durango - Aquel 31 de marzo de 1937, Durango se despertó como cualquier otro día dispuesto a comenzar una nueva jornada, ajeno a cualquier otra preocupación que no fueran las cotidianas. No obstante, ese día no iba a ser uno más, ya que el municipio fue bombardeado por las tropas de la aviación italiana, sumiendo a la villa en la más absoluta desolación y destrucción. La villa durangarra conmemoró ayer lo ocurrido hace 80 años, el capítulo más cruel y doloroso vivido en el municipio murieron más de 336 personas inocentes e indefensas, a las que ayer se rindió homenaje mediante un sentido acto que tuvo lugar en el cementerio municipal.

Paraguas en mano, el camposanto durangarra reunió a más de un centenar de personas, entre las que había supervivientes, familiares de víctimas y vecinos de una localidad que volvió a unirse para recordar la masacre con el propósito prioritario de brindar un sentido y emotivo homenaje a todas las personas que sufrieron los ataques del 31 de marzo de 1937.

Como todos los años, la jornada conmemorativa contó con una importante representación de cargos institucionales liderada por la alcaldesa de Durango, Aitziber Irigoras; la diputada foral de Administración Pública y Relaciones Institucionales Ibone Bengoetxea; la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui; la presidenta del Bizkai Buru Batzar del PNV, Itxaso Atutxa; el portavoz del PSE en el Parlamento Vasco, José Antonio Pastor; la secretaria general del PSE Idoia Mendia; la directora del Instituto de la Memoria (Gogora), Aintzane Ezenarro, diversos alcaldes de la comarca y representantes de partidos políticos del Ayuntamiento de Durango, entre otros.

La primera en tomar la palabra fue la alcaldesa del municipio que agradeció la presencia a todos los que acudieron al lugar y recordó que “es imposible dar una cifra exacta de muertos, desaparecidos y heridos. Tenemos derecho a conocer la verdad y pedimos justicia y paz”. En su discurso la primera edil también aprovechó la oportunidad para “reclamar a Europa la solidaridad y humanidad hacia las personas refugiadas y el acogimiento a los exiliados”. En esta línea, Irigoras quiso recordar que “no lo olvidemos; también nosotros fuimos refugiadas y refugiados”.

Los actos conmemorativos continuaron con unas palabras de estudiantes del colegio Jesuitak y el rezo del Gure Aita. Tres campanadas, un minuto de silencio y otras tres campanadas, dieron paso a la primera ofrenda floral realizada por la alcaldesa junto al monolito en recuerdo de las víctimas y posterior agurra de un dantzari. El homenaje continuó con la actuación del coro de Iurreta y con una segunda ofrenda floral por parte del resto de los representantes y autoridades en la capilla. El acto concluyó con una nueva lectura de los estudiantes, otra emotiva actuación del coro iurretarra y el recital de la bertsolari Amaia Agirre.