Metros. La escultura de Koldobika Jauregi es de grandes proporciones. No en vano, tendrá 8 metros de altura desde la base hasta el punto más alto, y cuatro de ancho en la copa a lo alto de la obra.

Kilos. Es el peso de la obra, que actualmente está siendo instalada en la céntrica explanada Roland Barthes de Baiona, cerca de donde se llevaron a cabo los actos del desarme de ETA en la jornada del 8 de abril de 2017. Las tres piezas que la conforman pesan 1500, 600 y 550 kilogramos.

Arbolaren Egia. El significado de la obra, según su autor Koldobika Jauregi, es esbozar “un árbol de la paz que simboliza el final de ETA”. Su inauguración está prevista a las 11.00 horas de este próximo domingo. Foto: DNA

Bilbao - “Entristecido” por la polémica generada por una obra suya, denominada Arbolaren Egia -La Verdad del Árbol- y que conmemorará este domingo el primer aniversario del desarme de ETA, el artista guipuzcoano Koldobika Jauregi (Alkiza, 1959) se defiende de las acusaciones de Covite por la “afrenta” que dicen sentir. Jauregi reconoce que el hacha invertida que centra su escultura hace alusión a la banda, que tiene esa herramienta en su anagrama, junto con la serpiente. Pero asegura que no lo hace para exaltarlo sino que busca “todo lo contrario”. Persigue criticar simbólicamente a través del hacha “que jamás debía de haber surgido”.

El hacha invertida, que ejerce de tronco del árbol que Jauregi ha diseñado en una escultura de grandes proporciones con 8 metros de altura y cuatro de ancho, ha sido la mecha que ha prendido la polémica. Sobre todo, porque ETA la eligió como símbolo para su anagrama, junto a la serpiente enroscada al hacha, un emblema que fue diseñado en los 60 por Félix Likiniano.

Covite, junto a ACFSEVT -que agrupa a afectados de las Fuerzas de Seguridad estatales-, ha instado al Gobierno de Mariano Rajoy “a desplegar su aparato diplomático y presionar al Gobierno de Francia para que repruebe” la instalación de la escultura en la explanada Roland Barthes. Es más, se cuestionó si el país galo “aceptaría que se colocara una esvástica invertida para conmemorar el final del Holocausto”.

“No he intentado provocar a nadie ni hacer afrenta ninguna”, afirma por su parte el escultor en conversación con DNA y a renglón seguido critica que “hacer del hacha un elemento negativo y pecaminoso, me parece un total disparate”. Asimismo, asevera que “se puede mencionar a ETA en muchas maneras, y de la forma que lo menciono no es positiva, sino que es una crítica negativa de que esa historia se ha acabado, aunque algunos parecen que quieran alargarlo”.

Jauregi relata cómo surgió la opción de diseñar la escultura que recordará el primer aniversario del desarme de ETA, producido el 8 de abril de 2017 y en el que los denominados Artesanos de la Paz tuvieron una participación capital. “Se pusieron en contacto conmigo porque querían hacer una imagen. Me vino enseguida a la cabeza el diseño de un hacha que no se tenía que haber levantado... De ese mango crece un árbol, todo simbólico”. Fue después cuando el proyecto tomó cuerpo. “Me dijeron que les había gustado tanto que querían una escultura que se reconociese como símbolo de paz”. Fue presentado en el Ayuntamiento de Baiona que está regido por el alcalde Jean-René Etchegaray. Jauregi recuerda el momento preciso. Se levantó y me dijo, ¿pero usted qué tiene que ver con todo esto? Era una buena pregunta. Dije que lo único que sé es que este problema empezó cuando nací, hace 59 años. Y he visto toda mi vida la violencia; no quiero más violencia, estoy harto. Esto es lo que quiero, y si puedo colaborar y todos estáis de acuerdo, lo vamos a hacer”, remarca.

sensibilidad en Iparralde Sin querer entrar en el ámbito de la política, Jauregi sí que elogia el papel que Iparralde está adoptando en cuanto a la convivencia, con una mayoría a favor de dar paso a la paz, mientras que en Hegoalde y el Estado español todavía está anclada en las disputas. Jauregi confiesa que las críticas no solo le han llegado desde el ámbito de los colectivos de víctimas, sino que en algunos casos, y a título personal, también le han llegado desde la izquierda aber-tzale. “Cada uno ve lo que quiere, pero la sociedad elige la paz, construir un árbol para la paz”, zanja, sabedor de que una obra artística siempre está sujeta a críticas. Reconoce que le incomoda esta polémica pero al mismo tiempo asegura que “volvería a hacer lo mismo”. Su obra, apostilla, “tiene un valor simbólico muy grande, pero más como elemento de la paz que estamos tratando”. Su escultura, concluye, dejará de ser suya “para ser de la sociedad civil”.