Desde que el 20 de octubre de 2011 ETA anunciara el “cese definitivo de su actividad armada” han transcurrido más de cinco años en los que uno de los ejes básicos para poner un final ordenado a la violencia ha sido el proceso de desarme de la banda. Un lustro en el que se han dado gestos de entrega de armas como en febrero de 2014, y la implicación de la sociedad civil en el proceso en diciembre del pasado año en Luhuso, si bien Madrid ha tratado de pararlo y ha avisado de que el camino correcto es la vía policial, desarticulando también zulos con la cooperación entre las fuerzas de seguridad españolas y francesas.
Por lo que respecta a la actuación de las fuerzas policiales y en una sucesión cronológica de los hechos, el primer golpe a ETA tras el anuncio de 2011 se produjo el 15 de enero de 2012. La Policía gala encontraba en el Departamento de Yonne, en la Borgoña francesa, un zulo con tres revólveres y material para la fabricación de explosivos además de matriculas falsas, documentos de identificación falsos y dinero en efectivo. Apenas un mes después, ETA sufría otro revés con el hallazgo -el 10 de febrero de 2012- de un importante arsenal en Capbreton. La Policía francesa descubrió un zulo con 40 subfusiles, 20 pistolas y un millar de cartuchos.
Dos años después, en diciembre de 2014, se descubría un zulo en la localidad francesa de Brassac, que estaba integrado principalmente por material para la confección de explosivos, como polvo de aluminio. En el escondite apareció también material para la falsificación de documentos así como material informático. En mayo de 2015 se encontraba en Biarritz un zulo compuesto por amas de fuego y material explosivo, además de material para la falsificación de placas de matrícula. En concreto, la policía requisó 19 revólveres, siete pistolas, mil cartuchos de distintos modelos y unos 50 kilos de material para la fabricación de explosivos.
Uno de los golpes policiales más importantes se produjo el 12 de octubre del pasado año 2016 cuando en Carlepont -en la región de Picardía, al norte de Francia- los gendarmes hallaron en una zona boscosa hasta 145 armas cortas, dos fusiles de caza y diversa munición, que según determinaron, provenía en su mayoría de un robo efectuado en una empresa armamentística de Vauvert -en las inmediaciones de Nimes- en octubre de 2006. La Policía española, que bautizó la operación como Descubrimiento , lo consideró el mayor golpe policial contra la organización armada desde 2004. ETA aseguró que era un zulo trampa monitorizado por las fuerzas de seguridad.
Además, pocos días después fue capturado en Azkaine el supuesto jefe del aparato logístico-militar, Mikel Irastorza. Era la última de las ocho detenciones practicadas por la Guardia Civil y la Dirección General de Seguridad Interior (DGSI) francesa desde el alto el fuego de la banda. El último zulo descubierto ha sido a este lado de la muga. El pasado 8 de marzo la Guardia Civil encontraba en Irun siete bidones con material explosivo.
Gestos de la banda Pero no solo ha habido golpes policiales a lo largo de estos años. Desde ETA también se ha tratado de escenificar la voluntad de la organización de proceder a su desarme. En este sentido hay dos hechos fundamentales, los protagonizados por los miembros de la Comisión Internacional de Verificación (CIV) y por miembros de la sociedad civil en Luhuso. En febrero de 2014, los miembros de la CIV encabezados por Ram Manikkalingam daban cuenta de un exiguo material que la banda había depositado en sus manos. Por su implicación, Manikkalingam, junto a Ronnie Kasrils y Chris Maccabe, fueron citados a declarar por el juez Ismael Moreno de la Audiencia Nacional. Otro intento fallido se produjo en diciembre del pasado año en la localidad labortana de Luhuso cuando cinco personas fueron detenidas cuando iban a destruir un material que les había entregado ETA. Tras comparecer ante un juez en París, Mixel Berhokoirigoin, Txetx Etcheverry, Beatrice Molle, Mixel Bergouignan y Stéphane Etchegary quedaron libres.