Tan solo cuentan con 10 escaños en el Parlament, pero su reducida representación no ha sido óbice para conseguir gran parte de sus objetivos políticos. Primero lograron derribar a Artur Mas sobre la bocina y colocar a Puigdemont como president. Después han ejercido una presión clave para que el procés cogiera velocidad de crucero, haciendo caso omiso a todas las advertencias del Gobierno español y traspasando todos los límites imaginables hasta el momento. La formación anticapitalista ha sabido aprovechar la endiablada aritmética parlamentaria para acelerar la desconexión y va a seguir haciendo uso de su comprobada influencia para evitar que el 2-O suponga un frenazo a sus nítidos anhelos independentistas. Aunque en ese tiempo han conseguido llevar a su terreno a Junts pel Sí, los cupaires todavía conservan notables reticencias sobre las intenciones de la coalición soberanista. La CUP es el único partido independentista sin responsabilidades en el Govern, pero su crédito en el Parlament parece más que suficiente para demostrar que no van de farol. Precisamente en la Cámara tratarán de apretar al máximo las tuercas de PDeCAT y ERC para que no se echen atrás en el último momento. Están dispuestos a todo tras el 1-O e incluso amenazaron con tramitar en solitario la Llei de Transitorietat Jurídica si observan cualquier signo de vacilación en sus socios soberanistas.
Pese al descenso que viene registrando en las encuestas desde las elecciones de 2015, la CUP considera que su representación seguirá siendo más cualitativa que cuantitativa. Sus antecedentes demuestran que son capaces de hacer caer al Govern en caso de que no se cumplan sus pretensiones. Así las cosas, el 2 de octubre seguirá teniendo la llave para que la mecha independentista siga encendida.- X. G.