Polvos de la Transición mal cerrada se han convertido en los lodos de un estado de excepción, no declarado pero muy expreso, vistas las imágenes de gran impacto del 1-O. Varios centenares de heridos. El fogonazo represivo ha sido, además, contra la población en general (y no contra una minoría revoltosa) y grabado en directo, lo que combinadamente es de una torpeza increíble. Arruina, de paso, la imagen internacional de Rajoy como estadista tranquilo y le convierte en un zombi político con el que difícilmente ninguna fuerza parlamentaria, aparte de C’s podrá pactar nada con comodidad.
Pero el mayor cambio va a ser en la mirada de Catalunya respecto a España. El Estado ha respondido con violencia inusitada al procés catalán, jaleado por la España profunda y predemocrática del “a por ellos”; pero también animada por el PSOE y gentes progres, antaño demócratas y ahora cómplices, que denunciaban el “1-O estafa antidemocrática” cargando las pilas de lo que se convirtió en la represión del PP. ¿O acaso no sabían que se trata de un Estado gobernado por el heredero de Alianza Popular? Ciertamente el PP ganará crédito ante la España incívica y patriotera pero también facilita que otra España, avergonzada y aliada a las periferias plantee, de nuevo, el debate sobre el Régimen mismo de la transición.
Catalunya ha perdido en el 1-0 la inocencia respecto al Estado de Derecho español. Sabía de sus prohibiciones, represiones, la nula separación de poderes, reinversiones del lenguaje, el uso de la legalidad contra la legitimidad, lo descafeinado del Estado de Derecho,.. y apostó por el civismo y la marea colectiva pacífica. Pero su sociedad civil organizada -que se movilizaba y llamaba a la gente al ritual masivo de las Diadas- ha hecho carne y uña con la mayoría de la población siendo ésta la que ha tomado las riendas del 1-O. El país como tal ha convertido el empeño cívico en votar a cualquier precio en una movilización general e intergeneracional. Una lección también para Euskal Herria.
La estrategia catalana de centralidad de las organizaciones civiles y de acumulación de fuerzas y de legitimidad de estos años tiene ya el efecto de un salto cualitativo colectivo. Y no cejarán, si no les falla la unidad de acción de las fuerzas que, con tensiones, han sostenido el procés estos años.
España y sus dos fuerzas mayoritarias no están a la altura de Catalunya en cultura cívica, convicciones democráticas, participación ni modelo de convivencia que ha ejercido una maravillosa desobediencia civil masiva que, de seguro, profundizará con un empoderamiento colectivo que en sus contenidos sociales no podrá ser sino progresista y redistribuidor.
La respuesta represiva recibida hará que la mayoría de Catalunya se sitúe en ruptura con España-Estado. Eso ya no hay quien lo cosa. Lo que puede discutirse a futuro son procedimientos, formas, fechas... pero ya no el objetivo de la soberanía. La posición soberanista amplía su espacio y no reclamará solo un referéndum con garantías. Lo que no pueden hacer es dormir el procés.
Ya que el 1-O no da mimbres en cifras cotejables para una Declaración Unilateral de Independencia el escenario más probable a corto podrían ser unas plebiscitarias con candidaturas de sociedad civil que si lograran cifras mayoritarias se plantearían una Constituyente. ¿Pero visto que el Estado no se disuelve como un azucarillo, paralelamente no tiene que darse, en confluencia, el cambio también en Euskal Herria y en España?