El consenso requiere, desde luego, no caer en prisas. Francesc Marc-Alvaro, columnista de La Vanguardia, es un defensor del soberanismo, pero cree que es mejor caminar sin prisa, no caer en precipitaciones, en tropiezos que pueden ser evitables si en lugar de correr al galope se escoge el trote continuo.
En Euskadi la ponencia de Autogobierno echó a andar en marzo de 2014. Lo hizo con el voto en contra de EH Bildu, PP y UPyD. No obstante, todos los grupos se comprometieron a participar en ese foro, aunque algunos creían entonces que estaba creada solo para hablar de independencia” (Borja Sémper) y otros consideraban que “se trata de dar una vuelta para volver al mismo sitio” (Hasier Arraiz). Los trabajos debían desembocar en propuestas que, una vez contrastadas y negociadas, debían alumbrar un texto único que contara con una mayoría suficiente. Se calculó que, como tarde, eso debía ocurrir en 2016.
Pero llegaron nuevas elecciones e irrumpió en el panorama político una nueva fuerza, Podemos, a la que era obvio que había que escuchar. Y la ponencia volvió a reconstituirse, esta vez EH Bildu optó por la abstención y el PP mantuvo su voto en contra. Pero el eje PNV-PSE sumó a la nueva formación, con lo que se ensanchó la base de acuerdo. Estábamos ya en enero de 2017. Y empezó una nueva ronda de ponentes para ser escuchados y tomar en consideración sus opiniones. No parece que hubiera demasiada prisa.
Pero entre trabajar sin prisa y eternizar el debate, debe existir algún punto intermedio, algún límite que permita comprobar a la ciudadanía que el Parlamento está cumpliendo con el mandato de culminar en una actualización del autogobierno.
El lehendakari ha dicho en Radio Euskadi que confía en que esta legislatura tengamos un texto definitivo articulado, aunque antes debe ser Elkarrekin Podemos la que presente su propio proyecto. Y si no, será el propio Urkullu quien lo proponga tomando como base su acuerdo de Gobierno con el PSE. No es la mejor opción porque tiene más fuerza un consenso parlamentario que un acuerdo gubernamental llevado después a la cámara. Pero si no queremos que el retraso que ya lleva esta cuestión fundamental se convierta en escepticismo extremo de la ciudadanía alguien debe imprimir celeridad.