No parece que le baste el suicidio político del PSOE. Mariano Rajoy, que ha asistido al aquelarre de Ferraz y al desfile de compadres por la Audiencia Nacional fumándose un puro y mirando al infinito, o sea, rascándose sus partes, está dispuesto a ir a por todas. ¿Para qué se va a arriesgar ahora? ¿Para qué va a seguir metiendo miedo a cuenta de la catástrofe patria de un año sin Gobierno? Nada de deberle un favor al PSOE, un pringao sometido a la abstención, nada de pasar el mal trago de un Gobierno en minoría. Hala, a las terceras elecciones y a por la mayoría absoluta. Así se lo aseguran las encuestas. Y como no es de fiar, a saber si no consigue que el comatoso PSOE, cautivo y desarmado por sí mismo, le haga de mamporrero, se arrastre y se comprometa a dejarle gobernar a sus anchas.
Y puesto que vamos a tener Rajoy para rato, nunca está de más recordar cuál es la catadura del esperpéntico personaje que irremisiblemente va a volver a gobernar las Españas.
Para empezar, él es el verdadero responsable de la crisis de gobernabilidad porque pese a haber ganado las elecciones de diciembre y junio ha sido incapaz de formar gobierno porque una alianza o un respaldo a su partido, contamina, apesta, infecta. Y veamos por qué.
Durante su mandato en el PP, desde septiembre de 2003, los jueces han encausado a su partido por disponer de una caja B y por financiación irregular. Sus tres tesoreros sucesivos están empapelados y a Mariano le pillaron confortando por SMS al más conocido, Luis Bárcenas, con su bochornoso “Luis, sé fuerte”. De vergüenza, también, la destrucción a martillazos de los ordenadores de sus tesoreros para que no cayeran en manos de la policía judicial. Las organizaciones de las comunidades de Madrid y Valencia, las dos más poderosas del PP, tienen a sus dirigentes imputados y algunos hasta encarcelados. No hay más que recordar el caso de Rita Barberá, auténtica reyezuela de la Comunidad Valenciana, con su arrogancia y su pasado franquista, a la que Rajoy jamás se atrevió a reprocharle nada, porque a la -por fin- eterna alcaldesa imputada y a sus maniobras aparateras le debe en gran parte la presidencia del partido. El Mariano Rajoy que nos viene, que regresa, no ha asumido ninguna responsabilidad política pese a todos estos escándalos, atrincherado en la cierta pero inexplicable razón de que ha sido el más votado en las dos elecciones sucesivas. Jamás se ha tomado en serio el pantano de corrupción en el que chapotea, consciente de que está amortizado por un electorado que no le va a pedir cuentas. Peor aún, ya envalentonado, tiende a proteger a los inculpados, sabe mucho pero no se atreve a afrontar tanta putrefacción porque puede salir malparado. Es más, cada vez parece más claro que quiere atrincherarse en la presidencia del Gobierno para evitar el riesgo de tenerse que sentar él también en el banquillo.
Todo esto sería suficiente para asegurar que es el peor presidente de la democracia, superando a Aznar, lo que ya es un récord. Pero también hay que hacer notar que la vergonzosa ayuda de los grandes medios de comunicación españoles va a permitir que este inepto siga al frente del Gobierno, sin haber ejercido ninguna presión para echarlo por incompetente y por corrupto. Hay mucho tertuliano servil, mucho editorialista vendido, mucho opinador lameculos, mucho adulador con micrófono o cámara, que han convertido a uno de los políticos más apocados, torpes y holgazanes en “genial administrador de los tiempos”. El Mariano Rajoy que nos vuelve no ha presentado ninguna iniciativa ante la Unión Europea para afrontar la crisis y ni de lejos se ha preocupado de conseguir fondos para el sur de Europa en aras a una cohesión social. Por supuesto, y sufrido en nuestras propias carnes, no ha movido un dedo para consolidar el final de ETA ni la paz y convivencia en Euskadi. Ha ignorado con la más indecente displicencia las sucesivas propuestas que en esa dirección le ha hecho el lehendakari. Se ha empeñado en despojar a Euskadi de sus limitadas cotas de autogobierno, mientras su sucursal y fiel lacayo Carlos Urquijo se dedica a dar por saco. Rajoy ha dejado a Catalunya empantanada y hecha unos zorros, sin tender puentes de diálogo, tronando escandalizado contra el independentismo catalán creciente, consecuencia de su arrogante inmovilismo. Este es, y no otro, el monstruo que nos amenaza con su vuelta. Vago, corrupto, ignorante, irresponsable, rencoroso, acomplejado, cómplice, alcahuete, inepto e intrigante. Entre los que le votan y los que le facilitan el camino, volverá a intentar machacarnos.