin pasar por las urnas, tras la salida de Alberto Ruiz-Gallardón al ser nombrado ministro de Justicia por Mariano Rajoy. Botella no concurrió a las municipales de 2015 pero antes, en 2013, tuvo tiempo de dejar una frase para la historia: “Relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor”, durante la defensa, finalmente infructuosa, de la candidatura olímpica de Madrid 2020.

Esta sobreexposición pública de las primeras damas de La Moncloa cambió de forma radical con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la presidencia del Gobierno, el 14 de marzo de 2004, dejando en papel mojado todas las encuestas que pronosticaban una cómoda victoria del candidato popular, Mariano Rajoy. “Soy una ciudadana anónima a la que el pueblo no ha votado” y “siempre mantendré mi vida privada” son dos frases que se atribuyen a su mujer, Sonsoles Espinosa (Ávila, 1961).

Cantante soprano de profesión, durante sus dos legislaturas en La Moncloa ocupó su tiempo con sus dos hijas y con los coros. Así, redujo al mínimo su presencia en actos públicos y apenas acompañó a su marido en viajes oficiales. Al contrario que Romero y Botella, no tenía ambiciones políticas, y de hecho su labor como cantante fue una bendición porque le permitió viajar de forma anónima por el mundo. Este celo por su intimidad y la de los suyos se trasladó a la propia residencia oficial, donde se restringieron los accesos entre la zona donde trabajaban funcionarios y altos cargos, y aquella donde habitaba la familia presidencial.

Este perfil bajo de Sonsoles Espinosa coincidió, como si fueran dos caras de la misma moneda, con el de la esposa del principal rival de Zapatero, el delfín de Aznar, Mariano Rajoy, casado con Elvira Fernández (Pontevedra, 1965), diez años más joven que él. Licenciada en Económicas, trabajó en el departamento de Control Presupuestario de Antena 3 y después en Telefónica. En 2015 pidió una excedencia para dedicarse por completo a sus dos hijos en Moncloa; antes solo lo había hecho para apoyar a su marido en campaña electoral. El resto del tiempo se esforzó al máximo por pasar desapercibida.

Rajoy perdió frente a Zapatero en las citas electorales de 2004 y 2008. No fue hasta 2011 cuando logró acceder a la presidencia del Ejecutivo en detrimento de Alfredo Pérez Rubalcaba, candidato de un PSOE aplastado por los efectos de la crisis económica y por los recortes que se vio obligado a aplicar Zapatero, que decretó un adelanto electoral. El político gallego ganó dos elecciones más, en 2015 y 2016 -tras la primera sesión de investidura fallida de la democracia-, esta vez ante Pedro Sánchez.

Pero algo había cambiado para entonces. La mujer de Sánchez, Begoña Gómez (Bilbao, 1975), asumió un papel protagonista desde el principio, en primer lugar durante el acto que culminó la proclamación de su marido como aspirante a La Moncloa: al más puro estilo norteamericano, con los dos saludando desde el escenario a sus fieles y con una enorme bandera española de fondo. No pocos interpretan la moción de censura que desalojó a Rajoy y elevó a Sánchez como una victoria de la pareja.