llega ese momento delicado para todos los gobiernos que no están sustentados en mayorías absolutas: aprobar los presupuestos. Se abordan en paralelo, aunque los protagonistas siempre niegan interferencias entre unas y otras, las negociaciones para las cuentas de los ejecutivos de Madrid y de Gasteiz.

Ya, doy por descontado que escucharé que no tienen nada que ver unos posibles acuerdos con otros. Lo siento, pero por experiencia no me lo creo. Y lo excepcional sería que PP y PNV alcanzaran un acuerdo en Madrid y, al mismo tiempo, los nacionalistas buscaran un apoyo diferente en Euskadi. Es más, el PP va deslizando que no ve que ambas cosas sean posibles, es decir que una abstención que permitiera a Urkullu tener nuevas cuentas (por ejemplo la de EH Bildu) no sería compatible con otros acuerdos con el PP. Veremos, porque el baile no ha hecho más que empezar.

Llama la atención, eso sí, que el presidente del PP vasco Alfonso Alonso haya colado casi como condición de salida que los 30 millones de euros añadidos a la partida de la RGI se conviertan en un obstáculo insalvable. Dado el escasísimo peso de este incremento en un presupuesto de 11.059 millones de euros, la primera consideración es que al PP cualquier asunto le viene bien para sacar a pasear su cruzada contra la RGI. Si no, no se entiende que se empiece por ahí para negociar un posible apoyo.

La otra alternativa (creo que sin acuerdo en Madrid) es que el eje PNV-PSE busque el compromiso de EH-Bildu, que según Pello Urizar requeriría de una reforma fiscal. Vale, eso no es la RGI, y hablamos de cosas mayores. Pero el secretario general de EA es consciente de que no es competencia del Gobierno, ni del Parlamento, ni siquiera de las Diputaciones, sino de cada una de las tres Juntas Generales abordar tan delicada cuestión.

Primero Azpiazu, y más tarde el propio lehendakari, han considerado la posibilidad de abordar un nuevo ajuste fiscal cuando aún tenemos el último recién sacado del horno. No sé si es un convencimiento ideológico, una necesidad imperiosa o un simple gesto para buscar un acercamiento a la opción de acuerdos presupuestarios con EH Bildu e incluso con Elkarrekin Podemos. Pero lo deseable es que no nos enredemos con eslóganes, que cuando se diga “que paguen más los que más tienen” se pongan cifras, se calcule cuánto más a qué rentas y qué efecto recaudatorio se espera. Más que nada para poder evaluar después si detraer dinero del bolsillo privado ha generado algo más de progreso económico y social.