El convulso momento que vive la política española, marcado por los escándalos de corrupción que afectan primordialmente pero no solo al PP, y la polvareda suscitada en torno a las negociaciones entre el Grupo parlamentario vasco y el Gobierno central ha dado paso a un acuerdo sobre el Cupo entre ambos Gobiernos, vasco y español que ordena y aporta certidumbre a sus relaciones financieras tras más de diez años sin pacto actualizador. ¿Cabe ligar este trascendental acuerdo al alcanzado sincrónicamente en clave presupuestaria? ¿Tiene conexión lo coyuntural (Presupuestos) con lo troncal (el Cupo)? ¿Responde el logro de este acuerdo a la debilidad parlamentaria del gobierno de Rajoy y al momento estratégico, por tratarse de los primeros presupuestos de la legislatura? Puede que todos esos factores hayan contribuido a un clima de entendimiento, pero la llave que abre ese candado es la bilateralidad, una exigencia metodológica clave que deriva no de lo coyuntural sino de nuestra singularidad competencial. Esto es lo que constituye el incentivo clave para la apertura y cierre exitoso de la negociación.

La bilateralidad es el instrumento, nuestra perla competencial, muestra nuestro nivel de soberanía y la capacidad de negociación de igual a igual con el Estado, obligado a acordar o, como ha ocurrido durante estos diez años anteriores, a prorrogar sine die lo previamente pactado. Y a esa trascendental herramienta se suma un clima de confianza institucional, una seriedad en los actores y una excelente base de preparación técnica.

Entre las fuerzas políticas vascas existe consenso sobre su defensa y mantenimiento, desde el PP hasta EH Bildu. Se opte por mantener el statu quo actual, por profundizar en el autogobierno o por la independencia, el concierto y el Cupo, son piedra angular de tales proyectos. Supone un tesoro competencial a cultivar desde el respeto a su origen, desde la explicación de su entronque constitucional, desde la exposición de sus potencialidades, desde la argumentación que desmonte la oposición a su continuidad, posturas políticas basadas en el interesado desconocimiento, la cultura maniquea del falso agravio territorial.

Navarra y Euskadi debemos defender esta fuente de autogobierno. Es nuestro instrumento de convivencia con y en el Estado. Necesitamos exponer técnica y claramente qué supone frente a quienes vociferan sin saber ni querer saber nada: ni de su origen, ni de su base histórica, ni del sistema de asunción de responsabilidad que supone para nosotros (porque el riesgo es nuestro), ni del elemento de solidaridad interterritorial que incorpora. Hay que trabajar por mostrar nuestro consenso político y social, defenderlo con orgullo y sin prepotencia, con la humildad responsable de quien defiende su origen y su futuro.