a la aparición de los dos nuevos partidos -Podemos y Ciudadanos- en el escenario político, se le suele describir como “irrupción”, lo cual añade una especial relevancia a su inclusión en el Registro de asociaciones. En el Diccionario de la Real Academia, el término “irrupción” es definido como “Entrada violenta de algo o alguien en algún lugar”, lo que no deja de ser una interpretación, cuando menos, inquietante. Aunque esta circunstancia viene siendo atribuida a los dos nuevos partidos, es bien cierto que el término debe aplicarse con mayor propiedad al presidido por Pablo Iglesias, cualquiera que sea su denominación. Ciudadanos, en realidad, no pasa de ser un apéndice previsible del Partido Popular en su siguiente generación. En Euskal Herria ha irrumpido Podemos con potencia, por más que en las más recientes jornadas electorales se vaya desinflando. Hay que reconocer que en Nafarroa esa irrupción fue clave para sacar adelante el Gobierno del cambio y desalojar a UPN tras dos décadas de Régimen ultraconservador y totalitario. Podemos, que ostenta la presidencia del Parlamento Foral, sigue apuntalando el Gobierno de Uxue Barkos, aunque no deja de preocupar su falta de rodaje institucional y la dispersa pluralidad de sus fundamentos ideológicos. En la Comunidad Autónoma Vasca, por el contrario, la irrupción ha venido salpicada de sobresaltos internos y externos. Internos, con los repetidos conflictos por el liderazgo, que han trascendido a la opinión pública como codazos por el poder. Externos, con la dependencia indeseada del centralismo estatal y, sobre todo, con la fluctuación imprevisible de los resultados electorales.
Podemos Euskadi, o Elkarrekin Podemos, ha pasado en un cortísimo periodo de tiempo de imaginarse partido hegemónico en la CAV a lamerse las heridas de tercerón tras las elecciones autonómicas. Por supuesto, no deja de ser muy consolador ocupar el tercer puesto en los escaños del Parlamento de Gasteiz para una fuerza política en sólo dos años de presencia institucional. Elkarrekin Podemos, sin duda, es un partido de futuro y con futuro que debiera controlar más sus prisas y dominar mejor su tendencia a la arrogancia.
Las urgencias del recién llegado están apremiando en exceso a sus líderes, que valoran con exageración el endurecimiento del discurso. A la vista de los resultados deberían haber bajado los humos, porque para empezar no parece que acertaran en la designación de la candidata. Pili Zabala no fue capaz de expresar un programa claro y diferenciado, ni siquiera arañó los votos que preveían les llegasen del caladero de EH Bildu.
Tras conocerse los resultados electorales, no dejó de ser llamativo el inmediato anuncio de que Elkarrekin Podemos se alineaba directamente en la oposición, sin ninguna intención de llegar a acuerdos con el PNV, que sí resultó hegemónico. A partir de esa adscripción inmediata a ejercer de opositora, en la misma línea que la aspiración del Podemos central, la formación política liderada por Nagua Alba se ha dedicado casi exclusivamente a menospreciar cualquier ofrecimiento de acuerdo que le haya venido del partido que previsiblemente formará Gobierno.
Como si ellos acabaran de inventar el debate político y sus derivadas institucionales, en primera instancia Nagua Alba advierte -¿amenaza?- que el pleno de investidura de Iñigo Urkullu como lehendakari “no va a ser un puro trámite”. Que se prepare el candidato, que Elkarrekin Podemos no se lo va a poner fácil y va a dar verdadero contenido político a la sesión. O sea, como si hasta ahora los plenos de investidura hubieran sido el recreo de un jardín de infancia. El partido emergente clama sin cesar contra las políticas que los sucesivos gobiernos de la CAV han venido implementando, las reprocha como antisociales y reaccionarias y promete un nuevo modelo de sociedad. Un nuevo modelo, por cierto, que no acaban de concretar pero que, insisten, será incompatible con el sostenido por un partido conservador, elitista y neoliberal. No tiene en cuenta, por supuesto, que ese partido, el PNV, ha gobernado en coalición con el PSE, EA, IU y también con acuerdos con la izquierda abertzale. Pactos, todos ellos, que han alcanzado unos niveles de atención social alabados públicamente por el propio Pablo Iglesias. La fallida candidata Zabala clama -otra vez, ¿amenaza?- por crear el “frente de izquierdas” en un imposible bloque Elkarrekin Podemos, EH Bildu y PSE, de nuevo para frenar las políticas antisociales del PNV.
Bienvenido Elkarrekin Podemos a la escena política vasca. Bienvenido, y ojalá vaya asumiendo los básicos fundamentos de sosiego y humildad, para ocupar en el espacio político vasco el lugar que le corresponde. Ni más, ni menos.