Como en la odiosa y machacona canción del verano, algunos acercamientos tienen que darse muy despacio. Pasito a pasito, aunque no necesariamente a ritmo de reguetón. En Euskadi, décadas de violencias y durísimos enfrentamientos han dejado fracturas que jamás desaparecerán pero se pueden y deben ir reparando.
El Partido Popular ha estado tradicionalmente ausente -en general, por autoexclusión- en la mayoría de los consensos políticos y sociales que han tenido lugar en Euskadi sobre los asuntos de paz y convivencia. No en vano ha sido el partido más castigado por el terrorismo. Los asesinatos, la persecución y la amenaza que pendían sobre todos sus concejales y cargos públicos y de partido -ETA intentó asesinar a toda la cúpula del PP reunida en Zarautz- y el irrespirable clima político que se derivaba de ello impedían cualquier acercamiento y menos aún un diálogo. Terminada la violencia de ETA, ese clima ha ido indudablemente mejorando. Despacito, sí. Cada pequeño paso entre los dos bloques enfrentados es un gran triunfo.
El PP, pese a todo, no está dispuesto a dar ni una sola concesión, porque cree que en su actitud de firmeza reside su fuerza. Aunque quizá sea ese precisamente el problema, dada su exigua representación en la política vasca. Los populares siguen sin participar a la Ponencia sobre Memoria y Convivencia del Parlamento Vasco, una actitud que más bien parece una baza que se guardan para un futuro más o menos inmediato, ni avalan la labor de negociadores, mediadores o artesanos de la paz, a los que simplemente consideran cómplices de ETA y la izquierda abertzale. Jugar con los tiempos, ésa es su estrategia.
La situación de los presos de la organización, sin embargo, empieza a ser acuciante y precisa de una solución rápida. Los reclusos están a punto -también pasito a pasito- de afrontar de una vez el problema en términos de legalidad penitenciaria, lo que unido a una esperada disolución de ETA daría un vuelco definitivo al alejamiento y a la situación de los internos gravemente enfermos.
De ahí que el PP, en esta ocasión, haya accedido por primera vez a reunirse con el Foro Social Permanente, que busca, precisamente, la implicación de los partidos en dar solución al asunto de los presos. El resultado del encuentro es fácilmente imaginable: no hay margen alguno para el acuerdo. Pero lo significativo es que los populares, al menos, se avienen al diálogo con quienes hasta ahora ni reconocía, aunque sea para constatar lo evidente: que están totalmente aislados porque el resto de partidos apuesta por un cambio real de una política penitenciaria de otro tiempo.
Todo llegará, entre la lógica impaciencia y la presión de algunos, la indolencia de otros y la preocupación de la mayoría. Demasiado despacito van las cosas, sí.