Las aguas bajan revueltas en el seno de Podemos. La decepción por los resultados electorales del 26-J, donde fue por segunda vez consecutiva la tercera fuerza estatal -pese a su confluencia con IU en Unidos Podemos y a que aspiraba a protagonizar un sorpasso al PSOE e incluso al PP-, sacó a relucir las dos almas del partido: una más cercana a Pablo Iglesias y proclive a radicalizar su discurso y reactivar el activismo en la calle, y la otra encabezada por Iñigo Errejón, más posibilista, apegada al trabajo en las instituciones y al pacto transversal.

Ya entonces se apuntó a la celebración de un Vistalegre II, en referencia al acto fundacional del partido morado en octubre de 2014, como la mejor forma de templar los ánimos redefiniendo su modelo organizativo y político. Dada la cadencia de tres años entre estos cónclaves, el próximo debería celebrarse en otoño de 2017, si bien todo apunta a que se adelantará a la primavera. El secretario general tiene potestad para convocarlo cuando estime oportuno, al igual que una mayoría cualificada del Consejo Ciudadano estatal, de los inscritos y de los círculos. También está por ver hasta qué punto se llegarán a confrontar los liderazgos en esa cita y si los errejonistas se organizan alrededor de una candidatura. Iglesias, por lo pronto, ha salido reforzado después de que ganaran sus partidarios en las primarias de Madrid y Andalucía.

Este tira y afloja explotó en toda su crudeza coincidiendo con la campaña de las elecciones vascas y gallegas del 25 de septiembre. El motivo: las declaraciones de Iglesias en un mitin en Galicia de que “el día en que dejemos de dar miedo a los que se enriquecen a costa de la gente seremos uno más”. Errejón contestó inmediatamente diciendo que “a los poderosos ya les damos miedo, el reto es seducir a la gente que aún no confía en nosotros”. Tras varios días de escalada verbal, ambos reconocieron que el periodo electoral no fue el más apropiado para exhibir estas diferencias. La configuración de una candidatura a espaldas de Iglesias para liderar el partido en Madrid no hizo sino aumentar la tensión interna. - C. C. B.