El equipo del Euskobarómetro cree que el miedo provocado por la violencia de ETA se ha cebado especialmente con los votantes de PP y PSE, y que esa situación ha provocado que ambos partidos acudieran en desventaja a las sucesivas elecciones vascas, una losa que no han tenido que soportar ni el PNV ni la izquierda abertzale, según expuso ayer el catedrático de la UPV/EHU Francisco Llera. Su equipo ha elaborado estas conclusiones basándose en las respuestas recopiladas desde la primera oleada de la encuesta, en 1995. Es el primer trabajo que encarga el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, que tiene sede en Gasteiz y que nació como una iniciativa compartida entre Euskadi y Madrid, si bien Mariano Rajoy no tardó en exigir que el Gobierno español llevara la voz cantante para garantizar un relato “verdadero” y sin equidistancias. Este informe no deja en buen lugar al PNV y se adentra en análisis electorales, más allá del ámbito estricto de la convivencia y la memoria.

Llera presentó ayer los datos en Bilbao acompañado por el director del Centro Memorial, Florencio Domínguez. El estudio, titulado La estrategia del miedo. ETA y la espiral del silencio en el País Vasco, arroja como dato que el temor a participar en política llegó al 70% en el año 2000, aunque no afectó a todos por igual y perjudicó “indiscutiblemente” a PP y PSE. Según su tesis, el miedo infundido por la violencia provocó que los jóvenes no se acercaran a esos partidos señalados directamente por ETA. Además, los ataques contra las casas del pueblo socialistas fulminaron el punto de encuentro que tenía el PSE con la sociedad y le complicaron en extremo el arraigo entre los vascos. Asimismo, la violencia perjudicaba la imagen de ambos partidos porque podía haber gente que tuviera miedo “y, por lo tanto, no votara a aquello que está más impactado por el miedo”. “Si se estigmatiza un comportamiento, automáticamente ese color, esa bandera o ese equipo no es atractivo”, dijo. Todo ello le lleva a pensar que PP y PSE “partían de una posición de desventaja”. “Por tanto, puede considerarse que el principio de igualdad política quedó en parte desvirtuado”, zanja el estudio. Las cifras medias registradas entre 1995 y 2011 apuntan que un 79% de los votantes del PP tenía mucho o bastante miedo, frente al 28% de la izquierda abertzale, el 63% socialista y el 37% del PNV. La cifra global se sitúa ahora en un 15%, sin diferencias notables entre electorados, aunque Llera aún aprecia voto oculto pese al cese de la violencia.

Los primeros datos fueron recogidos en 1995, precisamente en los tiempos de la ponencia Oldartzen. En ese momento, la estrategia violenta dejó de tener como único objetivo a las fuerzas de seguridad del Estado y se extendió a la clase política, saldándose muchas veces con el asesinato de concejales de a pie del PP y el PSE. En ese contexto se produjeron las muertes de los ediles populares Gregorio Ordóñez y Miguel Ángel Blanco, o del socialista Fernando Buesa. De ahí vendría la estigmatización de los partidos constitucionalistas. El estudio se centra en cómo la violencia perjudicó a PP y PSE, sin entrar en otros factores que han alterado el mapa político como la ilegalización de las marcas de la izquierda abertzale.