Me voy a arriesgar, aunque no demasiado a tenor de lo que dicen los datos previos al recuento: Clinton será presidenta electa de Estados Unidos para cuando usted lea estas líneas. Pero la noticia quizás sea otra: la fuerza que ha demostrado Donald Trump a pesar de los obstáculos interpuestos desde fuera y, sobre todo, los que han supuesto sus propios exabruptos.

Podrán pensar que esto es cosa de esa sociedad que tan poco entendemos a pesar de estar rodeados de su cultura expansiva, pero me quedo con la impresión de que algunos de los rasgos que han caracterizado el discurso del candidato republicano no nos son tan ajenos: el racismo, el populismo, el machismo gozan de buena salud en nuestras sociedades y basta que alguien prenda la mecha para que la hoguera esté armada.

Alguna prueba. Palabras de cierre de campaña de Donald Trump: “La pregunta de mañana es: ¿quiénes queréis que gobierne América, la clase política corrupta o la gente?”. No me digan que nos les suena demasiado cercano como para pensar que esto es tan solo un discurso lejano de un hombre que vive al otro lado del Atlántico. Cada vez que escucho “la gente” como garantía frente a los representantes elegidos salgo corriendo. Detrás del populismo viene el totalitarismo.

Echemos la vista atrás, al Donald Trump que anunciaba en junio del año pasado su candidatura con este canto al racismo: “los inmigrantes mexicanos traen drogas, crimen, son violadores y supongo que algunos son buenas personas”. Volvamos a la Euskadi de 2016 y dense una vuelta por la redes sociales para ver cómo han reaccionado algunos de nuestros vecinos ante la violación de una menor en Leioa.

Sin esperar a la Justicia, sin pruebas, se difunde de manera irresponsable un vídeo de un joven de origen magrebí y el corpus racista que anida en nuestra sociedad se lanza a exponer sus instintos sin reparar que, además, pueden ocasionar un daño añadido a la víctima. Pero esto merecería otra reflexión sobre el papel del periodismo y el intrusismo profesional.

No piensen que quienes escriben los comentarios que reproduzco, extraídos de una sola entrada en Facebook son personas en los aledaños de la integración social. A algunos los conozco personalmente, viven plácidamente, tienen trabajo y ni mucho menos son “asociales”. Pero publican cosas como: “putos moros, a vuestras madres les hacía yo eso” o “A tomar x culo a su puto país, y encima les damos ayudas. Moros de mierda campora (sic)” o “Creo que estamos importando la basura de Africa, y nos va a comer sino al tiempo” o “Una buena mano de hostias y vuelta a su pais. Y los solidarios iros con el tambien” o “Protegeis antes a estos basurillas que a nuestras hijas”, etc. Así todo y he evitado tocar una coma para comprobar que entre Trump y algunos de mis vecinos no hay demasiada diferencia.