bilbao - Su paso por Euskadi ha sido de todo menos inadvertido. Artur Mas deja huella allí donde pisa. En Catalunya dan buena fe de ello. Lideró la Generalitat con mano firme y aguantó contra viento y marea el vendaval alentado desde Madrid contra la consulta soberanista del 9-N. Ni siquiera el cerco judicial que le puede llevar a la inhabilitación ha logrado bajarle del caballo. Más bien al contrario. Da la impresión de que él es quien lleva la batuta del proceso soberanista catalán. En su visita a Euskadi, junto con el exlehendakari Juan José Ibarretxe, tuvieron que colgar el “no hay billetes” el Kursaal de Donostia. 1.800 personas se congregaron para escuchar sus explicaciones sobre la vía catalana. Los dos viejos roqueros de la política demostraron que, cada uno en lo suyo, tienen cuerda para rato. Y Mas no ha dicho todavía su última palabra.
¿Le sorprendió que usted e Ibarretxe abarrotaran el Kursaal?
-Me sorprendió porque el diseño inicial del acto cuando el lehendakari Ibarretxe me lo planteó era de unas doscientas personas. Al cabo de unos días me dijeron que ya eran 600 las personas inscritas, luego 800 y así hasta llenar el Kursaal con 1.800 personas. Y encima quedó gente fuera. Fue un éxito de convocatoria que demuestra que también en Euskadi hay mucha gente que quiere oír hablar en directo de soberanía, de derecho a decidir, de proceso democrático?
¿En su corta estancia en Euskadi ha notado una pulsión en la calle sobre el tema nacional?
-Sí, esta pulsión existe en cualquier nación sin Estado. Euskadi es una nación, no tiene un Estado propio y, por tanto la pulsión existe y existirá. Catalunya es una nación, no tiene un Estado propio y por eso existe esa pulsión. Otra cosa es en qué grado se manifiesta esta pulsión. Ahora en Catalunya se manifiesta en un grado máximo y en Euskadi hay otro esquema de prioridades en el corto y medio plazo.
¿Echó en falta a alguien en el acto del Kursaal? ¿Por ejemplo, el lehendakari o algún consejero?
-No, en absoluto. Este acto fue iniciativa del lehendakari Ibarretxe pero el PNV estaba perfectamente al corriente. Yo tengo una relación muy estrecha con Andoni Ortuzar y su gente. Todo estaba comentado, no había nada que ocultar. Me sentí muy arropado, en ningún momento me sentí ofendido porque alguien no pudiera venir. De hecho hoy [por ayer] he tenido un encuentro largo con Ortuzar en Sabin Etxea, he estado también con Juan Mari Atutxa y otros dirigentes.
¿Le parece tibia la acogida del Gobierno Vasco y del PNV a la vía unilateral emprendida por Catalunya?
-En cuanto a muestras de apoyo y afecto las hemos notado siempre. No veo una actitud fría por parte de ellos respecto a nosotros. En absoluto. Las demostraciones de respaldo a nuestra causa son constantes. Otra cosa es que la agenda política vasca no coincida al cien por cien con la agenda catalana. Esto es perfectamente respetable e incluso comprensible. Además, esto ha pasado en otros momentos en sentido contrario. Por ejemplo, cuando Ibarretxe impulsó su plan para el derecho a decidir, Catalunya no estaba entonces en aquel registro. En cambio, después fue exactamente al revés. Cogió el relevo con mucha fuerza y Euskadi prefirió entrar en una etapa, seguramente, de mayor estabilidad.
¿Hay posibilidad para una tercera vía?
-Haberla hayla, pero solo si la pone el Estado sobre la mesa, y la somete a votación vía referéndum, al lado de una pregunta sobre la independencia.
¿Qué mínimos tendría que tener esa tercera vía?
-No soy yo quien los tiene que plantear. Si el Estado tiene algo que ofrecer, que lo ponga encima de la mesa. Nosotros tenemos nuestro proyecto: un Estado catalán independiente. Si hay otro proyecto, lo votaremos, en igualdad de condiciones.
¿Rajoy pondrá algo sobre la mesa de aquí a septiembre?
-Yo creo que no. Me gustaría que lo hiciera, pero el Estado está haciendo exactamente lo contrario. Judicializa la política, politiza la justicia, utiliza la Fiscalía, e incluso práctica la guerra sucia.
¿Guerra sucia?
-Me refiero a la denominada operación Catalunya, entre otras cosas. Se diseña en los despachos del Gobierno español, se diseñan operaciones ilegales para desmontar los principales líderes del soberanismo catalán, con infamias, con calumnias, con dosieres inventados, con informes falsos de la policía?
Usted dijo en el Kursaal que Catalunya llegaría hasta el final. ¿Dónde está el final?
-El final es el referéndum y el hecho democrático del referéndum, es decir, nosotros mismos somos conscientes de que no vamos sobrados en cuanto a apoyos a favor de la independencia. Tenemos muchos pero no hemos pasado del 50% de los votos y queremos comprobar hasta qué punto es mayoritaria la posición por la independencia o la contraria, porque puede ocurrir que gane el no, lo cual también sería democrático. A lo mejor no seremos independientes si gana el no, pero habremos votado nuestro futuro libremente y por tanto seremos un sujeto político con todas las consecuencias.
¿Qué mayoría debería lograr la independencia en las urnas para ser creíble?
-Como en todos los referéndums del mundo: más síes que noes o más noes que síes.
¿Y qué mínimo de participación habría de tener?
-Aunque no haya una norma legal lo razonable es que como mínimo sea de un 50%.
¿Podría darse de nuevo que ante las presiones del gobierno y los tribunales volvieran a convocar una consulta participativa como en 2014 en vez de un referéndum?
-La consulta está ya hecha, es pasado, fue el 9 de noviembre de 2014. Por eso estamos algunos en los tribunales con sentencias pendientes que comportan penas de inhabilitación para diez años, precisamente por haber hecho una consulta participativa.
Entonces, será un referéndum vinculante.
-Entiendo que tiene que ser distinto porque repetir lo hecho el año 2014 no tendría mucho sentido.
¿A qué esperan para poner una fecha para el referéndum?
-El Gobierno catalán tiene que consensuar la fecha, así como las condiciones y garantías para que se pueda celebrar. El president Puigdemont ya ha arrojado luz sobre todo al anunciar que como muy tarde será en septiembre.
¿La desconexión con el Estado empezaría al día siguiente del referéndum?
-La desconexión jurídica se empieza a formular a partir del momento en que se comprueba que hay mayoría a favor del Estado catalán pero es evidente que es un proceso progresivo que exige y requiere negociaciones, sin condiciones unilaterales y que sea una negociación equilibrada entre Catalunya, España y la Unión Europea.
¿Pueden estar los catalanes tranquilos con un Estado catalán? ¿Tendrían garantizados los servicios, la economía, la sanidad??
-Lo garantizo al cien por cien. Catalunya tiene una economía perfectamente viable. Nuestro PIB es como el de Portugal, superior al de Grecia. Nuestra economía tiene un nivel de apertura exterior muy grande, un nivel de ocupación claramente superior a la media española, genera recursos que van para España y luego no vuelven (hasta 15.000 millones de euros anuales). Muy al contrario de lo que se dice, un Estado nos permitiría convertirnos en uno de los mejores países de Europa en una generación.
No parece que Europa y algunos países potentes estarían por la labor de reconocer una Catalunya independiente. ¿Cómo van a revertir esta situación?
-De entrada en el punto que estamos ahora a lo máximo que podemos aspirar es que sean neutrales. Y de hecho está siendo así. Esto significa que están a verlas venir. La neutralidad es aceptada como algo positivo por nuestra parte. Cuando se haya constituido el Estado catalán, vendrá la etapa de negociación de su reconocimiento en Europa y a nivel internacional.
¿La vía de la bilateralidad podría ser una opción para Catalunya?
-Me gustaría que el Estado hiciera una propuesta de bilateralidad para que la gente de Catalunya pudiera optar entre eso o la constitución de un Estado catalán. Pero no es el caso.