Baiona - “El desarme ha quedado atrás. Este hecho, a marcar con una estela blanca, cierra un capítulo doloroso de nuestra historia, sembrado de muertos y de agonías, que queremos dejar atrás, sin dejar por ello de mirar al pasado”. Con una mirada al pasado de las víctimas, otra al presente de los presos y una última a un futuro con memoria, los firmantes del Manifiesto de Baiona cerraron la jornada de un desarme que calificaron como “un paso adelante necesario en el camino de la paz”.
“Nuestros corazones y nuestra memoria se vuelven indudablemente hacia la figura de las víctimas, de todas y cada una de ellas, a aquellas de ayer, de hoy, a las conocidas y a las anónimas, a aquellas que han sucumbido a estas y otras armas”, afirmaron los firmantes de la declaración durante el “acto masivo” (varios miles de personas llenaron la plaza Paul Bert) que cerró el Día del Desarme.
Los intermediarios, liderados por Txetx Etcheverry y Mixel Berhokoirigoin, habían insistido durante los últimos días en dos aspectos clave ante la cita de ayer: será sobria, no una celebración; y tendrá en cuenta a todas las víctimas. El Manifiesto las recordó y se comprometió a “un futuro de memoria y reconocimiento. Queremos que se haga la verdad y la justicia, y desde aquí les decimos no, esto no volverá a ocurrir nunca más”.
“Además de nosotros, otros también han sido parte de esto. Han decidido no estar hoy aquí. Les respetamos y les tenemos en cuenta”, recogió una declaración que se leyó con decenas de personalidades y dirigentes políticos en el escenario. Desde representantes de todos los partidos de Iparralde -salvo el Frente Nacional- hasta la presidenta del Parlamento de Navarra, Ainhoa Aznárez; el portavoz de EH Bildu, Arnaldo Otegi; la que fuera candidata de Elkarrekin Podemos a lehendakari, Pili Zabala; pasando por nombres como los del profesor Ramón Zallo, los directores de periódicos Martxelo Otamendi e Iñaki Soto; el exdirigente de la CUP David Fernández y el que fuera miembro de ETA Jesus Mari Zabarte, condenado por 17 asesinatos.
“Ausencia de violencia” Entre el pasado y el futuro, el Manifiesto de Baiona, que recordó que “la paz no es solo ausencia de violencia” e invitó a seguir trabajándola, también apuntó al presente. En concreto, con su alusión directa a la política penitenciaria, que estuvo entre las proclamas que parte del público gritó de manera recurrente : “Euskal presoak Euskal Herrira!” y “presoak kalera, amnistia osoa!” entre una decena de banderolas que se mezclaron sobre todo entre ikurriñas y esteladas, además de otros cánticos a favor de la independencia.
“Pensamos que nadie puede sentirse perdedor -de hecho todos somos ganadores-”, aseguraron los firmantes de la declaración, “si la ley y la política se inscriben en el presente, si se pone fin a su alejamiento, si son repatriados a Euskal Herria y su entorno, si los enfermos y los que están al final de condena son liberados”.
La lectura de este Manifiesto en francés (Louis Joinet), euskera (se anunció Zelai Nikolas, pero lo leyó Estitxu Eizagirre), inglés (Susan George) y español (Fernando Armendáriz) contribuyó a que el acto, que ya venía largo bajo un sol de justicia, se alargara y empezaran a abrirse huecos después de que se escuchara la versión en euskera.
La cita, que arrancó con 15 minutos de retraso, ya había sobrepasado la hora y cuarto que arrancó con un vídeo de tres minutos en el que se proyectaron las escenas del desarme de los depósitos. Entre aplausos, la sensación era de misión cumplida.
Como dos realidades paralelas, lo que ocurría sobre el escenario tenía una pretensión de sobrio a la que por momentos no contribuyeron varias decenas de asistentes, más propias de los mítines festivos del Velódromo que de la cita de ayer.
“Cambios de dinámica” El acto continuó con la intervención de dos de los implicados en el intento entonces fallido de Luhuso, como Berhokoirigoin y el presidente de la Liga de Derechos Humanos de Francia, Michel Tubiana. En euskera y francés recordaron que “hacer la paz es más complicado que la guerra”; y como lo haría el Manifiesto posterior, subrayaron que “el desarme tiene que estar en el corazón de un proceso como este, porque puede traer cambios de dinámicas”, pidieron “poner a todas las víctimas en el centro del proceso” y llamaron a “afrontarlo todo mediante una reflexión crítica al servicio de una reflexión política con la única condición de resolver nuestras diferencias de manera democrática”.
Antes del Manifiesto intervino el reverendo metodista Harold Good, que participó junto a Alec Reid en el desarme norirlandés. Reconoció que no era un día de alegría para quien había “perdido un ser querido o tiene alguna herida” y, en una intervención que se alargó durante 25 minutos por aquello de la doble traducción desde el inglés, también tuvo un mensaje para el futuro. Muy concreto, casi pragmático, al reclamar desde su experiencia “confianza a quienes dudan, que han dedicado su vida a la lucha y no saben qué va a dar de sí un día como este”.