bilbao - Jon Iñarritu rompe el cliché asociado a las personas con aspecto y carácter pausado y reflexivo como él. Senador por EH Bildu en Madrid, se ha convertido en el más activo de los que ocupan escaño en la cámara territorial. En el año escaso de legislatura acumula más de 500 preguntas formuladas al Gobierno español. Todo un récord protagonizado por el político amante de los idiomas y viajero empedernido con aspecto de ejecutivo y poco revolucionario.
¿Para qué sirve el Senado?
-Como independentista no me toca entrar en ese debate, pero sí creo que los españoles deberán decidir qué quieren hacer: o eliminarlo y construir una asamblea nacional, un Congreso, mucho más potente; o bien dotar al Senado de una capacidad potente. Tanto por el reparto de escaños -dando ese ventajismo a las Castillas para que el voto conservador tenga siempre mayoría en el Senado- como por su función, tiene esa vocación, esto es, poder frenar cualquier intento de avance en términos democráticos y territoriales.
El fracaso de la vía unilateral en Catalunya ha llevado a EH Bildu a modular sus planteamientos tradicionales en materia de autogobierno. ¿Es un ejercicio de realismo?
-La unilateralidad la ha aplicado el Estado español, que ante los 18 intentos de las instituciones catalanas por buscar el acuerdo para realizar una consulta o referéndum ha optado por el portazo. El independentismo lo ha intentado una y otra vez, incluso después de las elecciones del 21 diciembre para poder materializar el mandato popular recibido en las urnas. Pero al mismo tiempo decimos que Euskal Herria es una sociedad diferente. Hemos hecho un ejercicio de pragmatismo británico, una propuesta de mínimos en la que se puedan sentir a gusto las grandes fuerzas de este país. ¿Realismo? Tiene esa vocación, porque se pretende, a partir de la realidad presente, llegar en base al derecho a decidir a un acuerdo de país en el que podamos tener el máximo consenso y con ello poder ir a negociar a Madrid.
EH Bildu pide ahora el cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika. ¿No llegan tarde?
-Hay que tener en cuenta que EH Bildu, como nueva formación política, tiene en su seno culturas políticas diferentes y con visiones distintas. En este momento creemos que es obvio que hay que exigir a quienes se les llena la boca exigiendo el cumplimiento de las leyes que el Estatuto de Gernika, con sus limitaciones, hay que cumplirlo ya que tenía que estar completado desde hace 39 años.
¿Son compatibles la reivindicación del desarrollo estatutario y el objetivo de la independencia?
-Sí, completamente. Defendemos la independencia de Euskal Herria, pero también decimos, desde el realismo, que partiendo de esta situación es mucho mejor tener el máximo de competencias y poderes, gestionar desde aquí materias que nos corresponden. Un ejemplo de esto es la nueva institución de Iparralde que, si bien tiene muy pocas capacidades y competencias comparando con las de la CAV y Navarra, constituye un paso en positivo.
¿El objetivo de la independencia pasa necesariamente por el derecho a decidir?
-Lo lógico es que en base al principio democrático sea la sociedad de un territorio, de una nación o de una región la que decida su futuro institucional. Esto lo hemos visto en Canadá, con la Ley de Claridad impulsada por el Gobierno canadiense, o en Escocia, o en Irlanda del Norte, o en Dinamarca con Groenlandia y el próximo abril con las Islas Feroe. En todos estos casos se reconoce que se puede celebrar sin ningún tipo de problema un referéndum de autodeterminación, cuando sus marcos constitucionales no lo preveían. Algunos de estos Estados han modificado su marco constitucional para paso al principio democrático. En Catalunya ocurre lo contrario ya que el Estado en vez de buscar soluciones por vías democráticas opta por la represión policial y jurídica. Pero el problema de fondo sigue irresuelto, ya que hay una sociedad que mayoritariamente aspira a decidir cuál debe ser su futuro institucional, sea cual sea. En nuestro caso, nosotros defendemos la independencia pero aceptaremos el estatus que quiera y decida la sociedad vasca, no puede ser de otra forma. Y precisamente por eso proponemos en la Ponencia de Autogobierno una consulta habilitante, para que lo que decidan los partidos sea ratificado por la sociedad vasca y después negociar con Madrid.
El PNV no cita en su propuesta el derecho a decidir. ¿Cómo lo interpreta?
-Es cierto que en su última asamblea sí la habían recogido y ahora en la propuesta de la Ponencia no aparece citada. Nos ha sorprendido pero tengo la esperanza de que termine saliendo pero por una cuestión de sentido común, porque la mayoría de la sociedad vasca quiere decidir cuál quiere ser su futuro.
¿Es posible la bilateralidad si Madrid siempre se reserva la carta del veto?
-Esa es nuestra aspiración y de hecho en nuestra propuesta nos referimos a un sistema de alerta temprana para recordar al Estado que está entrando en competencias nuestras. Unilateralidad y bilateralidad no están enfrentadas. Cualquier relación institucional entre la CAV o Navarra con el Gobierno español debería ir por una vía de bilateralidad, de sentido común, para llegar a acuerdos de buena fe para intentar resolver conflictos. Hay mecanismos de alerta para que el Estado no pueda entrar a invadir competencias o capacidades propias. Esto choca con el espíritu recentralizador del Estado, como lo demuestran las 37 competencias en la CAV y otras 25 en Nafarroa pendientes de transferir. A eso hay que añadir al TC haciendo de primo de Zumosol del Gobierno, y además está la acción recentralizadora del propio Ejecutivo de Rajoy.
¿El rescate de la bilateralidad por parte de EH Bildu es sincero o meramente táctico?
-Es del todo sincero porque queremos sumar con el PNV, con Podemos y si es posible con el PSE para tener un acuerdo de país. Es una propuesta pragmática. Ha habido a quien le ha pillado de sorpresa pero nosotros nunca hemos renunciado a la bilateralidad, aunque no renunciamos a que si se cierran todas las puertas podamos tomar unas vías unilaterales en un momento dado.
¿Es posible plantear la independencia sin una mayoría social y electoral suficiente como ha intentado el soberanismo catalán?
-No se puede construir un Estado ni declarar la independencia sin una mayoría de más del 50%. Las cargas que se produjeron en Catalunya el 1 de octubre tenían la voluntad de no hacer posible que se pudiera llegar a ese 50% de participación enviando un mensaje de pánico y meter el miedo a los posibles votantes como así ocurrió tras las brutales cargas policiales. Los días anteriores incluso periódicos españoles cifraban la posible participación por encima del 55%. El Estado tenía el objetivo de que no se llegara a un mínimo de participación que pudiera ser reconocido por otras autoridades.
¿Y sin el apoyo de Europa?
-En Europa lo deseable y lo normal es que un país que aspira a la independencia tenga un reconocimiento por parte del resto de los Estados europeos. Pero, sin perjuicio de mi vocación europeísta, se puede ser un estado sin ser miembro de la UE. Ahí están los ejemplos de Suiza o Noruega, dos estados avanzados que no tienen esa necesidad y tienen firmados con Europa otro tipo de acuerdos.
¿EH Bildu apuesta por ese modelo nórdico?
-Es indiscutible que es un modelo avanzado de democracia avanzada en todos los aspectos. Pero EH Bildu apuesta por el modelo vasco, el que quiera la sociedad vasca.
Puigdemont debe hacerse a un lado para que el soberanismo acuerde un president real y pongan fin a la intervención del Estado?
-Nosotros no podemos decir a los catalanes lo que deben hacer, nos solidarizamos con ellos por la represión que están sufriendo, pero el problema no es Puigdemont ni otras personas, el problema está en el Estado. Animaron a Puigdemont a que se presentara a las elecciones del 21 de diciembre, así lo hizo y tiene una mayoría clara para seguir siendo el president legítimo, pero la represión judicial y policial trata de evitarlo. Intentan evitar la conformación de un gobierno en Catalunya. Moncloa no se quedó a gusto con los resultados electorales y está haciendo todo lo posible para dividir y tensionar en el soberanismo catalán y, en su caso, para provocar la repetición de las elecciones.