Lo mejor del debate entre los aspirantes a la Secretaria General del PSOE es que se haya celebrado. De hecho, algunos de los que se pasan media vida exigiendo transparencia a los demás, deberían tomar nota de este ejercicio democrático que transciende a las siglas del partido en cuestión.
Pero más allá de las formas, muy importantes, están los contenidos y en ese apartado no creo que el socialismo español haya salido reforzado. No lo hace porque de las dos horas de debate, tres cuartas partes se fueron en reproches anteriores que se cruzaron Pedro Sánchez y Susana Díaz ante un Patxi López que trataba de navegar entre el temporal.
El resultado del debate influirá poco, en eso coinciden todos los especialistas, en una militancia que casi por adelantado se ha ido pronunciado por la vía de los avales. Claro que puede haber diferencias entre los votos y las firmas que han aportado, pero a diferencia de debates dirigidos al público en general, los militantes de un partido están ya muy concienciados sobre cuál de las opciones prefieren. Por eso, a pesar de que López hizo un discurso alejado del tono bronco de sus oponentes sabe que está fuera de la carrera.
¿Y qué dijeron Díaz y Sánchez? Poco sobre cómo ven el futuro del partido y mucho sobre por qué habían llegado a este grado de enconamiento. La candidata andaluza dijo lo que antes calló, junto con sus fieles, respecto a lo que pensaba del mandato de Sánchez, y este reprochó un giro en las posiciones generales del PSOE respecto a facilitar o no un Gobierno de Rajoy que quiso pintar como un golpe de estado que acabó en su dimisión. Sí, fue una dimisión porque perdió un Comité Federal. Y sí, Susana Díaz intrigó contra el secretario general casi desde el comienzo de su mandato cuando este apuntó que además de dirigir el partido aspiraba a La Moncloa.
Pero en el resto de cuestiones, desde la revisión o reafirmación de los principios socialdemócratas, los pactos necesarios para sumar fuerzas, los límites de las alianzas o el modelo territorial (¡vaya lío que se traen con la “nación de naciones”, ahora culturales) poco se pudo aclarar. Si había diferencias fundamentales, no quedaron subrayadas. Si no las hay, se reducen a cuitas personales. Y allá donde hubo una propuesta, que la militancia vote sobre la política de pactos, no quedó claro si para todos los pactos o solo para los que decida la dirigencia de turno. Así se llega, metidos en el bucle desde el que hace dos años entro el PSOE, a unas primarias donde lo que más hemos escuchado es quién lo hizo peor y muy poco sobre quién puede hacerlo mejor.