Tres días antes del desarme de ETA en la kalejira popular de Baiona, Mariano Rajoy se cayó del caballo de la debilidad parlamentaria en el Congreso de los Diputados para así reconocer de una vez a la Er-tzaintza como una policía fiable. Apenas había comenzado aquel Pleno de Control, pero el gesto no pasó a nadie desapercibido por el calado de su mensaje. Posiblemente le costó dar el paso al presidente todavía sin los sofocos de la operación Lezo, pero tampoco se le notó apenas en su hierática expresión. Suponía un explícito guiño político a Aitor Esteban en pleno proceso de deshielo con el PNV para ir atrayendo su voluntad presupuestaria, a la que ya había acaramelado validando la 26ª promoción de Arkaute.

Así, de repente, como si los años de abierto hostigamiento político y judicial del profesor Jorge Fernández Díaz y de su alumno aventajado Carlos Urquijo jamás hubieran existido, el líder del Partido Popular abrazó la fe en la Policía vasca. Fue entonces cuando escenificó el bautizo de la Er-tzaintza como un cuerpo policial honesto a quien pasarle sin miedo papeles delicados, informaciones confidenciales.

Un mes después, agentes de Euskadi tienen garantizado, ya de una vez, silla y acceso directo a los documentos que maneja el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado. Es el Presupuesto.

Queda ahora el salto a Europa, la presencia de la Ertzaintza en el espacio europeo de Schengen como un paso más a su reconocimiento de policía integral. Para cuando se produzca ya se habrá celebrado esa reunión de la Junta de Seguridad que sigue sin convocarse desde hace casi cinco años, prácticamente el mismo tiempo que el PP ha vivido levitando en su mayoría absoluta hasta su caída a los infiernos.

Un encuentro, desde luego, tan esperado como necesario, prisionero todavía de la irracionalidad y de un discurso inmovilista y al que los representantes del Ministerio del Interior acudirán desperezándose de la mala gana, pero que llega en un contexto bien diferente.

No se ha sembrado de momento el terreno fértil para la exigencia del repliegue de los cuerpos policiales del Estado en el País Vasco porque la inteligencia emocional del Gobierno español sigue muy lejos aún de digerir sapos de semejante calado. Quizá sea la ocasión propicia de ablandar, de entrada y sin alharacas, esas numantinas posiciones de Instituciones Penitenciarias que golpean los derechos humanos al desatender a los presos enfermos. O tal vez, siendo realistas, de comprender fatalmente que una cosa son los acuerdos presupuestarios y otra, los milagros.