Las urnas nos han dejado una ganadora aritmética, Inés Arrimadas, y un ganador político, Carles Puigdemont. En el sistema parlamentario, lo sabemos bien en Euskadi, ganar no significa gobernar y por amplia que sea la victoria, ésta no deja de ser amarga si sirve para liderar la oposición. A eso está condenada Inés Arrimadas que, atención, ha cosechado uno de cada cuatro votos. Eso sí, su jefe de filas, Albert Rivera, ya pone proa en España hacia La Moncloa. Quizás eso era lo más importante y desde hoy, Rajoy va a ver el color naranja cuando mire por el retrovisor. No iba a gobernar y se sabía a pesar de los editoriales de las cabeceras españolas.

Ahora, vayamos con las muchas incógnitas que arroja este resultado. La primera constatación es que la campaña de Puigdemont y su lista basada en la apelación al sentimiento de agravio, de restauración institucional previa al 155, del cuerpo a cuerpo con Rajoy, ha funcionado. En el independentismo ha pesado más esa figura de “president exiliado” que la de “vicepresident encarcelado”. Estar en la cárcel ha sido un perjuicio para Oriol Junqueras que, añadido a una mala campaña de ERC que metió en el cajón a su primer recambio, Marta Rovira, a la primera de cambio, ha dejado un resultado por debajo de las expectativas.

La segunda incógnita es si esa mayoría absoluta renovada de la suma independentista pasará por alto una evidencia: son los terceros comicios con tendencia a la baja. Algunos de los dirigentes, tanto de PDeCAT como de Esquerra, lo verbalizaron durante la campaña: no había una mayoría social suficiente para emprender el camino de la independencia unilateral. ¿Y ahora? Pues parecido, pero a la baja. Falta por saber si se opta por una reedición del tripartito o, por el contrario, esa reflexión inmediatamente posterior al tsunami del 155 se traduce en un cambio de orientación política.

Lo primero presenta unas cuantas dificultades técnicas: cuatro de sus votos están repartidos entre las prisiones de Estremera y Soto del Real, por un lado, y la imposibilidad de pisar territorio del Estado español salvo el riesgo inmediato de cárcel, por otro. No es una cuestión menos si se piensa en una legislatura más allá del pleno de investidura. ¿Volverá Puigdemont? Nadie lo sabe salvo él. ¿Correrán lista? No me lo imagino cuando la campaña y la lista se ha hecho a medida de un sólo protagonista. Pero además, la recomposición del bloque independentista con esa debacle de la CUP puede alimentar la tentación de buscar más allá, hacia el territorio de Catalunya en Comú-Podem.

Las dificultades de esta segunda opción es, precisamente, que Puigdemont ha batido a ERC y que hará valer su mejor posición para ocupar la Presidencia. Y por ahí, no veo pasando a los comunes. Puede llegar hasta el PSC de Iceta. Podría ser en cualquier circunstancia salvo en esta en la que el PSOE (y el PSC) han aplicado el 155. Solo dejando de lado muchos agravios y aliviando los procesos judiciales (tampoco lo veo) podría darse esa coyuntura de un Govern transversal que dejara atrás los bloques que han marcado la política catalana de los últimos años.

Una última reflexión. Quien pensó que el 155, la convocatoria electoral a cargo de Rajoy, la represión del referéndum del 1-O, los encarcelamientos o las absurdas prohibiciones de las Juntas Electorales iba a doblegar al grueso del independentismo, se ha equivocado. Miren los votos, léanlos con sinceridad y admitan de una vez por todas que un problema político requiere un diálogo para una solución también política.