donostia - Bidetik trabaja por mantener el espíritu del expresidente de Adegi Joxe Mari Korta. Por primera vez desde que ETA lo asesinó ante su empresa tal día como hoy en el 2000, este mediodía no habrá una concentración en recuerdo del empresario.

¿Por qué?

-Teníamos la impresión de que en la nueva situación seguir indefinidamente quizá no era necesario. En diciembre lo planteamos a la asamblea de la fundación y estábamos prácticamente todos de acuerdo, lo cual no quiere decir que no vayamos a hacer una nueva concentración.

¿Romper esa rutina del recuerdo puede hacer que parezca que los objetivos están cumplidos?

-No queremos dar la impresión de que no hacen falta concentraciones, pero nuestra fundación no surgió solo para honrar el recuerdo de Joxe Mari. Estábamos convencidos de que era una persona que, por sus valores y su trabajo, aportó mucho al entorno y la sociedad. Por eso llamamos Bidetik a la fundación, para seguir ese camino. Joxe Mari quería trabajar en la enseñanza de los chavales, y en la paz y la convivencia. Queda mucho, lo cual no quiere decir que no avancemos.

Las concentraciones eran noticia más por quiénes iban.

-Personas que hasta entonces no participaban en este tipo de homenajes nos pidieron permiso para asistir y lo dimos tras hablar con la familia para que, por ejemplo, apareciera la primera autoridad en Gipuzkoa, que en aquel momento, Martin Garitano. Después lo pidió la izquierda aber-tzale y siempre hemos dicho que sí, pero con condiciones. Creo que ha contribuido para que el diálogo sea cada vez más posible, una condición fundamental para la convivencia.

¿Qué suponían esas presencias?

-La primera vez para algunas personas... Siempre hemos defendido el diálogo, aunque a veces chirríen los sentimientos. No sé si resaltaría mucho esto... Allí pusimos condiciones y se valoró. Se cumplieron todas.

¿Cuáles?

-Primero les dijimos que no tendrían contacto con los familiares, que estarían en el lado de los políticos; y al otro, la familia. Quien quisiera de la familia se acercaría a saludar. Y luego, sobre todo, se les dijo que no tendrían protagonismo. En este aspecto, todos cumplieron perfectamente. La gente de la familia y la fundación lo valoró. Hay gente muy distinta, son muchos hermanos, algunos son mayores? y alguno podía estar sufriendo, pero una vez la familia aceptó, no hubo ningún tipo de protesta de nadie. Fue una pequeña aportación que hizo la fundación.

Hace cuatro años presentaron un decálogo. ¿Se está cumpliendo?

-Más bien diría que se avanza, sin duda. El primer punto era que avanzar en la paz y la convivencia era absolutamente necesario y posible. Otra condición es la importancia de la sociedad civil. Este país siempre ha tenido la tentación de pensar que todo lo tienen que hacer los políticos y los partidos. En la convivencia tenemos que avanzar la sociedad civil. Creo que hemos aportado el convencimiento de que las víctimas tienen todo su derecho a mostrar su enfado y protestar, pero en cuanto víctimas, tienen que tener un relato prepartidista, universalizable. a favor de los derechos humanos. Hoy hay muchas víctimas que actúan desde esta perspectiva y algunas, con mucho valor.

¿Cómo se trabaja la memoria fuera de esa esfera de los políticos?

-Hay que avanzar. En este país hay muchas historias y las dificultades son enormes. Los partidos, casi necesariamente, siempre están actuando pensando en las consecuencias electorales. Nosotros, no. Están contribuyendo bastantes víctimas que han superado el odio y la venganza, y también el relato partidista. Soy optimista. A eso me obliga Joxe Mari: creía que las cosas eran posibles, tenía esperanza de que los problemas vascos se solucionarían. Cada vez lo es más, aunque las dificultades sean grandes.

¿Por qué?

-En el decálogo ya resaltamos que no se puede hacer un relato que no sea honesto, pero a la vez hay que hacer un relato prudente. No se puede utilizar un lenguaje que vaya exclusivamente a ofender. Siempre hay que decir la verdad, pero se trata de dialogar y aprender a convivir. Hay muchas condiciones mínimas. Primero, que haya una voluntad de verdad de querer la paz. Es más difícil querer que poder. Después, la aceptación de que lo que ha pasado no son “unos sucesos tristes”, sino acciones voluntarias y radicalmente injustas. A partir de ahí, hay máximos éticos como el perdón o el arrepentimiento. Para la convivencia hay que exigir los mínimos; los máximos no sé hasta qué punto son exigibles.

¿Se está desarmando el lenguaje?

-No del todo, ahí está la prueba de este último año, pero también se está avanzando. Todavía hay gente, sobre todo la gente profesionalmente destinada a ciertos partidos, que utiliza un lenguaje que yo no utilizaría. Sin embargo, hay mucha gente que utiliza un lenguaje cada vez mejor.

¿Cuál?

-Hay gente que está superando el silencio del miedo. Hay menos miedo y se habla más. También se recupera un poco el silencio del respeto. Ante la persona que ha sufrido injustamente, cuidado. Habla solo si a esa persona le interesa o quiere hablar. Si no, respétala. Este silencio no se ha ganado del todo.

¿Está Euskadi en una nueva fase?

-Para intentar cerrar la fase sería importante la disolución de ETA. A partir de ahí, es muy difícil cerrar del todo una fase porque queda el recuerdo, el dolor... En algunos aspectos estamos dando los primeros pasos de la nueva fase. Soy optimista porque estamos intentando superar la degradación moral que ha sufrido este país al acostumbrarse a la violencia. Hay violencias que te afectan, otras que no, unas te parecen bien, otras mal? Como sociedad hemos tenido un fallo muy grave en transmitir a las nuevas generaciones esa visión falsa de la violencia.

¿Ha cambiado?

-Creo que sí somos conscientes de ello y estamos intentando cambiar, hacer ver a las nuevas generaciones la realidad de lo que ha ocurrido, que la violencia nunca es el camino y que siempre degrada moralmente. Estamos dentro de una nueva fase en la que hay que avanzar y en la que agradezco muchísimo a las víctimas que van a las aulas y ayudan en la educación. Los chavales escuchan con admiración porque creen que lo normal en este mundo es que si has sufrido injustamente la violencia, lo único que cabe es odio y venganza. Y no, no es cierto.