Un año después, Eguzki Urteaga, profesor de Sociología de la UPV/EHU, y Fabián Laespada, profesor de la Universidad de Deusto, analizan lo que supuso el desarme de ETA, un hecho atípico en el que fue clave la participación de la sociedad civil.

Para Urteaga , “fue un paso adelante en el proceso de paz que empezó con el anuncio del fin de la lucha armada en 2011. Fue importante tanto por la entrega de buena parte del arsenal que se hallaba bajo el control de esta organización como por el camino que condujo a él. En efecto, ese desarme se produjo después de cinco años de inmovilismo de los Estados español y francés, sobre todo en materia de política penitenciaria, y tras la operación de Luhuso que provocó una gran movilización tanto de la sociedad civil organizada como de los partidos políticos y de las instituciones de Iparralde, así como una toma de conciencia del Estado galo sobre la necesidad de evitar una repetición de semejante episodio y la necesidad de distanciarse del Estado español para desarrollar una política propia en materia de paz”.

A juicio del profesor de la UPV/EHU, ETA entregó, por mediación de los Artesanos de la Paz, la totalidad del arsenal que se encontraba bajo su control y al que pudo acceder sin correr el riesgo de asistir a la detención de sus miembros encargados del decomiso, de la agrupación y del desplazamiento de sus arsenales. “Esto significa que parte del arsenal no pudo ser entregado porque los zulos estaban previamente localizados y presumiblemente vigilados por la policía. En todo caso, el Gobierno galo reconoció oficialmente que el desarme de ETA fue total, lo que despeja cualquier duda en cuanto a su efectividad y alcance”, apunta.

Urteaga, doctor en Sociología, hace un repaso a la actuación que tuvo tanto la sociedad civil como las instituciones. “El papel de la sociedad civil organizada de Iparralde fue clave, tanto para desbloquear la situación que se hallaba en una situación de impasse como para el desarrollo del desarme. En efecto, si los Artesanos de la Paz no hubiesen llevado a cabo la iniciativa de Luhuso y, a pesar de las detenciones e imputaciones de sus principales miembros, no hubieran proseguido con su iniciativa, es poco probable que el desarme hubiese sido llevado a cabo por ETA en las condiciones en las que se produjo y que el Estado francés hubiera dado su visto bueno. A ello se añade el papel notable que jugaron las instituciones vascas y, especialmente, la Mancomunidad Vasca de reciente creación que, bajo el impulso de su presidente, Jean-René Etchegaray, asumió un riesgo político y el liderazgo institucional. Todo ello se hizo en estrecha colaboración con los gobiernos vasco y navarro que aportaron, en todo momento, su apoyo y contribución”, asegura.

Tras el anuncio del final de la actividad armada (20 octubre 2011) y el desarme (8 abril 2017), a ETA le queda un paso, la disolución. “ETA está a punto de acabar su proceso de debate interno que culminará con la votación a favor, presumiblemente, del final de ETA como organización. Esta desaparición se inscribe en los procesos análogos llevados a cabo a nivel internacional basados en el desarme, la desmovilización y la reintegración (DDR). Según el Foro Social, esta desaparición de ETA debería acontecer antes del verano, lo que propiciaría potencialmente la flexibilización de la política penitenciaria en general y el acercamiento de los presos al País Vasco y su paso al segundo grado en particular. Sin esperar ese anuncio, el Gobierno galo ya ha empezado a retirar el estatus de DPS a varios presos de ETA y ha acercado recientemente a siete detenidos vascos a las cárceles de Mont-de-Marsan y Lannemezan situadas a cierta proximidad de Iparralde”, asegura.

“Una mascarada” Mucho más crítico se muestra Fabián Laespada. Para quien fuera la figura visible de Gesto por la Paz, lo que acaeció en Baiona hace un año no dejó de ser una mascarada organizada para honra y orgullo de ETA. “Mi opinión personal es que fue una romería y un sinsentido. Una vez más se hirió a la sensibilidad de las víctimas. Veníamos de lo sucedido en febrero de 2014 en aquel esperpento de entrega de armas. Todo formaba parte de una ceremonia de la confusión, de querer hacer un totum revolutum de un final que se debía haber producido mucho antes, tal como reclamaba la sociedad vasca. Ellos querían hacer su pequeña mascarada. Ya sabemos que en Iparralde la mascarada se hace en los carnavales y fue un querer parecer algo que no era. A mí, lo sucedido el 8 de abril del pasado año me resultó que se convirtió en una pequeña mascarada”, asegura.

Laespada cree que desde la izquierda abertzale se han medido muy buen los pasos para estar siempre en el ojo del huracán político. “Llevamos intentando poner el final de ETA desde hace mucho tiempo. Lo del 8 de abril del pasado año tuvo una gran repercusión en la prensa. Eso lo que ellos querían. Lo anunciaron como si fuera el non plus ultra. Ahora lo intentan alargar constantemente. La izquierda abertzale sigue creyendo en la épica de la lucha armada y que somos un pueblo que ha sido agredido por dos estados. Por eso pretenden alargar lo que consideran una épica”, señala.

Y con la vista puesta en lo que puede suceder en el plazo de unos meses, la disolución de ETA, Laespada señala que a la banda aún le quedan cosas por hacer. “ETA tiene que pedir perdón y explicar los más de 300 asesinatos que están sin resolver. No olvidemos que hay muchísimas víctimas de ETA. No ha sido un ataque de ETA contra España, ha sido un ataque contra la sociedad vasca y la sociedad española. Un ataque contra las personas. Y me viene a la memoria esos tres chicos gallegos que ahora se han cumplido 45 años de su desaparición. ETA tiene que decir qué pasó con ellos. Si no, estamos sin poder cerrar un capítulo. Ya sabemos lo que es vivir sin ETA. Ahora, para poder cerrar esta etapa, se deben limpiar todas las heridas abiertas”, asegura.