El choque de trenes se otea en el horizonte. Génova 13, el edificio donde los tejemanejes de la corrupción han hecho saltar por los aires, años después, a un Gobierno en ejercicio y a su presidente, Mariano Rajoy, se prepara para ser un campo de batalla después de que se esfumara la opción de la candidatura de consenso que iba a liderar, a priori, Alberto Núñez Feijóo. El máximo dirigente de la Xunta se ha aferrado a su compromiso con el pueblo gallego para quedarse en Monte Pío, aunque las malas lenguas, y hasta las buenas, aluden a supuestos informes en el despacho de Sáenz de Santamaría donde este volvería a quedar en entredicho por su presunta relación con el narco Marcial Dorado. De este modo se alumbra un escenario donde se repelen dos trasatlánticos: María Dolores de Cospedal y la citada exvicepresidenta, almas irreconciliables de enemistad bien conocida que previsiblemente estalle en el congreso de los próximos 20 y 21 de julio.
Ni se dirigen la palabra, en buena parte, comentan, porque Rajoy fue quien fomentó esta feroz competencia entre quienes ejercían como número dos del PP y número dos del Gobierno, cada una con sus peones. De esta pugna pretende sacar tajada el vicesecretario de Comunicación, Pablo Casado, y es que, aunque su dominio territorial es flojo, puede capitalizar el voto joven y abrir una tercera vía, aún temprano para aventurar si con opciones o pensando en pactar con el caballo ganador. En su contra está la investigación por sus estudios universitarios. El resto de los aspirantes, el exministro José Manuel García Margallo, el diputado José Ramón García Hernández y el edil Elio Cabanes carecen de opciones. El exconcejal José Luis Bayo está pendiente de que hoy mismo el PP le confirme que sus avales no son válidos porque todos no están al corriente del pago de la cuota. Amenaza con acudir a los tribunales por haber quedado fuera de la carrera.
el poder del la vicepresidenta Sáenz de Santamaría ya se ha granjeado el respaldo de exministros como De la Serna y Méndez de Vigo, pero esta pucelana de 47 años tendrá que afanarse para revertir la mala imagen que tiene dentro del partido, donde anidan muchas desconfianzas hacia ella, y es que la acumulación de poder en sus manos fue visto con recelo en el seno popular, y no solo por los titulares de carteras más veteranos, agrupados en el llamado G8. Tras 18 años al lado de Rajoy, desde que siendo abogada del Estado pasó a integrar aquel equipo de Aznar, fue pisando fuerte en distintos cargos, como secretaria de Política Autonómica y Local del PP y portavoz del grupo, etapa en el Congreso donde le subía la adrenalina en la oposición con aquellos envites con los socialistas Fernández de la Vega y Rubalcaba. Sáenz de Santamaría ha vivido desde la mayoría absoluta que la situó como vicepresidenta hasta la delicada gestión del procés catalán que le fue a la contra. Tras las elecciones de 2016 se quedó sin la portavocía del Gobierno pero sumó al Ministerio de Presidencia las competencias de Administraciones Territoriales. Sus más críticos ahondan en que no se dedicó a proteger las siglas de la fuerza conservadora cuando azotaron los casos de corrupción, y su lejanía de las bases. Al otro lado, la exministra de Defensa y secretaria general del PP, fue la que dio la cara y hasta, como admite, se la partieron en más de una ocasión cuando tuvo que detallar el despido de Bárcenas y la famosa “indemnización en diferido”.
la otra número dos La andadura de Cospedal empezó a forjarse en los gobiernos de Aznar en los que fue subsecretaria de dos ministerios y continuó en la Comunidad de Madrid que presidía Esperanza Aguirre, como consejera de Transportes. En 2008, en el convulso congreso de Valencia, Rajoy, ahora en Santa Pola en su plaza de registrador de la propiedad, la aupó a la Secretaría General, y con ella llegarían las históricas victorias electorales. Amén de su propio gran triunfo para presidir Castilla La Mancha, compaginando durante cuatro años el cargo de máxima dirigente autonómica con el de número dos del partido. Pero luego le tocó dirimir más de un terremoto con la trama Gürtel y el caso Bárcenas, un duro papel que le llevó incluso a enfrentarse en los tribunales con el extesorero.
Aquello le supuso un gran desgaste en un trance donde se produjo además un distanciamiento entre el Ejecutivo y la formación de centroderecha, acosada ya por Ciudadanos. Para más inri, en su comunidad aplicó con más rigor que nadie las recetas de ajuste para manejar las cuentas públicas. Pese a la reducción récord del déficit, en su contra anida una gestión que fue muy cuestionada en lo social, una reforma de la ley electoral conflictiva o acusaciones de manipulación en su televisión pública. Sin Gobierno regional, el expresidente repobló la cúpula del PP con caras nuevas en su remodelación de junio de 2015, y ahí es donde irrumpió Pablo Casado.
el ambicioso casado “Yo sí quiero presidir el PP; no podemos arrastrar los pies durante toda una semana para pensar quién quiere liderar un partido que es uno de los pilares fundamentales del sistema democrático español”, confirmó el propio Casado en las puertas de Génova. Aunque siempre ha sonado como referente de futuro, este palentino de 37 años, diputado por Ávila, abogado y economista, nunca ha escondido su ambición en su meteórica carrera en el PP, donde entró en 2003 y solo dos años después fue elegido presidente de Nuevas Generaciones, cargo al que accedió, como le gusta subrayar, con el voto de los militantes, y que ocupó durante ocho años, hasta 2013. Además, fue diputado en la Asamblea de Madrid entre 2007 y 2009, años en los que era presidenta de la Comunidad Esperanza Aguirre.
Después dejó su escaño para ser director del gabinete Aznar. Cuando Rajoy decidió renovar la dirección le nombró vicesecretario de Comunicación y se ha trabajado muy mucho su exposición mediática en calidad de portavoz. “Si alguna vez me tiene que renovar alguien, que me renueve Pablo Casado, que es un tío fantástico”, llegó a proclamar Aznar. Pero también hay quien no ve nada clara su trayectoria cuando está pendiente de la investigación sobre el máster que cursó en la Universidad Rey Juan Carlos, y la velocidad de crucero con la que aprobó asignaturas de Derecho o la forma en la que obtuvo títulos de universidades extranjeras. Es más, el mismo PP le está investigando por usar información personal de los afiliados a la hora de recoger los avales, donde partía como líder.
margallo, el verso suelto El cuarto en discordia, García-Margallo, el verso suelto de 73 años, ya ha proclamado que esto “no es un concurso de bellleza sino de ideas”, o lo que es lo mismo, que la telegenia no debería puntuar alto. Ya cuando era ministro de Asuntos Exteriores era sabida su forma desinhibida de expresarse, que no siempre coincidía con la postura oficial de la mayoría de sus correligionarios. Es célebre su falta de sintonía con Sáenz de Santamaría durante los años en que coincidieron en el Ejecutivo, y que creció cuando Rajoy dijo que se apartaba de la Presidencia del PP. Fue entonces cuando Margallo -licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto e inspector de Finanzas del Estado desde 1968, y europeísta convencido-, aireó que iba a hacer “todo lo posible” para impedir que la exvicepresidenta ocupara la portavocía en el Congreso. En varias ocasiones la ha culpado de tomar “decisiones equivocadas”, especialmente en Catalunya, y de ser “la única responsable” de todas las soluciones estratégicas.
Rajoy dejó de lado a García-Margallo en noviembre de 2016, tras la legislatura fallida que obligó a repetir elecciones, por lo que ejerció casi cinco años como titular de Exteriores, sin obviar ningún tema por polémico que fuera: desde Catalunya a Gibraltar o Venezuela, y dotó a la política exterior de un nuevo marco legislativo con la aprobación de numerosas leyes. Diputado y presidente de la Comisión mixta de Seguridad Nacional, hace valer su experiencia en asuntos de la UE y sus conocimientos económicos. Se le atribuyó ser cabecilla del llamado G8, el grupo de los ocho ministros más cercanos y amigos del entonces presidente, aunque se distanciaron.
candidatos sin empuje Por su parte, la de José Luis Bayo, otro exlíder de Nuevas Generaciones, se presenta como una candidatura sin chance, al representar, por su juventud, el mismo espacio de Casado. Además, está prácticamente fuera de la carrera porque buena parte de sus avales no están al corriente del pago de las cuotas.
Por último, otros dos nombres. El actual secretario ejecutivo de Relaciones Internacionales del PP y portavoz de Exteriores, José Ramón Hernández, es el segundo diputado por Ávila que se postula para suceder a Rajoy. De 46 años y diplomático de carrera, se tiene por “menos conservador que Rajoy”. En la última Junta directiva nacional fue uno de los pocos que alzó su voz para reclamar un debate ideológico. “La sociedad ha cambiado y necesita otro PP”. Elio Cabanes, concejal del PP en el municipio valenciano, se ha subido también al tren después de acusar a Rajoy en su día de “entregar España a los separatistas”.
Y es que el PP aparece como un partido agotado, sin debate y formas alejadas de lo que esperan los ciudadanos de 2018. Empeñado en que su política fuera el silencio, la disciplina y el disfrute del poder, se quedó sin nada que decir a su país.