Del desarme de ETA y lo que lo rodeó conviene que sepamos cómo se gestó. No tanto por curiosidad indiscreta, sino por saber si esos canales abiertos pueden seguir funcionando para avanzar en las cuestiones pendientes de resolver. No todo lo que se ha contado, supongo que cada uno tiene su interés en colocar una versión que responda a sus intereses concretos, es del todo cierto. Ya saben, a veces una verdad a medias se parece mucho a una mentira.

¿Le contó Hollande a Rajoy el pasado 20 de febrero en la cumbre hispano francesa de Málaga lo que estaba sucediendo y cómo iba a ser el desarme de ETA? Parece que no, a pesar de la rotundidad con la que lo afirmó la senadora socialista Frédérique Espagnac en la entrevista que el lunes realizó Dani Álvarez en el Boulevard de Radio Euskadi. Si así fuera, no se entiende la sorpresa que Rajoy muestra al lehendakari Urkullu cuando este se reúne con el presidente español en La Moncloa el 14 de marzo y le aporta detalles sobre cómo se están desarrollando los acontecimientos y qué es lo que está previsto.

En realidad, tres vías en paralelo han ido desbrozando el camino con el único objetivo compartido: que el desarme se culminara sin sobresaltos. Cada uno, después, eligió su modo de participar o no en cada episodio de lo que se vivió el sábado. Unos en Baiona, otros en Donostia y otros en París o en Madrid.

Una de las vías es la que los propios Artesanos de la paz abren con el Gobierno francés tras el fracaso de Luhuso y la detención del grupo dispuesto a colaborar en aquella entrega que se convirtió en incautación con cinco detenidos. Precisamente, uno de los detenidos, Mitxel Berhocoirigoin, expresidente de Laboran-tza Ganbara (la Cámara Agraria de Iparralde y punta de lanza de la petición de institucionalización del territorio) entabla puentes con Stephane Le Foll (ministro de Agricultura y portavoz del Gobierno galo) a quien conocía precisamente por su papel al frente de la cámara.

Otra línea permanente es la que establece el alcalde de Baiona y presidente de la Mancomunidad de Iparralde, Jean-René Etchegaray, con el primer ministro francés, Bernard Cazeneuve, que había sustituido a Manuel Valls en diciembre del pasado año. Con Valls es imposible lo que sí se puede razonar con Cazeneuve, deduce Etchegaray. Su papel es muy importante, porque le hace ver que el deseo del desarme es transversal y lo comparten todos los partidos.

Mientras, el Gobierno vasco abre contactos con un personaje francés que tiene hilo directo con Hollande y que ha preferido mantenerse en el anonimato. A su vez, Urkullu sigue respaldando a los verificadores internacionales e informa a Rajoy.

Es bueno que haya sido tan plural y tan compartido. Y es bueno que ese clima de confianza persista porque, como recordaba el domingo a la mañana Javier Vizcaíno en Onda Vasca, “aún queda mucha plancha”.