Fue evidente que el triunfo en las primarias del PSOE provocó en Pedro Sánchez un subidón que le animó a creerse un estadista. Sin tener en cuenta que su ascensión a los cielos socialistas iba a transcurrir por un campo de minas, lideró el 39º Congreso logrando el apoyo mayoritario para su propuesta de un Estado plurinacional. Una definición indefinida muy a propósito para hacerse un sitio en el debate más acuciante del momento, la conmoción política y mediática provocada por el procés catalán.
Pedro Sánchez quizá hasta esté convencido de que el concepto de plurinacionalidad puede estimular la tan legendaria como imprecisa doctrina del federalismo, tras la que el PSOE se agazapaba en cuanto se ponía a hervir la olla de la configuración territorial. El problema es que no parece que el líder del primer partido de la oposición tenga demasiado claro qué entiende por Estado plurinacional, teniendo en cuenta los aprietos por los que ha venido pasando cada vez que se ha visto obligado a improvisar sobre ese concepto. Inolvidable aquel debate entre los tres candidatos a las primarias, Susana Díaz, Patxi López y Pedro Sánchez, en el que debatían sobre el modelo del Estado y el madrileño pidió cuentas al vasco por haber afirmado que “Cataluña es una nación cultural”. Patxi miró a Pedro con desdén, casi con conmiseración: “Vamos a ver, Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?”. A pesar del tropezón, Patxi perdió -y también Susana- pero Pedro ganó. Y ya como líder carismático, decidió entrar de lleno en la pelea blandiendo lo del Estado plurinacional como solución al conflicto crónico no resuelto, ni mucho menos, por el Estado de las Autonomías.
Da igual que la hoguera arda a medida que van descubriéndose fatalmente las cartas ocultas entre el Govern y el Gobierno. Da igual que el Tribunal Constitucional y el fiscal general hayan entrado con el bulldozer a golpe de mamporros jurídicos. No se ha resuelto nada, ni se resolverá aunque acaben todos los independentistas en la cárcel. Pero tranquilos, porque Sánchez ha sacado de la manga el comodín de una comisión parlamentaria “para buscar un espacio de diálogo institucional de cara a la evaluación y modernización del modelo territorial de España”. Nada menos, y a estas alturas.
Atribuyen a Napoleón aquello de “si quieres que algo no funcione, crea una comisión”, y la triste experiencia avala ese histórico pesimismo. No obstante, y quizá debido al desaliento generalizado sobre la que va cayendo y la que va a caer tras el 1 de octubre, la propuesta de Sánchez ha sido bastante bien acogida por la práctica totalidad de los partidos, aunque también hay que decir que Rajoy la acepta sin duda para mangonearla, Podemos y Ciudadanos porque no tienen otra, los independentistas catalanes condicionándolo a que sigan en el Congreso tras el 1-O, el Partido Nacionalista Vasco con escepticismo y, paradójicamente, el propio PSOE con una no disimulada desconfianza.
Tratándose de un asunto tan trascendental para el que solo vale blandir la Constitución como una espada, un asunto sobre el que el jacobinismo y el centralismo apelan a la indisoluble unidad de España, es lógico desconfiar de la acogida complaciente y generalizada que ha tenido la propuesta de crear esa comisión parlamentaria. Pedro Sánchez, que se ha echado a la piscina sin mayores reflexiones, sabe de antemano que esa comisión va a quedar en agua de borrajas. Pero no importa. El caso era sacar la cabeza, liderar por un día las propuestas teóricas para ese callejón sin salida del modelo territorial, al que el entramado legal español ha condenado a no ser resuelto.
No es fácil discernir algo de luz en la iniciativa de Sánchez, teniendo en cuenta que llega tarde y que, además, está salpicada de incoherencias como el que haya designado precisamente a Patxi López como presidente de esa comisión. Más que incoherencia extravagancia, la definición que hizo cuando reconociendo de repente que Cataluña, Euskadi y Galicia son naciones, se vio apurado por un periodista preocupado por cuántas eran entonces las naciones de España: “Todas las naciones son España”, se enredó por decir algo. Luego le enmendó la sultana Susana, entérate, compañero, que Andalucía no es menos nación que aquellas. Cínica corrección, teniendo en cuenta que hace ya tiempo que Susana Díaz se desmarcó de esa plurinacionalidad, y todo hace suponer que el antiguo aparato del PSOE no tiene ninguna intención de renunciar a la España Una. Y aún más incoherente, mientras caen rayos judiciales contra todo lo que se mueve por el referéndum en Cataluña, él, Pedro Sánchez, futuro presidente del Estado de las Autonomías, se arrima a Rajoy y se pone a su disposición para defender la unidad de España contra los sediciosos catalanes.
Menos da una piedra, habrá reflexionado Sánchez. Aunque el líder socialista no se aclare sobre cuál vaya a ser el resultado de esa comisión, si hay consenso para ponerla en marcha, ya puede ir colocándose una medalla. No va a quedarse mirando al infinito como Mariano. Seguramente no va a solucionar nada, pero al menos él ya ha propuesto algo: una comisión.