Cuando se dice que en este país ETA ha matado, nadie lo va a discutir, pero en este país ha matado ETA, y se dice, bueno, y también han matado grupos parapoliciales como el GAL o el Batallón Vasco Español, pero también ha matado la Guardia Civil, también ha matado la Policía Nacional, también han matado los servicios de inteligencia, y también ha matado la Ertzaintza”.
Las palabras del líder de Sortu, Arnaldo Otegi, el pasado día 11, en las que comparaba los asesinatos de ETA con actuaciones de la Ertzaintza, causaron indignación en muchos sectores y han generado polémica durante toda la semana. El propio lehendakari, Iñigo Urkullu, salió al paso para calificar estas acusaciones de “un insulto”. Otegi también respondió a su vez y aseguró que lo que había dicho era “un dato objetivo y perfectamente verificable”. “¿Pero es que acaso es mentira lo que he afirmado?”, insistió, al tiempo que subrayó que “sin verdad no hay relato”.
Pero, ¿a qué muertos se refieren Otegi y la izquierda abertzale y que sistemática e históricamente atribuyen a la Ertzaintza? Son seis en total, cuatro de ellos fallecidos en enfrentamientos directos con agentes de la Policía vasca y otros dos, tras recibir impactos de pelotas de goma -Rosa Zarra (aunque los informes forenses y toxicológicos realizados descartaron que esa fuese la causa y concluyeron que murió por causas naturales) e Iñigo Cabacas, cuyo caso aún está investigando la justicia-. Todos ellos tienen un denominador común: en su día fueron calificados por organizaciones y portavoces de la izquierda abertzale como “asesinatos” de la Ertzaintza. Un término que nunca han utilizado para calificar las muertes causadas por ETA.
Por otra parte, a lo largo de su historia ETA ha asesinado a quince miembros de la Ertzaintza en distintas circunstancias, aunque en innumerables ocasiones ha intentado causar más víctimas mortales sin conseguirlo. También en multitud de ocasiones han sido atacados miembros de la Policía vasca en actos de kale borroka -algunos brutales- que han estado muy cerca de causar muertos.
Este próximo miércoles, 23 de noviembre, se cumplen quince años del último asesinato de ertzainas perpetrado por ETA, en 2001. Dos jóvenes ertzainas, Ana Isabel Arostegi, de 34 años y madre de tres hijos, y Javier Mijangos, de 32 y padre de un niño de un año, fueron acribillados a tiros, a sangre fría y por la espalda, cuando estaban regulando el tráfico en Beasain. Ella, primera ertzaina víctima de ETA, fue rematada en el suelo. Solo dos días antes, dos ertzainas habían resultado heridos al explotar una pancarta bomba que intentaban retirar de la vía y que rezaba: “Policía asesina. ETA mátalos”.
Estos crímenes no merecieron la reacción de la izquierda abertzale, que no se adhirió a las condenas impulsadas en los ayuntamientos, en algunos de los cuales -sobre todo Mungia, lugar de residencia de Arostegi- los concejales de Batasuna fueron duramente increpados por los vecinos. Hace cuatro años, sin embargo, los ediles de EH Bildu en Beasain apoyaron el homenaje tributado por el Ayuntamiento para “honrar a los er-tzainas asesinados” y reivindicar la memoria “que pone nombres y fechas allí donde la violencia puso excusas y justificaciones imposibles”. No acudieron concejales de la izquierda abertzale y sí los de EA y Alternatiba.
La muerte de Ana Isabel Arostegi y Javier Mijangos fue la última de er-tzainas a manos de ETA, aunque los atentados, ataques y la violencia de persecución no desaparecieron hasta el fin de la violencia en 2011.
ETA y la izquierda abertzale nunca han entendido ni aceptado que la Er-tzaintza se implicara en la lucha contra la organización armada y que detuviera a sus militantes. De ahí parte -de las primeras acciones frente a ETA- la campaña contra la Policía vasca y sus miembros -y por extensión contra el Gobierno y el PNV- que, ya sin la violencia vivida hasta ahora, aún se mantiene.
La primera muerte de un miembro de ETA por acción de la Ertzaintza tiene lugar en septiembre de 1991. Para entonces, la organización terrorista ya había asesinado a cuatro miembros o responsables del cuerpo, uno de ellos -Genaro García de Andoain- en un enfrentamiento a tiros durante la liberación del secuestrado Lucio Aguinagalde. ETA llegó a reprochar que la Policía vasca se inmiscuyera.
Fue en el Parque de Etxebarria de Bilbao cuando murió Juan María Ormazabal Tturko, miembro del comando Bizkaia que se disponía a cometer un atentado y que fue interceptado por la Policía vasca. Ormazabal había disparado contra el ertzaina Alfonso Mentxaka y se disponía a rematarlo en el suelo cuando fue alcanzado por los disparos de los agentes. Aun así, Mentxaka murió días después. El quinto ertzaina víctima de ETA. Un compañero de Tturko, Jesús María Mendinueta, que resultó herido y detenido, explicaba en Egin, un año después, lo ocurrido: “Los enemigos del pueblo, los de la Ertzain-tza, hicieron una operación contra el comando Bizkaia de ETA”, confesaba. “Juan Mari (estaba) tirado en el suelo sin opción alguna para explicar sus razones”. “Nosotros queríamos huir pero los enemigos querían cogernos”. No podía entender que la Ertzaintza quisiera detenerlos.
“emboscada” La izquierda abertzale -que únicamente “lamentó” el fallecimiento del ertzaina, del que responsabilizó al PNV y al Gobierno Vasco- calificó la muerte de Tturko de “asesinato” en el curso de una “emboscada”. Tasio Erkizia y Jon Idigoras afirmaron que la Ertzaintza se había convertido “en un instrumento ejecutor de la Guardia Civil” y emplazaron al lehendakari José Antonio Ardanza a que explicase “si la orden de aplicar la pena de muerte a los miembros de ETA ha partido de él”. Gorka Martinez, por su parte, afirmó que “el PNV y su pequeño napoleón en Gasteiz llevan una línea de enfrentamiento, con el uso cipayo de la Ertzaintza contra ETA, pero también contra el conjunto de la sociedad vasca”. Asimismo, KAS afirmó que la Ertzaintza había “rematado a sangre fría a un abertzale” y responsabilizó al PNV de “la decisión de reprimir o disparar contra las personas más comprometidas en la liberación de nuestro pueblo”.
Cronológicamente, el siguiente incidente especialmente grave tuvo lugar en agosto de 1993, cuando un grupo de más de veinte personas, al grito de “mátalo, hay que ir a por él, es un cipayo”, estuvieron a punto de linchar al ertzaina Ander Susaeta en el Arenal de Bilbao durante la Aste Nagusia. Entonces, los portavoces de Jarrai Joseba Kamio y Mikel Zubimendi afirmaron que había sido “una reacción lógica y esperada del sector social más castigado”, la juventud, y situaron la brutal agresión “dentro de pautas de proporcionalidad”. Según afirmaron, si la Ertzaintza y sus sindicatos “asumen lo que impone la dirección del PNV y no hay una contestación, deberán aceptar las consecuencias”. HB dijo que era “un suceso no deseado” pero explicó lo sucedido en que una parte de la juventud vasca “ha decidido no poner la otra mejilla y decir basta a la actitud de vigilancia y represión generalizada de la Ertzaintza”.
Apenas tres meses después, ETA mató a tiros al sargento Joseba Goikoetxea, el sexto agente asesinado. Floren Aoiz, de HB, acusó al PNV de “buscar y provocar” situaciones como el atentado contra Goikoetxea. “El PNV colabora con la estrategia del Estado y se ha sumado a la lectura policial del contencioso que enfrenta a Euskadi con el Estado, imponiendo a la Ertzaintza una dinámica de confrontación y utilizando a un sector de la policía vasca como instrumento represivo”, justificó.
“aparta” Por su parte, KAS echó la culpa al PNV y a “quienes creyéndose amparados por la más indignante impunidad, han puesto a la Ertzain-tza a su servicio y al de la estrategia del Estado español”. “La izquierda abertzale responderá con firmeza y contundencia a cualquier agresión”, advirtió.
Justo un año después, en noviembre de 1994, el comando Bizkaia intentó asesinar en Loiu a un sargento del Ejército español, que repelió la agresión a tiros y obligó a los etarras a huir. En su carrera, se toparon con una patrulla de la Ertzaintza que les obstaculizaba el paso. La reacción entonces del miembro de ETA Angel Irazabalbeitia fue altamente significativa: paró el coche, se bajó y gritó: “Aparta, cipayo, aparta” -según otra versión, dijo “cipayos, quitaros del medio”-, tras lo cual comenzó a disparar. En el tiroteo posterior Irazabalbeitia falleció y su compañera Lourdes Txurruka resultó herida. Un ertzaina sufrió también heridas de extrema gravedad.
Las reacciones de la izquierda aber-tzale ante la muerte del miembro de ETA fueron durísimas. Xabier Alegría, portavoz de KAS, lo calificó de “asesinato”. “El EBB tendría que saber que no sale gratis empuñar las armas contra la libertad de este pueblo. El PNV inventará lo que quiera pero sabe que la fuerza del pueblo está con los gudaris. Tienen que saber que el periodo de la impunidad ya se ha acabado”, afirmó. “La responsabilidad es de toda la Ertzaintza, del primero al último. Y el responsable de tal comportamiento es el EBB”.
También KAS insistió en que habría “una respuesta proporcional a la cerrazón y prepotencia antidemocrática” de los gobiernos español, francés y vasco. Tras acusar de la muerte al “PNV y su brazo armado”, amenazó: “No se quejen cuando venga la vuelta con operativos como el que acabó con el torturador Joseba Goikoetxea y no agiten el fantasma del enfrentamiento civil”.
En tono más moderado, Jone Goirizelaia afirmó que el PNV había “embarcado a la Ertzaintza en la represión contra el movimiento aber-tzale”. “Esto demuestra una vez más que está muy claro de dónde procede la violencia”. “Toda la culpa es suya (Estado español, francés y el PNV) porque responden con represión a la demanda de soluciones”, añadió. Floren Aoiz dijo que la Ertzaintza se comportaba como “cuerpo de seguridad español”, acusó al PNV de ser un “partido cipayo” y dijo que ambos tenían “la responsabilidad exclusiva de las consecuencias que pueda acarrear su elección”.
Cuatro meses después, y en el curso de las protestas y movilizaciones tras el hallazgo de los cuerpos de Lasa y Zabala, un numeroso grupo de encapuchados lanzó cerca de cuarenta cócteles molotov contra una furgoneta de la Ertzaintza en Renteria, a resultas del cual un agente sufrió gravísimas quemaduras. La izquierda abertzale ya había aprobado la ponencia Oldartzen, que incluía la “socialización del sufrimiento”. Jarrai felicitó a “la juventud vasca” por su participación “en absolutamente todos los actos” llevados a cabo. Según la organización juvenil de HB, los incidentes habían sido “consecuencia” de la “represión” de la Ertzaintza, “responsable primera y última”. En el curso de una manifestación de HB, convocada de manera paralela a otra de protesta por el ataque a la Ertzaintza, José María Olarra advirtió a la Policía vasca: “No sigáis por ese camino. Os están dirigiendo contra nosotros esos que llevan veinte policías de escolta. Nuestro enemigo está en Madrid, no os pongáis con ellos ni tampoco os pongáis en medio”.
En diciembre de 1995, Mikel Otegi, miembro de Jarrai y que luego pasó a ETA, asesinó a dos ertzainas frente a su caserío en Itsasondo. Previamente, había llamado “cipayo” a otro agente. El parlamentario de Herri Batasuna Kepa Landa acusó a Atutxa y a la dirección del PNV de ser responsables de la muerte de los dos ertzainas por “la implicación política y represiva dada a la Ertzaintza”.
En junio de 1988 tiene lugar otra operación de la Policía vasca para detener a un comando de ETA que iba a cometer un atentado de manera inminente. En el curso del arresto, la que era responsable del grupo etarra disparó contra los ertzainas, que a su vez hicieron uso de sus armas, resultando muerta Iñazi Zeberio, militante liberada, y herido un ertzaina. Arnaldo Otegi, entonces ya portavoz aber-tzale, calificó la muerte de Zeberio de “asesinato” y acusó directamente al consejero Atutxa de ser “la mano que ha asesinado a Inazi y que ha detenido a abertzales”. Tras calificar a la etarra de “militante abertzale que soñaba con una Euskal Herria libre”, Otegi afirmó que “la Ertzaintza ha vuelto a demostrar que está al servicio del Estado español y de los nuevos inquisidores”. “Hoy es un día triste no solo para HB o para la familia de Inazi y de los detenidos, sino para Euskal Herria y para los abertzales. Hoy ríen los españolistas, los que niegan el futuro a este país, y lloramos los abertzales”, dijo. Por su parte, HB afirmó en un comunicado: “¿Para qué necesita el Estado español del GAL si la Ertzain-tza zipaya está dispuesta a matar a cara descubierta?”. “La Ertzaintza, dirigida por Atutxa, se nos presenta como lo que es, una fuerza al servicio de los intereses políticos del Estado español” y de “la represión y la imposición”, insistió.
La justicia archivó las diligencias abiertas por la muerte de Iñazi Zeberio al entender que los ertzainas dispararon “en legítima defensa y en cumplimiento de su deber”.
un “drama” El 14 de septiembre de 2003 ETA preparó un atentado contra la Ertzaintza en el alto de La Herrera que resultó fallido y se produjo un enfrentamiento armado entre el comando y los agentes, a resultas del que falleció el miembro de ETA Arkaitz Otazua. Otegi afirmó entonces que había “muchos lados oscuros” en el caso y opinó que era un “drama” que “un chaval de 24 años empuñe las armas en pleno siglo XXI y muera de esta forma en una acción militar”. Según Otegi, aquello “no tenía que haber sucedido” porque supone que “alguien está hurtando a los jóvenes vascos su derecho a vivir en Euskal Herria como vascos en libertad y paz”.
El último episodio tuvo lugar en abril de 2012, cuando el joven Iñigo Cabacas murió tras recibir un pelotazo lanzado por un ertzaina durante unos incidentes tras una victoria europea del Athletic. Sortu también calificó el hecho de asesinato y ha denunciado la impunidad de la Ertzaintza. La acusación la lleva la dirigente de Sortu y ahora parlamentaria de EH Bildu Jone Goirizelaia. Cuatro años y medio después, el caso aún está en periodo de investigación y en breve la jueza deberá decidir si lo archiva o abre juicio oral.