donostia - Usted trabajó a pie de calabozo en los años ochenta. ¿Esta investigación le ha aportado nuevas perspectivas más allá de su propio bagaje?
-Es imposible ser un ciudadano guipuzcoano y no tener noticias de estas cosas, simplemente por las relaciones sociales que uno tiene. Hubo un tiempo en el que pasar por ahí y no ser víctima de maltrato era hasta difícil. Seguramente no ha sido así todo el tiempo, pero al ver el recorrido entero no me sorprendo en absoluto, porque he nacido aquí y porque tengo noticias de las torturas desde que estaba en el colegio, por compañeros de pupitre, qué le vamos a hacer, y no creo que me mintieran cuando volvían a clase. Y también he tenido noticias por cuestiones profesionales. Al recoger testimonios pedíamos a las víctimas que hicieran un croquis, y veías la coincidencia de las descripciones en personas que no tenían conexiones entre ellas. Yo recuerdo en aquellos años que la gente hablaba de un tubo del que les colgaban. Podía ser mentira, pero yo entré en esas instalaciones y vi el tubo.
¿Cuáles son las secuelas específicas de un torturado frente a quien ha vivido amenazado o quien ha perdido a un familiar?
-Para muchas de estas personas lo que les pasó es una de las tres o cinco claves de su vida, como el día que tuviste un hijo o el día que murió tu madre. Esto lo hemos visto cuando hemos recogido los testimonios, en gente que incluso tiene hoy una visión política distinta, pero que emocionalmente no se sujeta a la hora de contarte esto.
¿Es más duro a veces el daño psicológico que el físico?
-Hay mujeres que te hablan de la bañera, de la bolsa, y al final dicen que lo peor fueron las humillaciones, es lo que se les ha quedado años más tarde, lo que les viene a la cabeza cuando se despiertan por la noche. Esto ha estado entre nosotros porque si no, no habría Plan de Paz, ni resoluciones democráticas en el Parlamento, no habrían intervenido ni el Ararteko ni organismos internacionales. Nadie que se haya acercado a este tema ha concluido que es una gran mentira o un artefacto diseñado como estrategia política, pero ni siquiera me interesa meterme en este asunto, en el Instituto de Criminología tenemos claro que debemos acercarnos al asunto desde la centralidad de las víctimas.
¿Y la visión del otro lado?
-Tenemos en el informe testimonios de funcionarios de prisiones que han venido voluntariamente a decirnos lo que han visto, esto es importantísimo, ni les hemos buscado. También médicos jubilados que tuvieron que atender estas cosas... Si alguien piensa que hablamos sin datos, como se nos acusó el año pasado, que sepan que nunca antes se habían recogido tantos datos, tenemos más de mil testimonios en audio y vídeo.
Está satisfecho con el trabajo realizado, pero, ¿en qué cree que podía haberse mejorado?
-Me preocupa que las personas afectadas no se vean reconocidas en el documento, en otros países se ha puesto la explicación de cada persona, una detrás de otra. Nosotros no lo podemos hacer, todavía hay miedo, gente no convencida, que por otro lado sí ha agradecido que la Administración haya impulsado esta iniciativa.