Hace tiempo que la foto de una entrega de armas se desvaneció. Como se ha ido quedando en tono sepia todo lo que rodea a ETA. Esa es, en exclusiva, su responsabilidad. No era posible por la concurrencia de factores que esa foto tan buscada tras tomar conciencia de que su tiempo se acabó se produjera. Esta entrega será, como la propia historia de ETA, el resultado de lo inevitable. Y lo importante a estas alturas no es tanto la cantidad de armas y su potencial asesino que se desvanece, sino el paso que tocaba dar. No me importa tanto que ETA lo cubra de un discurso farragoso, sino que lo haga. Porque es un escalón más para ir cerrando su trágico periplo. Admitamos que la cosa se había puesto complicada: el empecinamiento de ETA de perseguir lo imposible, los obstáculos gubernamentales desde Madrid y París, la ridícula puesta en escena de aquel simulacro que ni de lejos cubrió las expectativas alimentadas desde el entorno de la cosa, la surrealista citación en la Audiencia Nacional de los verificadores, los desaires de ETA a la iniciativa propuesta por el Gobierno vasco y el fiasco de Luhuso. Pero incluso entre esta última chapuza hay que buscar buena parte de lo que está por venir hasta completar el desarme. Porque sin el empeño, y sin la necesaria discreción, era inimaginable que por fin llegara este momento y de esta peculiar manera. El respaldo de los Gobierno de Gasteiz e Iruñea, las gestiones discretas (muy feo eso de ponerse medallas), los emplazamientos a que de una vez por todas aparezca alguien con sentido de Estado en Madrid, dan una idea de lo que se ha trabajado para conseguir el desarme. Nada debemos a ETA, salvo el enorme dolor que ha causado, pero sí a quienes se han empeñado en que la política se abriera paso entre las zarzas. Y la larga agonía de ETA quienes ayudan a su final, ganan. Y quienes, por contra, alimentan vanas esperanzas o hacen como que la cosa no va con ellos en una manifiesta abdicación de su responsabilidad, pierden. Leo algún comentario que con cierto escándalo se sorprenden de que la siguiente exigencia es la disolución de ETA. Pues claro. Qué esperaban ¡que demos palmas y propongamos una fundación cultural con su nombre! Es lo que toca y ETA debe saber que el único camino que queda, no hay otro, cada vez se estrecha más. Para acabar con toda la excepcionalidad que se ha ido construyendo alrededor de la violencia hay que poner fin al origen. Fin de ETA, fin de la excepcionalidad. Entonces sí, no habrá más pasos para recorrer y pasaremos página.