VITORIA - Entre las reservas hacia un acontecimiento tan deseado como inédito y el alivio absoluto, la sociedad vasca vivió hace cinco años la noticia más relevante en décadas. El 20 de octubre de 2011 ETA anunciaba el abandono definitivo de la violencia tras 52 años de actividad. Las portadas de los periódicos unas horas después no dejaban lugar a la duda: se trataba de un hecho histórico que abría una nueva época en Euskadi. Una veintena de voces relevantes de la política y la sociedad vasca analizan hoy las consecuencias de aquel anuncio y ponen de relieve los retos pendientes para consolidar la paz y la convivencia. El anuncio, verbalizado como un “cese definitivo de la actividad armada”, tuvo consecuencias inmediatas, especialmente para quienes padecían la amenaza de ETA.
Pese a que la noticia vino precedida de un alto el fuego “permanente” meses atrás y la Conferencia de Aiete multiplicó las especulaciones en torno a un eventual final, la amenaza no cesó hasta entonces. De hecho, el número de escoltas no se redujo de manera drástica e imparable hasta que se constató que la noticia suponía un punto de no retorno. Si en octubre de 2011 hasta 1.650 ciudadanos vivían con escolta en el Estado, el pasado año la cifra apenas superaba el centenar de personas.
La mayoría de los protagonistas interpelados remarcan esta consecuencia. “Todas las potenciales víctimas de ETA, aun sin saberlo, recuperaron su vida. La sociedad recobró la libertad”, señala Isabel Urkijo, durante años una de las cabezas visibles de Gesto por la Paz.
Otra de las consecuencias patentes ha sido la mejora de la convivencia en el seno de la sociedad vasca. A este fin han contribuido la voluntad de la ciudadanía por estrechar abismos o iniciativas de diversa índole, muchas veces con el impulso de la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno Vasco y las propias víctimas (no solo las de la violencia de ETA). Incluso la confrontación política se ha atenuado de manera notable. El silencio de las armas ha contribuido a situaciones que años atrás se antojaban imposibles, desde acuerdos concretos a nivel municipal entre fuerzas antagónicas hasta un cambio político plural en Nafarroa.
Sin embargo, cinco años después siguen existiendo retos de calibre. ETA continúa sin disolverse de forma definitiva, el Gobierno español mantiene una política penitenciaria similar a la de los peores años y aún queda recorrido respecto a la deslegitimación de la violencia con fines políticos.